sábado, 20 de noviembre de 2010

EL ESPLENDOR DEL IMPERIO MEDIO

Hacia el año 2061 a.C., Mentuhotep II, rey de Tebas, derrotó a sus enemigos y amplió su poder a todo Egipto. Empezaba así una de las épocas más gloriosas de la historia faraónica.
Cada ciudad dice: ¡Expulsemos a los poderosos que están entre nosotros! Hete aquí que aquel que estaba enterrado como Halcón (el rey) es arrancado de su sarcófago. El secreto de las pirámides es violado. Hete aquí que unos pocos hombres sin leyes han llegado hasta el extremo de dejar tierra sin realeza. Este dramático pasaje del texto conocido las lamentaciones de Ipu-ur refleja el ambiente que se vivía en Egipto a inicios del Primer Periodo Intermedio, cuando se quebró la autoridad de los reyes del Imperio Antiguo: revueltas, pérdida del poder por parte de los faraones, saqueos… Hacia 2170 a.C., los monarcas, los poderosos gobernadores de las provincias, se habían convertido en los verdaderos dueños del país. Pronto descollaron dos de ellos: los de Heracleópolis y Tebas, que dieron lugar a sendas casas reales. De este modo, los soberanos de las dinastías IX y X controlaban el Bajo Egipto desde Heracleópolis, mientras que los de la dinastía XI señoreaban el Alto Egipto desde Tebas. Por fin, el rey tebano Mentuhotep II se impuso y hacia 2061 a.C., unificó el país, proclamándose soberano del Alto y Bajo Egipto. Con él se inició una época de esplendor en todos los campos, que sería recordaba durante largo tiempo: el Imperio Medio. Tradicionalmente se ha considerado que este período se corresponde con las dinastías XI y XII, aunque últimamente se tiende a incluir en él a parte de la dinastía XIII.
Aunque el Egipto reunificado parecía haber superado los trastornos del Primer Periodo Intermedio, los faraones tomaron diversas medidas para fortalecer el poder real. La primera fue la adopción de la corregencia: el rey, en vida, asociaba a su heredero al gobierno. Con ello se querían evitar las luchas por el trono a la muerte del soberano. El sucesor solía desempeñar el cargo de general y se ocupaba de las campañas militares, como muestra la historia de Sinuhé, un famoso texto literario en el que Sesostris I aparece asociado al faraón Amenemes I:
Los faraones recuperan su poder
La segunda medida para reforzar la autoridad del faraón sobre todo Egipto fue la centralización administrativa del país mediante las figuras del visir y los gobernantes reales. De esta manera, se pretendía poner fin a la acumulación de poder en manos de los monarcas, que había llevado a la desaparición del Imperio Antiguo. Con tal objetivo, a los ya existentes
Gobernadores del Alto y Bajo Egipto, Sesostris III agregó otro más: el de Elefantina –Nubia; todos ellos rendían cuentas al visir, el ministro principal del faraón.
Como tercera medida para medida para robustecer su autoridad, los reyes procuraron cambiar el centro de gravedad del país, en busca de un contrapeso a los focos de poder ya establecidos. Para ello, trasladaron la capital e impulsaron el desarrollo de El Fayum, un gran oasis. Con el inicio del Imperio Medio, Tebas, la cuna de los faraones de la dinastía XI, se convirtió en una nueva residencia real en detrimento de la antigua capital, Menfis. Pero Amenemes I movió de nuevo la capital, esta vez a Ittauy, en la zona de El Fayum, a unos 400 kilómetros al norte de Tebas; Sesostris II procedió a otro traslado, instalándose en il-lahun, también en El Fayum. El cambio de emplazamiento pretendía evitar la acumulación de todo el poder político y religioso en una misma ciudad. Además, tal decisión consagraba la ruptura con la historia reciente del país: el rey se alejaba de la influencia de los monarcas del Alto Egipto cuyas notables tumbas en Beni Hasan Hablan a las claras de su poder.
Con el traslado de la capital al oasis de El Fayum, los faraones de la dinastía XII acometieron un ambicioso programa de irrigación para explotar y ampliar los recursos agrícolas de la zona y poder alimentar a la numerosa población que se trasladó hasta allí. Se creó un sistema de canales para regular la entrada de agua del Nilo en el oasis que dista unos 30 kilómetros del rio, y se construyeron ciudades de una nueva planta como Kahun, edificada por orden de Sesostris II para albergar a los obreros que construían las tumbas de la cercana necrópolis real de il-Lahun.
El restablecimiento del orden interno en Egipto pasó también por la expulsión de los enemigos que se habían introducido en el país: los nómadas libios, al norte, y los nubios del reino de Kush , al sur. A ello dedicó buena parte de sus energías el primer rey del Imperio Medio, Mentuhotep II.
Fortalezas al sur y al norte
Mentuhotep II no sólo expulsó de Egipto a los invasores, sino que, para asegurarse el control de Nubia –que se había perdido durante el Primer Período Intermedio-, edifico una serie de fortalezas que llegaban hasta la segunda catarata, en la frontera meridional de Egipto. Las fortificaciones, construidas en islas del Nilo y en promontorios junto al rio, aseguraban el tránsito de personas y mercancías por barco. Por su parte, Amenemes I levantó el llamado Muro del Príncipe, una cadena de fortalezas en la zona del Delta, al norte, con el objetivo de controlar los movimientos de los nómadas asiáticos.
La actividad bélica de los reyes del Imperio Medio culminó con Sesostris III, también de la dinastía XII, que reforzó la frontera meridional de Egipto en la segunda catarata con una serie de fortificaciones y realizó ocho campañas militares en Nubia, donde, para atemorizar a sus enemigos, mando erigir estelas que conmemoraban sus hazañas. El texto de una de ellas, que ha llegado hasta nosotros, muestra la satisfacción del soberano por el éxito alcanzado: “yo he establecidos mi frontera más al sur que las de mis padres. He incrementado lo que se me había legado”. En el norte, Sesostris III también fue más allá que sus predecesores: además de luchar contra libios y beduinos, emprendió la única campaña ofensiva del Imperio Medio en Asia, contra la ciudad de Sekmen, en el corazón de Palestina.
La decidida intervención militar de los faraones había dado sus frutos: al sur no sólo habían detenido las incursiones de los nubios, sino que habían devuelto a Egipto el control de las importantes minas de oro de Nubia, mientras que en Asia habían restablecido el dominio egipcio sobre la zona del Sinaí y sus minas de turquesas y cobre.
Las relaciones con el exterior
Las relaciones de Egipto con el exterior no se circunscribieron a la esfera militar. La actividad comercial tuvo gran importancia: son muchos los productos manufacturados egipcios que encontramos en la zona del mar Egeo, como sucede con la isla de Creta, y en el Próximo Oriente, por ejemplo, en Biblos, en la costa del actual Líbano.
Pero las relaciones con el exterior no se limitaban a los contactos comerciales: también comportaron movimientos migratorios. Durante el Imperio Medio empezó a llegar a Egipto mano de obra extranjera, como prueba la tumba del monarca Cnumhoptep en Beni Hasan. En su decoración aparece una caravana de asiáticos con sus familias entrando en Egipto de manera pacífica. Su destino era el Delta, donde los faraones construían diversos dominios rales y necesitaban mano de obra barata. Este contingente de procedencia asiática se iría infiltrando en todas las capas de la sociedad hasta alcanzar su cúspide en tiempos de los faraones hicsos, los reyes asiáticos de la dinastía XV.
La supremacía del Dios Amón
Para los egipcios, el nombre del faraón desvelaba aspectos de la política que éste llevaría a cabo, o su inclinación religiosa. Mentuhotep, “Montu está satisfecho”, el nombre de los primeros faraones del Imperio Medio, nos habla de los orígenes de la dinastía XI. Montu, de quien eran devotos, era un dios guerrero de la ciudad de Tebas, que estos reyes convirtieron en la capital de Egipto.
Pero Montu fue desbancado muy pronto por otra divinidad de carácter oculto, cuya visión estaba vedada al común de los egipcios. El dios Amón, que la dinastía XII adoptó como protector de la monarquía y al que convirtió en el dios nacional de Egipto. Montu fue relegado a segundo plano, y se empezó a construir el gran santuario de Amón en Karnak. Del reinado de Sesostris I data la construcción más antigua que se puede observar en dicho recinto: la capilla Blanca, destinada a albergar la barca portátil de Amón, utilizada durante las procesiones de esta divinidad. Mientras florecía el culto a Amón en Karnak, se erigía otro centro religioso en Abydos, a unos cien Kilómetros al norte de Tebas, como lugar de culto al dios funerario Osiris. Durante el Imperio Medio, el culto a esta divinidad del Más Allá conoció un gran auge, estrechamente vinculado con la llamada “democratización del Más Allá”, el fenómeno más interesante que registra el Imperio Medio en el campo de las creencias religiosas. Durante el Imperio Antiguo, sólo los miembros de la familia real y de clases superiores podían gozar de vida después de la muerte, la tumba, el ajuar funerario y los textos religiosos eran la garantía de supervivencias en la vida de ultratumba. Pero el Imperio Medio cualquier persona que contara con la protección que brindaba las fórmulas mágicas y religiosas de los llamados Textos de los Sarcófagos podía aspirar a la otra vida; estos escritos fueron llamados así porque se inscribían en el interior de los sarcófagos rectangulares de madera típicos de la época.
¿Y cómo accedían los soberanos a la vida de ultratumba? Desde el comienzo del Imperio Medio, los faraones quisieron reforzar los lazos con sus antecesores, para lo que imitaron las costumbres antiguas. En este caso, los soberanos construyeron pirámides como lugar de reposo eterno, al igual que habían hechos los reyes del Imperio Antiguo. Pero el material y las técnicas que se emplearon eran diferentes; se utilizó principalmente el adobe, que no es tan resistente como la piedra. El resultado fue la destrucción de la mayoría de las pirámides de este período, de las cuales tan sólo se conserva el núcleo y parte de su revestimiento de piedra caliza. Además, el aumento del nivel de la capa freática ha dañado irreversiblemente estas estructuras e impide el acceso a su interior.
La incógnita final
El Imperio Medio fue una época de gloria para Egipto, durante la que el país recobró el impulso que había conocido en el Imperio Antiguo. Pero el final de este período es mal conocido. El último faraón de la dinastía XII fue una mujer, Sobekneferure. Siguió la dinastía XIII, en la que se sucedieron unos 60 reyes que reinaron sobre la mayor parte de Egipto –aunque quizás no lo gobernaron- hasta que la unidad del país del Nilo se quebró definitivamente hacia 1644 a.C. con la llegada al poder de los faraones extranjeros: los hicsos.