Un gato negro se nos aparece en el camino y rápidamente cambiamos de ruta para no cruzarnos con él; nos topamos con una escalera abierta en medio de la calle con espacio suficiente para pasar por debajo y damos un amplio rodeo para evitarla; se derrama la sal en la mesa y de inmediato cogemos un pellizco, que termina en el suelo a nuestra espalda arrojado sobre nuestro hombro derecho… Como éstas hay otros miles de supersticiones más que muchos conocen y algunos, incluso, se creen.
Si esto sucede en nuestra sociedad moderna y científica, ¿qué no acontecería en el antiguo Egipto, donde las partes incomprensibles del mundo físico sólo cobraban sentido gracia a los mitos y la magia?
La escasez de documentos, sin embargo, nos dificulta saberlo. En el antiguo Egipto, como ahora, las supersticiones pertenecían sobre todo al mundo de la transmisión oral, y no son muchos los fragmentos escritos o físicos que nos han quedado de ellas.
Miles de amuletos
Las pruebas más evidentes y abundantes de estas prácticas supersticiosas las encontramos en los innumerables amuletos de todo tipo que aparecen por doquier en Egipto, en estratos que van desde el período predinástico hasta la Baja Época; son tantos que en algunas clasificaciones podemos encontrar hasta 275 tipos diferentes.
El objetivo del amuleto es ofrecer a su portador seguridad contra algún tipo de amenaza. En algunas ocasiones puede ser algo concreto, como un trabajador que se marcha al desierto y teme ser mordido por una serpiente o picado por escorpión; en otros se trata de un amuleto contra las desgracias en general, desde el miedo por una mala caída a la rotura de un hueso, pasando por el temor a que un espíritu malvado nos provoque un aborto. En muchas ocasiones, la forma del amuleto tiene que ver con un mito, que es el que le otorga su valor y capacidad protectora. Por ejemplo, llevar un loto -una flor que durante el día flota plácida sobre la superficie del agua y por las noches se cierra y se sumerge en las profundidades- implicaba llevar consigo la capacidad para renacer una y otra vez.
Algo más de fortuna tenemos con la magia y el modo en que los egipcios la utilizaban, pues aparece en una amplia variedad de documentos: papiros médicos estelas funerarias, textos religiosos… En ocasiones, el detalle de estos textos es tal, que incluso nos permite conocer el ritual seguido, el material empleado y las palabras pronunciadas para asegurarse de que la magia tuviera lugar y fuerza eficaz.
Vudú a la manera egipcia
Sobre los malos usos de la magia tenemos un ejemplo perfecto. Está recogido nada menos que en un papiro donde se conservan las actas del juicio seguido contra los protagonistas de la conjura que casi termina con la vida del faraón Ramsés III. El objetivo era poner en el trono al hijo de una de las esposas secundarias del rey, la cual consiguió organizar desde el harén una trama magnicida en la que implicó a muchos notables de la corte.
Como el intento de magnicidio contra Ramsés III no tuvo éxito, los conspiradores fueron arrestados y sometidos a juicio. Sus declaraciones dejan bien claro que para triunfar utilizaron todos los medios a su alcance, incluido lo que hoy llamaríamos magia negra; con el objetivo de poder distraer y debilitar a los guardianes del faraón, uno de los conjurados fabricó unas figuritas de vudú, acompañadas de algunos conjuros escritos y de varias pócimas malignas. El papiro Rollin conserva su declaración: <
Este mismo papiro nos permite comprobar también el poder mágico que los egipcios otorgaban a la palabra escrita, capaz por sí sola de asegurar el ostracismo eterno de una persona. El acusado que guardó las figuritas de cera se llamaba Pay-Bak-Kamen, nombre que significa <
Dado que su obligación era la de mantener el orden del mundo, la maat, e impedir que el caos se adueñara de todo, el mismo faraón usaba las artes mágicas para debilitar y atacar a su enemigos a distancia. Es lo que se conoce como rituales de execración. Y cabe pensar que, en circunstancias especiales, eran realizados personalmente por el rey. Es el mismo tipo de ideología que nos permite ver al soberano, en las fachadas de los pilonos de los templos, machacar con una maza a los enemigos que tiene a sus pies y agarrados por los cabellos. El poder de esta magia a distancia fue tal que terminó siendo incluida en los Textos de los ataúdes, con el objetivo de que los enemigos del difunto no le impidieran acceder al más allá: <
Por fortuna, la magia egipcia no sólo era utilizada para causar mal a alguien. En realidad, prácticamente siempre se empleaba para justo lo contrario, como vemos en los papiros médicos. En ellos la magia es un elemento más del proceso curativo, que funciona al equiparar un episodio acaecido en el mundo divino con lo que está sucediendo en el mundo mortal, donde gracias al ensalmo se espera conseguir el mismo resultado que en el caso de los dioses. Un ejemplo del Papiro Edwin Smith: <
Otro uso igual de benigno de la magia fue el de conseguir los afectos de la persona amada. Este tipo de hechizos de amor son más conocidos en época ptolemaica y romana, pero por fortuna conocemos uno de época faraónica (conservado en el Ostracon DM 1057). El texto transcrito en este documento reza así:
<< ¡Salve, Re-Horakhty, padre de los dioses! ¡Salve, Siete Hathor que estáis adornadas con banda de lino rojo! ¡Salve, dioses, señores del cielo y la tierra! Vamos, haced que… (Aquí se escribe el nombre de ella), nacida de…(sigue el nombre de sus padres) venga detrás de mí como una vaca tras el forraje; como una sirvienta tras sus hijos; como un pastor tras su rebaño. Si ellos no hacen que venga detrás de mí, prenderé fuego a Busiris y quemaré a Osiris>>.
No sabemos si el hechizo fue efectivo o no, pero desde luego nos ofrece una imagen muy vivida de los egipcios, volviéndolos menos enigmáticos y mucho más mundanos, a pesar de la magia que los rodeaba.