lunes, 18 de enero de 2010

EGIPTO PARA NIÑOS I

Sabíais que en el Antiguo Egipto existían niños? Algunos trabajaban en los campos o en otros oficios ayudando a sus mayores; otros, los más ricos, iban a la escuela y estudiaban duramente desde muy pequeños para aprender a leer y a escribir. Al igual que la mayoría de vosotros, estudiaban matemáticas, aunque os aseguro que no tenían el material y los libros con los que ahora contáis. Pero también tenían su tiempo para jugar.
Aquí podréis conocer la Historia de Egipto, sus faraones más importantes y su panteón de dioses. Os facilitaremos una biblioteca para que veáis que también se escriben libros sobre Egipto dirigidos a todos vosotros. Conoceréis los cuentos y leyendas egipcios más populares.
HISTORIA
1-LOS TEMPLOS
Como en todas las civilizaciones antiguas, los egipcios tenían muy presentes en su vida a los dioses. El mejor ejemplo que tenemos de ello son los numerosos templos que nos han dejado, aunque en realidad esto tiene trampa, porque la mayoría de los templos que todo el mundo visita cuando va a Egipto no son de época faraónica, sino de época ptolemaica, muchos siglos posteriores. La verdad es que esto no tiene mucha importancia, porque son exactamente iguales. Los Ptolomeos eran de origen griego, pero para gobernar Egipto se comportaban como faraones y por eso construían templos como los antiguos.
Los templos egipcios siempre están formados por los mismos elementos. En algunos casos, varios faraones consecutivos decidieron ampliar un templo ya existente, como sucedió en Karnak. Lo que se hacía entonces era repetir alguno de los elementos ya existentes como los pilonos o las salas hipóstilas.
Lo primero que uno veía al llegar a un templo egipcio era el embarcadero, construido junto a la orilla y desde donde partían y a donde llegaban los barcos que transportaban la estatua del dios durante las procesiones. En el embarcadero nacía una calzada que conducía hasta la entrada misma del templo. Este camino podía estar decorado a ambos lados con esfinges de piedra, es decir, estatuas de león con cabeza de carnero o de ser humano. La función de estas estatuas era proteger mágicamente el acceso al templo, para que nada malo le pudiera suceder al dios ni al edificio. En diversos puntos de la calzada solía haber lo que se conoce como quioscos, que son más unas pequeñas habitaciones de piedra con dos entradas. En ellas se detenían a descansar los sacerdotes que cargaban con el dios durante las procesiones. Entraban por una fachada y salían por la otra, ¡así no tenían que hacer maniobras!
El primer elemento del templo propiamente dicho es el pilono. Una gran fachada en forma de trapecio (un rectángulo con la parte de abajo más larga que la parte de arriba) con una gran puerta en el centro. La fachada estaba decorada con relieves de los dioses y el faraón y con cuatro grandes mástiles de madera con un gallardete de tela en el extremo. Justo delante del pilono podía haber estatuas gigantes u obeliscos, esas grandes agujas de piedra con jeroglíficos en los lados.
Al cruzar la puerta se penetra en un patio a cielo abierto, pero rodeado por un pórtico con columnas. Esta zona es la única donde podían entrar las personas normales. El resto del templo estaba destinado sólo a los sacerdotes.
Al fondo del patio había otra puerta, que conducía a la sala hipóstila, una palabra que significa «llena de columnas». En este caso la habitación sí tenía techo, pero con unas pequeñas ventanitas en el techo para dar un poco de luz. Al fondo había otra puerta, que daba paso a la última parte del templo, la más sagrada. Allí estaba el sancta sanctórum, rodeado por unos pequeños almacenes donde se guardaban los elementos utilizados en el culto. La estatua del dios se encontraba dentro de un armario de piedra llamado naos. Todos los días, el sacerdote principal del templo, el único que podía entrar allí, abría las puertas y lavaba, vestía, maquillaba y presentaba ofrendas a la estatua del dios. Al terminar, el sacerdote sellaba las puertas del naos y salía del sanctasanctórum.
Un detalle curioso de los templos egipcios es que, según se va penetrando en ellos, el suelo se va alzando y el techo va descendiendo (siempre en horizontal), al mismo tiempo que disminuye la cantidad de luz que penetra en las habitaciones. El extremo del templo, donde estaba la estatua del dios, era oscuro, silencioso y lleno de misterio.
2-EL VALLE DE LOS REYES
El Valle de los Reyes es el lugar donde se enterraron la mayoría de los faraones del Reino Nuevo, es decir, de esa época en la que el antiguo Egipto era un imperio que se extendía por la costa oriental del Mediterráneo (las dinastías XVIII, XIX y XX). Fue allí donde se enterraron, por ejemplo Tutmosis III, Tutankhamon o Ramsés II.
Al principio, durante el Reino Antiguo y el Reino Medio, los reyes egipcios se enterraron en pirámides construidas en la parte norte del país, cerca de Menfis, que era la capital. Tras edificarse las últimas pirámides, Egipto entró en crisis y los faraones perdieron su poder. Desde Asia llegó un grupo de gentes que dominaron la zona del Delta, eran los hyksos. Mientras tanto, la parte sur del país quedó en manos de una familia de gobernantes asentada en Tebas. Egipto quedó dividido en dos.
Como es lógico, los príncipes de Tebas se enterraron en su ciudad, en la orilla oeste del Nilo. Cuando la familia real tebana consiguió reconquistar todo el país y sus miembros se convirtieron en los nuevos faraones, decidieron que Tebas sería la nueva capital y que no seguirían construyendo pirámides, pues eran muy grandes y fáciles de robar si nadie vigilaba. Prefirieron enterrar sus momias en un lugar más apartado y discreto, donde nadie pudiera acercarse y estuvieran más seguras. El lugar perfecto lo encontraron en la orilla occidental de Tebas. Se trataba de un valle apartado y solitario con mucho espacio en su interior para excavar las tumbas y cuyo acceso era un pasadizo estrecho. Es lo que hoy conocemos como el Valle de los Reyes.
El cambio fue importante, pues al mismo tiempo decidieron que por un lado tendrían la tumba con la momia y por el otro el templo donde realizar el culto funerario diario. Sin embargo, las pirámides les seguían gustando mucho, como demuestra la montaña al pie de la cual se encuentra el Valle de los Reyes, que tiene esa forma. En árabe se conoce como El-Qurna, que quiere decir «El cuerno».
Todas las tumbas del Valle de los Reyes están numeradas según el orden en el que fueron descubiertas. La última de todas fue la de Tutankhamon, que hace la número 62. Los egiptólogos las conocen por su número y una abreviatura que ponen delante, las letras KV, que son las siglas de «King Valley», Valle de los Reyes en inglés.
Todas las tumbas del Valle son diferentes, pero según su estructura se pueden dividir en dos grupos principales. Las más antiguas tienen mucha pendiente y comienzan con un pasillo recto. Después de varios corredores y escaleras, el corredor gira hacia la izquierda y es allí donde se encuentra la cámara funeraria. Este tipo de tumba se construyó durante la XVIII Dinastía. El segundo tipo de tumba es completamente recta y tiene poca pendiente, son como un largo corredor, con escaleras, pasillos y habitaciones unas detrás de otras. Este tipo de tumba fue el que se construyó durante la XIX y la XX Dinastías.
Las tumbas, no importa del tipo que sean, están decoradas con relieves y fragmentos del Libro de los Muertos y otros textos funerarios. Estos textos son como una especie de guía de viajes para llegar al Otro Mundo, pues en ellos se le explica al faraón cuál era el camino que tenía que seguir y el modo de sortear los obstáculos que pudieran presentársele. De este modo el faraón podía estar seguro de que su alma llegaría intacta al Más Allá para vivir eternamente.
3-EL EJERCITO EGIPCIO
Seguro que si os digo que en el antiguo Egipto no tenían ejército os costará creerme. Ya me estoy imaginando vuestras caras de no fiaros nada de nada y un bosque de manos alzadas y cientos de preguntas: Entonces ¿cómo pudieron conquistar su imperio? ¿En la Biblia no se habla del ejército de Ramsés II? ¿No hay un montón de relieves en los templos y mastabas donde se ve a los soldados egipcios atacando a sus enemigos? Vale, lo confieso, es un pequeño embuste. Los egipcios sí tenían ejército, pero al principio era un ejército un poco «birria». Cuando digo esto no me refiero a que no fueran buenos soldados, sino al hecho de que no era un ejército permanente.
Durante los primeros momentos de la historia de Egipto, el Reino Antiguo y el Reino Medio, es decir, la época de las pirámides, los faraones no disponían de soldados profesionales. Era como la «mili» de hace unos años, todos eran soldados no voluntarios, llamados a filas cuando se los necesitaba. Cuando Egipto era atacado o había que organizar una expedición contra alguno de los enemigos tradicionales de Egipto (los pueblos de Nubia, Canaán, Libia o los nómadas del desierto), los funcionarios del faraón reunían a un grupo de hombres y, sin un entrenamiento militar exhaustivo, lo enviaban a cumplir la misión.
Esto significaba, además, que las campañas militares tenían lugar cuando las condiciones agrícolas y el clima lo permitían. Por ejemplo, para ir a combatir a Nubia, donde el calor es enorme, se prefería la época del invierno y la primavera, cuando las temperaturas no eran tan altas. En cambio, para atacar la zona de Siria-Palestina se elegía el verano, después de haber recogido la cosecha. Ser soldado y agricultor tenía sus desventajas, sobre todo desde el punto de vista del ejército. Pero durante la Antigüedad era algo habitual. Durante los primeros años de la república romana pasó lo mismo y aún así conquistaron un gran imperio.
Afortunadamente para los egipcios, los pueblos a los que se enfrentaban contaban con el mismo tipo de formación militar, por lo cual en sus enfrentamientos salían victoriosos casi siempre. Al menos eso es lo que nos dicen los textos egipcios. Claro, que en muchas ocasiones leerlos es como pedirle a un hincha de un equipo de fútbol que nos cuente el partido: la culpa siempre es del árbitro. Este es uno de los motivos por los cuales al leer un texto histórico hay que analizarlo en profundidad e intentar averiguar la parte de verdad que contiene.
Pese a todo, no dejéis que os engañe la imagen de un ejército no profesional. Los soldados egipcios eran capaces de llevar a cabo tácticas y estrategias complejas. Para que os hagáis una idea, Uni, un funcionario de la VI Dinastía al que el faraón el encargó dirigir una campaña militar, fue el primer general que puso en práctica una táctica que luego han venido repitiendo todos los ejércitos del mundo, desde las legiones romanas hasta los «marines» norteamericanos: un ataque en pinza para rodear al adversario, acompañado del desembarco de tropas desde barcos de transporte. Exactamente igual que en Normandía durante la II Guerra Mundial ¡Modernos los egipcios!, ¿a que sí?
Las cosas cambiaron con la llegada del Reino Nuevo (la época de Tutmosis, Tutankhamon, Ramsés, etc.). Egipto se convirtió entonces en una de las superpotencias de la época y luchó por la supremacía en el Mediterráneo oriental con los hititas, los mitanios y otros poderosos imperios. Evidentemente, para enfrentarse con ellos no bastaba con un grupo de soldados reunidos apresuradamente y sin mucho entrenamiento. Ahora se necesitaba un ejército profesional y bien preparado.
Estos soldados se entrenaban con dureza y conocemos textos en donde se describen las caminatas, carreras y sufrimientos de la infantería egipcia. También había cuerpos especiales; soldados que sufrían un entrenamiento específico en un arma concreta, en este caso el uso del arco y las flechas. No era el único cuerpo de élite del ejército egipcio, pues la armada y sus barcos tenían mucho prestigio; quizá más, tenían los encargados de conducir los «tanques» de la época: el carro tirado por caballos. Sin embargo, estos animales no eran montados por soldados, por lo cual no existía la caballería. Dirigir y atacar al enemigo sobre un caballo sin los estribos es muy complicado y es fácil desmontar al jinete.
En cada carro iba un conductor, encargado de manejar y dirigir la máquina, además de un soldado que disparaba flechas y lanzaba jabalinas contra los enemigos. El carro de guerra no fue un invento egipcio. Se trata de un arma que introdujeron en Egipto los hyksos, un pueblo asiático que llegó a controlar el Delta durante el Segundo Período Intermedio. Esto quiere decir que los soldados del faraón no eran los únicos que contaban con esta nueva arma. Los hititas, archienemigos de los egipcios en esta época,también los tenían; pero los suyos eran un poco más grandes, pues llevaban a tres personas: el conductor, el arquero y un escudero encargado de protegerlos a ambos de los ataques del adversario.
Al contrario que otros soldados del período, los egipcios no solían vestir armaduras protectoras, sólo sus espadas, sus lanzas y la típica faldita corta. Por no llevar no llevaban ni casco. En ocasiones se protegían con camisas de cuero y polainas, pero eran las menos. Su principal arma defensiva era el escudo: un armazón de madera de forma rectangular con una parte curva, recubierta con una piel de vaca muy tensa. A pesar de su aparente fragilidad, era una defensa bastante efectiva contra las armas de la época.
El capitán general del ejército era el faraón y el segundo al mando el visir. Después estaban los generales y por debajo de ellos otros oficiales, como los comandantes de división, los portaestandartes, el comandante de los arqueros, los comandantes de los fuertes, etc.
La unidad militar básica era un grupo de cincuenta soldados, dirigidos por un oficial. Cinco de estos grupos formaban una compañía, dirigida por un comandante con la ayuda de un escriba militar. Una división, o cuerpo de ejército, estaba compuesta de veinte compañías y constaba en total de 5.000 soldados, dirigidos por veinte oficiales superiores y un general. En campaña, los egipcios disponían de cuatro divisiones (las de Ramsés en la batalla de Kadesh se llamaban: Amón, Ra, Seth y Ptah), lo que significaba 20.000 soldados bien entrenados y ansiosos por enfrentarse al enemigo.
Terminada la batalla, los egipcios recurrían a un sistema un poco peculiar para conocer cuantos soldados contrarios habían muerto: les cortaban el pene y luego los amontonaban para que los escribas recogieran en sus papiros las cifras oficiales de muertos. Y es que siempre ha ocurrido lo mismo, los generales dirigen las batallas y se llevan la gloria, pero son los sufridos soldados quienes pierden la vida.
4-EL VALLE DE LAS MOMIAS DE ORO
El cuidador observaba con atención cualquier movimiento que pudiera ver cerca del palmeral. Llevaba varios minutos buscando a su burro que, en un momento de distracción, había huido de su radio de vigilancia. Entonces, un pequeño estruendo se pudo escuchar en la lejanía entremezclado con el sibilante canturreo del hamsin, el viento del desierto.
Mientras se acercaba a un montículo cercano al oasis, aquel hombre pudo oír cómo el sonido del animal se iba haciendo más audible. No muy lejos descubrió una gran fosa en el suelo desde donde su inseparable burro, en silencio, le miraba sorprendido.
Desde arriba el cuidador pudo ver que junto al burro había cientos de piedras doradas. Extrañado por el insólito descubrimiento de su compañero, el hombre descendió para rescatar al animal y estudiar detenidamente aquel misterioso conjunto pétreo. Pagaría cara su osadía. Al tocar aquello que él creyó ser piedra, comprobó realmente que se encontraba ante un grupo de momias cubiertas de oro. Asustado por las supercherías y leyendas que había escuchado desde niño, sacó al burro como pudo del agujero y huyó hasta la cercana ciudad de El-Bawiti. Poco después el Consejo Superior para las Antigüedades de Egipto destapaba la mayor necrópolis de momias humanas encontrada no solamente en el Valle del Nilo, sino en el mundo entero.
Aunque las excavaciones en el lugar llevaban realizándose desde 1992, corría el mes de junio de 1995 cuando sucedió la aventura del burro del guardia. Solamente cuatro años después, coincidiendo con el lanzamiento mundial de la película La Momia, se dio a conocer este sensacional hallazgo en el oasis de Bahariya, a 450 kilómetros al oeste de El Cairo, en pleno corazón del desierto líbico. A lo largo de cuatro galerías se descubrieron cientos de momias cubiertas de oro, lo que denotaba el elevado rango social de los allí sepultados. Esta circunstancia hizo a los arqueólogos que el lugar fuera bautizado como el Valle de las Momias de Oro.
El hallazgo se completó con ricos ajuares de vasijas y figurillas del geniecillo Bes, todo ello fechable en las postrimerías de la historia de Egipto (ca. 332 a. C.- 400 d. C.). Sin embargo, la verdadera riqueza de este descubrimiento casual, prácticamente idéntico al del poblado de los constructores de Gizeh, cuando una turista americana hundía las patas de su caballo en una tumba al sur de la conocida meseta cairota, está en la previsión de un hallazgo todavía mayor. El director de la excavación, Mohamed Ayadi, manifestó que en las galerías exploradas podrían albergarse más de 10.000 cuerpos. Estas momias, siguiendo la milenaria tradición egipcia instaurada por el dios de los embalsamadores, Anubis, han conseguido vencer el paso del tiempo, haciendo real uno de los sueños más anhelados por cualquier seguidor de los faraones: alcanzar la inmortalidad.
Hasta la fecha han aparecido cientos de tumbas repletas de momias anónimas. Es difícil saber cuántos cuerpos han aparecido ya que muchos estaban colocados sin cuidado unos encima de otros y el paso del tiempo ha mezclado los restos.
5-LA IMPORTANCIA DE LA CRECIDA DEL NILO
Climatología y efecto de la crecida del río
En la antigüedad, lo que hoy conocemos como desierto estuvo cubierto de hierba y había muchos animales como una especie de sabana africana. Pero el clima se volvió cada vez más seco transformándolo en el desierto de hoy en día. Por esa razón, el pueblo se trasladó de las tierras altas, hacia la ribera del valle del Nilo.
En Egipto, la lluvia era un fenómeno extraordinario y excepcional.Cada año, durante la época de las lluvias, se producía la crecida del Nilo, y con esta inundación anual las tierras se llenaban de limo que era lo que hacía fertilizar la tierra. Sin el Nilo, Egipto habría sido seguramente un desierto.
Las estaciones del año y la distribución del trabajo dependían de las inundaciones que sufría el Nilo.La primera estación comenzaba en julio con las inundaciones. En septiembre empezaba el tiempo de la siembra y germinación. Y el ciclo terminaba entre finales de abril y el mes de junio con la recolección.
El problema se planteaba al ser las inundaciones periódicas, pero no siempre regulares en cuanto a cantidad de agua se refiere. El cultivo de hortalizas y legumbres requería de esa agua en intervalos más o menos estables, lo cual no pasaba con los cereales, trigo y cebada que sí se podían almacenar por más tiempo.El riego de las tierras era imprescindible y el Nilo al no discurrir por todo Egipto sólo inundaba parte del territorio, por eso debían de ser regadas artificialmente. Para las zonas más accesibles se construyeron diques, los cuales también servían para controlar las inundaciones, y para las zonas más alejadas se construyeron canales de regadío.Más adelante, como las inundaciones eran impredecibles, se llegaron a construir las famosas presas que conocemos hoy en día.Los antiguos egipcios ignoraban que la crecida del Nilo estaba provocada por el deshielo de las montañas de Etiopía y por las lluvias de África. Según los antiguos egipcios este fenómeno era obra del dios Hapi.
Agricultura
El limo que dejaba a su paso la crecida hacía al país muy fértil, capaz de producir cereales suficientes para alimentarse y también almacenar grano para los posibles años de malas cosechas, cuando la crecida era escasa.La mayoría de los egipcios eran campesinos y su vida era muy dura. Debían pagar impuestos que se cobraban en especie, la mayoría de las veces la mitad de sus cosechas.
Los utensilios de labranza que usaban los campesinos eran muy rudimentarios:- arado o azada, para abrir la tierra- hoz de sílex o metal, para segar el cereal.
La economía como veis era profundamente agraria. Los principales cultivos eran el trigo y la cebada, las legumbres como las lentejas y garbanzos, y las hortalizas (lechugas, ajos, cebollas, etc).
Con el trigo hacían tortas planas o gachas; con la cebada hacían la cerveza, su bebida preferida.El pan y la cerveza eran los alimentos básicos en la dieta egipcia. Los panes tenían formas diferentes y algunos se elaboraban especialmente para los ritos religiosos, sobre todo para las ofrendas.Los campesinos podían también disponer de un pequeño huerto con garbanzos, calabazas, puerros, lechugas, cebollas y frutas como los dátiles, uvas e higos, incluso granadas.Los egipcios tenían gran cantidad de frutas y verduras pero no conocían aún ni las patatas ni los cítricos.El aceite solía ser de sésamo.
Ganadería
En cuanto a la ganadería los campesinos también criaban aves de corral y corderos que sacrificaban durante los días de fiesta. Palomas, patos y gansos completaban su fauna siendo platos muy populares que aparecen representados repetidamente en varias estelas funerarias.
Los bueyes y los toros eran animales sacrificados a los dioses igualmente, su carne era la más apreciada y la más cara para la mayoría de los egipcios por lo que no solía ser un alimento cotidiano.
Caza y pesca
Más accesibles al pueblo solían ser los animales cazados muchas veces por ellos mismos como antílopes, gacelas, liebres y otras aves como las codornices e incluso más exóticos como las grullas que después eran asadas, hervidas o guisadas según su propio gusto.
El Nilo era la vida de Egipto, los hombres cazaban aves en sus ciénagas y pescaban sus peces en los canales y en las marismas con redes o con anzuelo y sedal, sus habitantes dependían de los cultivos de sus tierras inundadas.El Nilo también ofrecía la posibilidad inmensa de su pesca que se hacía con redes o incluso con cañas con anzuelo como os he explicado anteriormente, truchas, carpas y todo tipo de peces frescos o limpios y dejados secar al sol o incluso en salazón representaban un plato exquisito y muy apreciado en sus mesas.
Carne, verduras, cereales, huevos, fruta, pescado... Mientras la crecida del Nilo fuera la correcta, la alimentación de los egipcios era bastante nutritiva y variada.
Como podéis leer, aquí se explica un poquito la importancia de la crecida en torno al río para la vida cotidiana de los egipcios.
6- LAS PIRÁMIDES
La gigantesca forma triangular de las pirámides se alza sobre el horizonte del desierto egipcio desde hace el doble de tiempo que la civilización cristiana. Eso es para que os deis cuenta de lo viejas que son. Fijaos que cuando nació Jesucristo las pirámides tenían ya más de dos mil años de antigüedad.
De modo que resulta lógico que todo el mundo las conozca y sepa cómo son; sin embargo, no todos saben por qué tuvieron que construirlas tan altas y grandes y, menos aún, con esa forma tan peculiar. Lo de la altura es fácil de comprender y lo de la forma un poquito menos, pero sólo un poquito ¡no os vayáis a creer!
Empecemos por el principio y para eso tenemos que mirar al cielo cuando es de noche. Si buscamos la Estrella Polar (ya sabéis, a cuatro veces la distancia de la parte baja de la Osa Menor hacia la derecha) vemos que a su alrededor hay un grupo de estrellas que no desaparecen del firmamento durante toda la noche. Se llaman estrellas circumpolares. No os asustéis de la palabreja, en realidad quiere decir “estrellas que se encuentran alrededor del polo”. Bueno, pues como a los egipcios les gustaba mirar el cielo y estudiarlo, resulta que se les ocurrió la idea de que, cuando moría, el espíritu del faraón subía al cielo y se convertía en una de esas estrellas. ¡Muy listos! Así el alma del faraón existiría para siempre. Esta es la primera pista para resolver nuestro acertijo sobre la forma de las tumbas reales egipcias.
Evidentemente, si querían que el alma del faraón llegara al cielo, lo mejor que podían hacer era ¡construirle una escalera! De modo que entre el arquitecto Imhotep y el faraón Djoser se inventaron las pirámides escalonadas. Sin embargo, ese tipo de edificios se construyó sólo durante la III Dinastía. No es que los faraones de las dinastías posteriores ya no quisieran subir al cielo ¡claro que querían! Lo que pasa es que preferían hacerlo de otro modo, un poco más sofisticado.
Los nuevos faraones consideraron que el dios más importante era Ra y pensaron que resultaría más sencillo y “chulo” subir al cielo utilizando uno de sus rayos como medio de transporte. El problema era qué forma darle a ese rayo de luz porque, ¿cómo son los rayos? Ahora veréis dónde se inspiraron los egipcios.
En Egipto las nubes no son algo muy habitual; pero, de vez en cuando, el cielo se cubre y oculta el brillo de Ra. No por mucho tiempo, es cierto, puesto que casi en seguida un rayo de luz atraviesa las nubes y Ra ilumina de nuevo la tierra. ¿Os habéis fijado alguna vez qué forma tiene ese rayo de luz que atraviesa una nube? ¡Claro que sí! Parece un triángulo. Es la siguiente pista de nuestro pequeño misterio. Sí, ya sé lo que estáis pensando, los triángulos de luz son planos y las pirámides tienen cuatro lados. ¿Os creéis muy listos, verdad? Je, je, pues sabed que esa respuesta me la sé, ya veréis como es muy sencilla y en cuanto os la cuente diréis: ¡Claro, si es lógico!
Veréis, hace miles de años cayó en el desierto egipcio un meteorito que chocó contra la tierra y que los sacerdotes egipcios recogieron y adoraron como si fuera un objeto procedente del propio dios sol. A ese meteorito, que tenía forma de cono (como un cucurucho puesto del revés) le pusieron el nombre de piedra Benben. Los egipcios creían que era un objeto cargado con mucha magia, por lo que lo adoraban en el templo de Ra, situado en Heliópolis. Ya tenemos la tercera pista del acertijo. Veamos otra.
La siguiente pista la encontramos en el modo tan peculiar que tenían los egipcios de hacer esculturas, que son como un poco cuadradas. El motivo es que a los egipcios las hacían para que se vieran sólo desde los lados, desde delante o desde detrás, de modo que no tenían que ser tan redonditas como las nuestras. Para hacerlas dibujaban en cada lado del bloque el dibujo de cada uno de sus lados: de frente, de perfil y de espalda, y luego iban quitando trozos de piedra hasta terminarla. Tranquilos, ya sé que se empieza a hacer pesado, pero nos estamos acercando al final del misterio. Sólo una cosita más y ya estamos.
A ver ¿cómo andaban los egipcios? De lado, evidentemente; bueno, al menos eso parece por sus dibujos. No creáis que es que no sabían dibujar mejor, simplemente es que les gustaba representar así a las cosas. Y es que su sistema les permitía dibujarlas a su modo, es decir, ofreciendo a la persona que las ve las partes más importantes del objeto, aunque una esté delante y la otra detrás. Es como en los cuadros de Picasso, en los que se puede ver a una señora de perfil, pero que tiene dibujada en la cara las dos orejas y los dos ojos, aunque todos sabemos que sólo se ve uno de cada. ¿Os imagináis ahora cómo dibujaban los egipcios un cono (ya sabéis la piedra Benben)? Exactamente, como un sencillo triángulo. Y ¿qué pasaba cuando dibujaban esa representación de un cono en las cuatro paredes de un bloque de piedra para hacer una escultura de la piedra Beben? pues que al final acababan esculpiendo una pequeña pirámide: cuatro triángulos. Es la clave que nos faltaba. Ahora tenemos todas las piezas para poder resolver el acertijo de por qué las tumbas reales tienen forma de pirámide.
Veamos:- tienen que ser altas- sirven para subir al cielo en un rayo de sol triangular- la piedra solar Benben que tiene forma de cono- los egipcios dibujan los conos como si fueran triángulos- los egipcios hacían las estatuas un poco cuadradas.
¿Qué nos da todo esto (además de dolor de cabeza de tanto pensar, claro)? Estoy seguro de que ya lo habéis adivinado, pero la respuesta al enigma de por qué las tumbas de los faraones tienen forma de pirámide es porque representan a un rayo de sol petrificado (de ahí la forma triangular de sus caras) utilizado por el alma del faraón para subir al cielo (de ahí que sean tan altas) y que, además, es una escultura gigante de la piedra Benben (de ahí la forma de pirámide). Fácil ¿verdad?
7-¿QUE SON LAS MASTABAS?

Mastaba es una de esas palabras extrañas de las que todo el mundo ha oído hablar, pero de las que uno nunca sabe exactamente a qué se refieren. Claro está que todos sabemos que está relacionada con el antiguo Egipto, eso está “chupao”; pero ¿a qué cuesta un poco más decir cómo es una mastaba y para qué servía?
En realidad la respuesta es muy sencilla: las mastabas son tumbas. De hecho, mastaba es el nombre moderno con el que los egiptólogos se refieren a ellas. La verdad es que los egipcios no las llamaban así. Entonces ¿de dónde viene la expresión? ¿No será que los egiptólogos son unos caraduras que se inventan palabras extrañas para presumir luego de lo mucho que saben? Bueno, en realidad a veces sí hacen eso, pero no en este caso. De hecho, la palabra mastaba es árabe y tiene origen egipcio. Ahora veremos de donde viene.
La civilización egipcia se conoce desde hace muchos siglos, aunque lo cierto es que sólo hace algo más de ciento cincuenta años que comenzó a ser estudiada de un modo científico por personas que dedicaban a ello todos sus esfuerzos. Las tumbas llamaron enseguida la atención de los excavadores. No sólo porque estaban allí, llenando de enigmáticas montañitas el paisaje desértico, sino porque en su interior se podían encontrar objetos de gran valor que se podían exponer en los museos.
El caso es que a finales del siglo XIX un importante egiptólogo inglés llamado W. M. F. Petrie (conocido por su mal genio y por lo bien que excavaba) desenterró muchas de esas tumbas, que por entonces aún no eran llamadas mastabas. Poco a poco comenzó a quitarles la arena de encima y a exponer su estructura a la vista. Se trataba de edificios rectangulares de una cierta altura que en ocasiones podían tener un gran tamaño. En realidad, ese edificio era sólo la parte visible de la tumba. La parte invisible era una habitación excavada en la roca justo al final de un pozo que atravesaba toda la mastaba, de arriba a abajo.
Petrie se refería a esos edificios como tumbas, pero cuando hablaba con sus obreros, que eran todos árabes, se dio cuenta de que ellos las llamaban mastabas. Petrie se quedó un poco desconcertado la primera vez que lo oyó; sin embargo, no tardó en darse cuenta de que era una palabra bastante adecuada para describir a las tumbas. En realidad no era una palabra nueva, sino que era el nombre que recibía una parte de las casas egipcias tradicionales.
Las casas egipcias eran de ladrillos de barro sin cocer (lo que se conoce como adobe) y en la fachada tenían, hecho también de ladrillo, un banco para sentarse a charlar, trabajar o tomar el fresco a la puesta del sol. Como su forma era exactamente la misma que la de las tumbas que estaban excavando, los trabajadores de Petrie comenzaron a llamarlas con ese nombre. Fue una decisión acertada, porque las describía perfectamente.
Petrie mencionó en sus libros y artículos la palabra y, al poco tiempo, todos los egiptólogos terminaron llamando mastabas a las tumbas egipcias construidas en medio del desierto (hay otro tipo de tumbas, excavadas en la roca que no se llaman así). La verdad es que no resulta extraño que la palabra les gustara tanto a los egiptólogos, porque, además de que es bonita y sonora, es muy concreta y no se utiliza para describir ningún otro tipo de edificio de la Antigüedad. Sólo en Egipto hay mastabas y si los demás quieren verlas, que vengan al valle del Nilo ¡faltaría más!
8-LA PIRAMIDE ESCALONADA DE SAKKARA
La pirámide escalonada de Sakkara es un poco rara, porque no parece una pirámide, sino más bien una escalera. La verdad es que eso es lo que los egipcios quisieron que pareciera, pues gracias a ella pensaban que el espíritu del faraón que la construyó, Dyoser, podría subir al cielo para reunirse con los dioses y faraones muertos.
Sin embargo, a Dyoser y su arquitecto, que es el famoso Imhotep, les costó algún tiempo decidirse a darle esa forma. Al principio construyeron un edificio cuadrado de una sola planta, luego lo ampliaron un poco y luego un poco más; pero siguió sin convencerles, de modo que encima le construyeron tres escalones. Ahora el edificio tenía cuatro pisos, pero Imhotep y Dyoser querían algo más impresionante, de modo que le añadieron dos más. Ahora sí estaban contentos, por fin habían construido lo que querían ¡un magnífico edificio de seis pisos!
Pero no sólo eso, por debajo del suelo también trabajaron mucho, la pena es que el terreno es tan débil que en la actualidad es peligroso bajar a verlo, por lo que las visitas se han prohibido. Lo más interesante de todo es la cámara funeraria del rey, construida con bloques de granito al fondo de un pozo de 28 metros de profundidad y rodeada por un laberinto de corredores que no conducen a ninguna parte. En la pared de uno de ellos se colocaron tres preciosas estelas de Dyoser, que son la pareja de las tres estelas que se encuentran en los corredores subterráneos de otro edificio del complejo: la Tumba Sur.
La verdad es que la tumba de Dyoser tiene un algo particular, porque es un recinto que tiene catorce entradas de mentira y sólo una de verdad. Además, cuando uno penetra en su interior se encuentra con muchos patios que rodean a la pirámide y, además, en esos patios lo que hay son edificios de mentira (en vez de ser huecos son macizos).
Lo más curioso de todo el complejo funerario de Dyoser (cuyo nombre egipcio es Netcherjet) es que era la primera vez que los egipcios construían un edificio todo de piedra. De modo que, como no estaban muy seguros de qué es lo que podían llegar a construir con ella, para construir la pirámide y los otros edificios hicieron bloques de piedra del tamaño de ladrillos de barro y comenzaron a construir con ello. Luego, cuando fueron cogiendo confianza y se dieron cuenta de hasta dónde podían llegar con la piedra caliza (esa es la que utilizaron), terminaron haciendo bloques bastante más grandes. Eso demuestra que nadie nace sabiéndolo todo, ¡ni siquiera los egipcios!
9-LA ESFINGE
La Esfinge es ese gran animalote con cuerpo de león y cabeza humana que se puede ver en la meseta de Guiza, junto al templo del valle del faraón Kefrén. Sin embargo, eso no significa que la mandara construir él. Los investigadores no se ponen de acuerdo al respecto y hay algunos que piensan que pudo mandarla construir el rey Keops, que fue quien se enterró en la Gran Pirámide.
En realidad quién fuera el constructor no importa demasiado (bueno sí importa, pero como por ahora no lo sabemos...), porque la Esfinge cumple perfectamente con su papel fuera el que fuera quien la construyera. ¿Y para qué servía? Pues muy sencillo, la Esfinge era nada más y nada menos que el perro guardián (sí ya sé que es un león) de la necrópolis. Aunque los accesos a las cámaras funerarias de las tumbas estaban protegidos por grandiosas losas de granito y toda la necrópolis rodeada por un alto muro de piedra que la separaba del resto del desierto, el faraón decidió que había que conseguir más seguridad todavía. Esa seguridad de poco le serviría unos centenares de años después, porque todas las pirámides de Guiza resultaron saqueadas.
El caso es que esa gigantesca estatua era tan bella e impresionante que poco a poco fue convirtiéndose en la mente de los egipcios en una representación de uno de sus dioses principales, Horus el del Horizonte. Dejó de ser un guardián para convertirse en un dios. Tan importante se hizo, que algunos faraones utilizaron el espacio existente entre sus patas delanteras para colocar una estela y un altar.
La estela nos cuenta una historia curiosa. Resulta que, cuando todavía era sólo uno más de los hijos del faraón, un príncipe estaba de caza en el desierto por los alrededores de la Esfinge, de la que sólo se veía la cabeza, pues el resto estaba enterrado bajo la arena. Cómo era el único sitio donde había una sombra, cansado, el príncipe se tumbó a su lado para echarse una siesta. Mientras estaba dormido, el dios se introdujo en su sueño y le dijo: “Si me liberas de mi prisión te convertirás en el faraón de Egipto”. De modo que, nada más despertarse, el príncipe se apresuró a mandar que un grupo de trabajadores se aprestara a quitar toda la arena que cubría el inmenso cuerpo de la Esfinge, que al poco quedó expuesta por completo a la vista de todos. Una vez liberada lo cierto es que ésta cumplió su promesa, pues el príncipe de la historia se convirtió en el faraón Tutmosis IV y, nada más serlo, consagró una estela que cuenta toda la historia entre las patas del monumento.
Los siglos continuaron pasando y el monumento seguía llamando la atención de todos cuantos iban a ver las pirámides, aunque no siempre podían verla, puesto que como la Esfinge se encuentra en una especie de hondonada, la arena del desierto se acumula a su alrededor con mucha facilidad, dejando sólo la cabeza visible. Eso no impidió que sufriera daños, y primero los griegos y luego los romanos restauraron el monumento. No todos los gobernantes de Egipto fueron tan cuidadosos con él. Por ejemplo, los soldados de los sultanes árabes utilizaron su nariz para hacer prácticas de puntería con un cañón. De modo que Obélix no tuvo nada que ver en ello.Hoy día el patio y los alrededores de la Esfinge sólo se pueden visitar con un permiso especial, pero es posible verla desde los laterales y la calzada de acceso de la pirámide de Kefrén y, no cabe duda de que sigue siendo ¡impresionante!
10-LAS PIRAMIDES DE LA MESETA DE GUIZA
Las tres pirámides más conocidas de todas las que construyeron los egipcios son las tres que se encuentran en la meseta de Guiza, justo al lado de la actual capital de Egipto, El Cairo.
Su fama se debe a dos cosas. La primera y más importante es que durante miles de años fueron los edificios más altos construidos por el hombre. Para que os hagáis una idea, la Gran Pirámide tiene casi exactamente la misma altura que la Torre Picasso de Madrid (ciento cincuenta metros de alto) y su base es tan grande que dentro caben ¡siete campos y medio de fútbol! Hasta el siglo XIX no se construyó en el mundo un edificio más alto. El segundo motivo es porque están muy bien conservadas y se puede entrar en ellas; algo que ya hacían los turistas romanos y griegos en la época en la que nació Cristo hace más de dos mil años. De las demás pirámides egipcias, y se construyeron muchas, sólo otras tres quedan en pie, el resto se ha convertido con los siglos en montones de cascotes.
Las pirámides de Guiza sirvieron para enterrar en ellas a tres faraones egipcios, Keops, Kefrén y Micerino. Claro, que ese es el nombre con el que los conocían los griegos, en realidad, esos reyes se llamaban Jufú, Jaefre y Menkaure, pues así aparecen en todos los documentos que conservamos de ellos. Vaya lío ¿verdad?
La primera pirámide en ser construida en Guiza fue la de Keops y para ello los egipcios tardaron cerca de 23 años. Es un edificio formado por bloques de caliza, que es una piedra fácil de trabajar y cortar y que sirve también para hacer cosas como cal. Uno tras otro, los obreros del faraón apilaron más de dos millones de esos bloques para construir la tumba de su señor. La pirámide (la tumba) era el último de una serie de edificios que se distribuían en una línea recta de este a oeste. Juntos, esos edificios formaban lo que se conoce como el complejo funerario del faraón. Además de la pirámide había: un templo funerario (junto a la cara este de la pirámide), una calzada de acceso (junto a la cara este del templo funerario) y un templo del valle (junto al extremo este de la calzada de acceso).
El templo del valle, situado junto a un puerto comunicado con el Nilo, era a donde llegaba el cortejo del faraón con su momia. La calzada de acceso era un corredor, con techo y poca luz, que salía del templo del valle y llegaba hasta la entrada del Templo funerario. Servía para comunicar a los dos edificios y estaba decorado con relieves. El templo funerario era el edificio donde las estatuas del faraón eran adoradas cada día y recibían alimento en forma de ofrendas. Era muy importante, puesto que de esas ofrendas dependía que el espíritu del faraón pudiera vivir en el Más Allá. Eso creían los egipcios al menos.
La segunda pirámide de Guiza es sólo un poquito más baja que la Gran Pirámide. Sin embargo, cuando uno las ve juntas, esta segunda pirámide parece más alta que la otra. Esto es así porque su constructor, Kefrén, que era hijo de Keops, hizo trampas. Su pirámide es más pequeña, sí, pero como la construyó encima de un saliente de la meseta de Guiza parece que sea más alta que la otra. ¡Muy listo! También es un edificio de caliza y lo acompañaban esos otros tres edificios que ya hemos mencionado: templo funerario, calzada de acceso y templo del valle. El primero y el último de ellos todavía están en pie y se pueden visitar. Son preciosos.
La tercera pirámide de Guiza es la más pequeñita de todas, pues sólo tiene la tercera parte de altura que la Gran Pirámide. Esta pirámide la mandó construir Micerino, que era hijo de Kefrén y nieto de Keops. La parte inferior está recubierta de bloques de granito rojo y el resto del edificio es de caliza. Como el faraón se murió antes de llegar a terminarla, sus templos fueron acabados de prisa y corriendo con ¡ladrillos de barro! El templo funerario es muy grande y se puede visitar.
Lo más interesante de estas pirámides es que no fueron construidas por esclavos, como todo el mundo piensa, sino por obreros que recibían a cambio un sueldo del faraón. En realidad eran empleados del rey y él se encargaba de que les dieran de comer, les proporcionaran vestidos y les pagaran su sueldo con puntualidad. Incluso tenían médicos que se ocupaban de ellos y les arreglaban los huesos rotos y otras enfermedades. Sin embargo, eso no quita para que construir pirámides fuera un trabajo muy duro, tanto, que muchos de esos trabajadores tuvieron problemas de espalda.
11-LA ELABORACIÓN DE LA CERVEZA EN EGIPTO
En el Antiguo Egipto, la cerveza, hnkt, formó una parte importante en la dieta diaria de los egipcios. Las inscripciones más antiguas revelan que tanto ésta como el pan constituyeron el "alimento" por excelencia de esta población. Inclusive, la palabra egipcia para expresar alimento, s3b, incluye los determinativos (signos que determinan la esencia o condición de una cosa o persona) de pan y cerveza.
Asimismo, la cerveza constituyó una de las principales ofrendas, junto al pan, que eran colocadas en sus tumbas para la vida después de la muerte. En las inscripciones funerarias, luego de la invocación de una fórmula de saludos u ofrendas, se agregaba a menudo, la expresión "pan y cerveza", con el significado de "alimento" o "vida". También, esta bebida fue una ofrenda importante entregada a los dioses y fue colocada en tumbas de particulares y altos funcionarios.
La invención de la cerveza fue atribuida a Osiris, el dios de los muertos y de la agricultura en Egipto. Esta asociación no es casual. La muerte y la vida están estrechamente vinculadas en la mitología egipcia, relacionada con Osiris y la renovación del ciclo agrario ante la llegada de la inundación del Nilo. En cambio, otras tradiciones sostienen que fue la diosa Hathor quien elaboró "con sus propias manos" la cerveza, con "lo que ella escuchó era realizada", probablemente cebada o trigo.
Las pinturas halladas en las tumbas egipcias (como en la Mastaba de Ty, en Saqqara) revelan que esta bebida fue elaborada en las viviendas de particulares o por especialistas o cerveceros, cuando estaba destinada a los funcionarios del estado, constituyendo parte de sus raciones diarias. El proceso egipcio de la elaboración de la cerveza comenzaba con la preparación de tortas parcialmente cocidas de pan de cebada, que eran colocadas sobre una placa o tamiz, puesto en la boca de una cuba o tinaja grande. Luego, se derramaba sobre ellas gran cantidad de agua, hasta que la masa se disolvía y drenaba lentamente en la cuba. La mezcla resultante era dejada reposar en un lugar cálido, hasta que la preparación fermentaba. El líquido resultante era colocado en ánforas, que eran selladas para su posterior almacenamiento y transporte.
Algunos historiadores (como Herodoto y Diodoro) consideraron que la cerveza fue elaborada a base de cebada; mientras que otros (como Plinio) sugirieron que fue realizada con "grano", refiriéndose al trigo. En 1990, especialistas de la Universidad de Cambridge llegaron a la conclusión que los egipcios elaboraron cerveza con uno u otro de estos cereales: cebada o trigo. A menudo, una variedad de frutas y condimentos como dátiles, higos, miel y especies, fueron agregados a la cerveza para acelerar el proceso de la fermentación.
Una cerveza especial fue realizada en ocasiones excepcionales, como festivales locales y nacionales, celebrados en honor a Hathor (la diosa vaca), Sejmet (la diosa león) y Bastet (la diosa gato). Cuenta la historia que un emperador romano se dirigió al templo de Isis en la isla de Filé (al sur de Egipto), con el fin de cantarle a la diosa Hathor, la protectora de la música y la danza, la siguiente canción:"¡Oh, Señora del pan, que hizo cerveza y la preparó con sus propias manos, ya que es la Señora de ebrios, rica en fiestas, y la Señora de la música, a quien le gusta la danza!".
12-MOMIAS DE ANIMALES
Los antiguos egipcios, además de embalsamar los cuerpos de sus difuntos, también momificaban a sus animales. Lo hacían principalmente por motivos religiosos. Aunque era tal el cariño que sentían hacia sus mascotas (perros, gatos, etc.) que les llevaron a embalsamarlos e incluso a enterrarlos junto a sus propietarios.
En algunos animales, los egipcios veían la representación de sus dioses. Cada dios tenía un animal asociado a él, al cual se consideraba sagrado. Así, el dios Ptah podía manifestarse en un toro o el dios Sobek en un cocodrilo. A estos animales divinizados se les rendía culto en vida, y cuando morían se les preparaba un fastuoso entierro, en el que se les momificaba, se les dotaba de su sarcófago y de un ajuar repleto de joyas. Incluso existieron necrópolis destinadas a estos animales.
Al principio, sólo se momificaban algunos animales considerados más especiales, como el toro Apis en Menfis. Posteriormente, y sobre todo a en el Período Grecorromano, el número de animales a los que se rendía culto fue muy grande. Como ejemplo podemos mencionar el toro, perro, ibis, carnero, halcón, gato, pez y cocodrilo.
Los antiguos egipcios, además de embalsamar los cuerpos de sus difuntos, también momificaban a sus animales. Lo hacían principalmente por motivos religiosos. Aunque era tal el cariño que sentían hacia sus mascotas (perros, gatos, etc.) que les llevaron a embalsamarlos e incluso a enterrarlos junto a sus propietarios.
En algunos animales, los egipcios veían la representación de sus dioses. Cada dios tenía un animal asociado a él, al cual se consideraba sagrado. Así, el dios Ptah podía manifestarse en un toro o el dios Sobek en un cocodrilo. A estos animales divinizados se les rendía culto en vida, y cuando morían se les preparaba un fastuoso entierro, en el que se les momificaba, se les dotaba de su sarcófago y de un ajuar repleto de joyas. Incluso existieron necrópolis destinadas a estos animales.
Al principio, sólo se momificaban algunos animales considerados más especiales, como el toro Apis en Menfis. Posteriormente, y sobre todo a en el Período Grecorromano, el número de animales a los que se rendía culto fue muy grande. Como ejemplo podemos mencionar el toro, perro, ibis, carnero, halcón, gato, pez y cocodrilo.
Además de enterrar a sus mascotas momificadas junto a ellos, los antiguos egipcios también tenían algunos cementerios destinados a los animales sagrados. Un ejemplo es la necrópolis de Tuna el_Gebel donde depositaban en nichos las momias de ibis y de babuinos. Estos animales representaban al dios Thot, dios de la escritura, adorado en Hermópolis Magna, ciudad cercana a esta necrópolis. Desde la dinastía XIX hasta el Período Ptolemaico, los egipcios ofrendaban al dios Thot momias de estos animales en ese lugar.Las momias de ibis se enterraban en sarcófagos de madera o en jarras de cerámica. Su cuerpo se envolvía en finas tiras de lino y a veces se colocaban en la cabeza una máscara dorada.En esta necrópolis también se han encontrado momias de halcones y de cocodrilos.
Pero el lugar de enterramiento de animales más importante que existe en Egipto es el Serapeum de Saqqara, donde se enterraban a los toros Apis. Se trataba de una inmensa galería subterránea llena de anchos nichos que recogían a estos animales sagrados una vez momificados. Fueron tan importantes que se abrió una avenida de esfinges que conducía desde la ciudad de Menfis hasta el propio Serapeum.El culto al toro Apis estuvo unido al del dios Ptah, dios principal de Menfis. Apis era un animal tan importante que vivía en un palacio. Recibía las atenciones de sus sacerdotes, y a su muerte, era cuidadosamente momificado. Recibía el ritual de embalsamamiento, era introducido en un enorme sarcófago de granito y enterrado en su tumba. Se le acompañaba de un importante ajuar funerario.Cerca se localizaron otros cementerios destinados a chacales y gatos momificados.
13-LA MOMIFICACIÓN
Los antiguos egipcios creían en la vida después de la muerte. Pensaban que el alma del difunto viajaba hacia el Más Allá. Cuando una persona moría en el Antiguo Egipto, su cuerpo se conservaba mediante el proceso de momificación. Pero sólo los egipcios más ricos, además del faraón y su familia, podían encargar su momificación, ya que era muy costosa. Todo este proceso duraba 70 días.
Muchas veces habréis visto en las películas la famosa imagen de una momia. Vamos a descubrir qué eran en realidad las momias y cómo se hacían. Para ello, primero debemos conocer el significado de la palabra momia. Procede del persa mummia, que significa "cosa bituminizada", por eso tienen la apariencia obscura. De esta vocablo persa, se deriva la palabra árabe múmmiya, de "mum", betún o cera mineral, sustancia que se empleaba muchísimo durante la momificación de los cuerpos.
Conocemos el proceso y técnicas de momificación a través del estudio realizado sobre las momias, imágenes en tumbas y templos, y por la descripción realizada en los relatos de Heródoto, viajero e historiador griego del siglo V a.C. También existen dos papiros que nos hablan, de forma incompleta, del ritual del embalsamamiento.
¿Cómo se llevaba a cabo el proceso de momificación?Dos o tres días después de la muerte, el cuerpo era llevado a los embalsamadores, quienes trabajaban a orillas del Nilo, ya que necesitan agua en abundancia. Se colocaba al difunto sobre una mesa de piedra o de madera, e incluso de alabastro, cuyas patas y su decoración tomaban la forma de león. También se empleaban otras más pequeñas para depositar los órganos del difunto.
Se lavaba el cuerpo y se procedía a la extracción del cerebro. A continuación, los órganos internos: el estómago, los intestinos, los pulmones y el hígado. Los envolvían en un paño de lino y se introducían dentro de los cuatro vasos canopos bajo la protección de cuatro dioses especiales, llamados “hijos de Horus”, representados en las tapas de estos vasos: - Duamutef, de chacal (estómago).- Qebehsenuf, de halcón (intestinos).- Hapy, de mono (pulmones).- Amset, de apariencia humana (hígado).
El corazón se dejaba dentro porque no debía separarse de su cuerpo, pues era el lugar donde residían los sentimientos, la conciencia y la vida. Aunque también podía ser sustituido por un escarabeo-corazón.
A continuación se cubría el cuerpo con natrón, una sal que lo desecaba. Este tratamiento duraba entre 35 y 40 días, de forma que el cuerpo totalmente deshidratado ya no se descomponía. Se rellenaba utilizando limo o serrín procedentes del Nilo o especias. Después se cosía, y a veces, lo cerraban con lino, una placa de cera o tratándose de un rey, con una chapa de oro. Se lavaba con agua del Nilo y se ungía con bálsamos aromáticos. Y ya se podía vestir al difunto.
Una vez realizados todos los pasos que hemos visto, el cuerpo se envolvía en vendas de lino impregnadas a veces en resina, mediante un ritual muy estricto. Mientras se realizaba este proceso un sacerdote que portaba una máscara del dios Anubis recitaba las fórmulas de encantamiento correspondientes.
"Te ponemos el perfume del Este, para hacer perfecto tu olor y poder seguir el olfato de Dios""Te traemos los líquidos que vienen de Ra, para hacer perfecto tu olor en la Sala del Juicio Final"
Comenzaban vendando los dedos uno por uno, las extremidades y por último el resto del cuerpo. Los brazos podían ponerse estirados a lo largo del cuerpo, o se cruzaban en el pecho en posición osiriaca. Se terminaba con la cabeza.Entre los vendajes se introducían amuletos y tiras de lino que recogían textos del Libro de los Muertos. A veces se envolvía el cuerpo ya vendado con un sudario (sábana) y se cubría con una red de cuentas de loza desde los hombros hasta los tobillos. Sobre el pecho se podían colocar un escarabeo alado y las imágenes de los cuatro hijos de Horus, los dioses protectores de los órganos internos.El cuerpo quedaba de este modo protegido:
"Saludos Osiris, que el ojo de Horus florezca en ti y en tu corazón siempre"
La cabeza de la momia se cubría por una máscara pintada, y en el caso de momias reales, la máscara funeraria podía ser de oro, como la encontrada en la momia de Tutankhamon.
Finalmente, la momia se introducía en uno o varios sarcófagos (encajados uno de dentro de otros) y se entregaba a la familia para comenzar con los ritos funerarios.
14-DINASTÍAS DE EGIPTO
Los orígenes de la Civilización egipcia se pierden en el tiempo, aunque es a partir del tercer milenio a.C. aproximadamente cuando empezamos a contar con unas inscripciones que nos permiten iniciar su Historia.
Antiguos historiadores, habían dividido la Historia de Egipto en diferentes períodos, y de esa manera hemos podido conocerla. Así, un conocido historiador llamado Manetón, agrupó a todos los gobernadores del Antiguo Egipto en 31 dinastías o familias gobernantes. Por ello, cuando estudiéis sobre la Historia de Egipto os encontraréis que fue una civilización dividida en imperios y dinastías; aunque también encontraréis períodos intermedios que se sucedieron en momentos en los cuales Egipto atravesó serias dificultades en su gobierno.
Otra cosa que debéis tener en cuenta a la hora de conocer la cronología de Egipto, y que encontraréis en muchos libros de contenido histórico, es el significado de dos abreviaturas que veréis al indicar las fechas de los diferentes períodos, y que muchos ya conoceréis.
Nosotros fechamos a partir del nacimiento de Cristo, pero esta no es la forma que emplearon en su momento los antiguos egipcios.Las fechas que son anteriores al nacimiento de Cristo, tendrán la abreviatura a.C.; y las posteriores a su nacimiento, serán d.C.
Hay que destacar tres importantes períodos dentro de la extensa cronología egipcia, aunque existieron muchas épocas y períodos antes y después:
- Imperio Antiguo- Imperio Medio- Imperio Nuevo
A continuación os presentaré una clasificación sencilla de las dinastías del Antiguo Egipto dentro de los diferentes períodos e imperios conocidos. Las fechas que os indico son aproximadas para que os podáis orientar, pero no exactas. Asimismo, destacaré los faraones más conocidos y acontecimientos que se sucedieron para que podáis ubicar más fácilmente cada período.
Tras el Tercer Período Intermedio os habréis encontrado con el Período Tardío y el Período Greco-romano. Sólo queda aclarar que dentro de ambos, existen varios períodos que no menciono dada su extensión, que vienen a ser aproximadamente los siguientes:
Período Tardío:- Período Saita, Dinastía XXVI- Primer Período Persa, Dinastía XXVII (I Dominación)- Período Indígena, Dinastías XXVIII a XXX- Segundo Período Persa (II Dominación)
Período Greco-romano:- Período Helenístico: Dinastías Macedónica y Lágida o Ptolemaica- Últimos Reyes Indígenas: Reyes de la Tebaida- Gobierno de los emperadores romanos
Si necesitáis ampliar vuestros conocimientos podéis recurrir al Proyecto Dinástico, donde veréis desarrollada de forma mucho más amplia la historia del Antiguo Egipto y sus diferentes períodos.
15-JUGAR EN EL ANTIGUO EGIPTO
Los antiguos egipcios, a pesar de trabajar duramente, también aprovechaban su tiempo libre para divertirse. Tenían diferentes tipos de juguetes, no muy distintos a los nuestros. Y les gustaba mucho jugar al aire libre, debido al clima cálido de Egipto. No menos importantes fueron los juegos de mesa, los cuales requerían un gran ingenio.
Juegos de mesa
El más importante del Antiguo Egipto fue el
juego del Senet, cuyo significado es "pasaje" o "tránsito", al que jugaban tanto reyes y nobles, como la gente del pueblo. Este juego de mesa constaba de un tablero dividido en 30 casillas (3 filas de 10 casillas), sobre el que se situaban 12 fichas similares a los peones de nuestro ajedrez, 5 con forma de cilindro y 7 con forma de cono. La fichas avanzaban el número sacado tirando unos palitos, redondeados por un extremo y planos por el otro, y ganaba el jugador que llegaba antes al final.Este juego aparece frecuentemente en las pinturas de las tumbas; y como ejemplo, tenemos una imagen de la reina Nefertari, esposa de Ramsés II, jugando al senet. También debió ser el juego favorito de Tutankhamón, ya que entre los objetos personales que encontraron en su tumba habían cuatro tableros.
Otro conocido juego de mesa es el juego de la Serpiente, con un tablero con forma de serpiente enroscada, en el que podían intervenir hasta 6 jugadores. Sus fichas solían estar grabadas con los nombres de faraones famosos, o incluso tener formas variadas de animales o simples bolas. Los jugadores comenzaban el recorrido del juego desde la punta de la cola que empezaba en el exterior, hasta llegar a la cabeza que se situaba en el centro del tablero. Este juego es similar a nuestro juego de la Oca actual.
El juego de las veinte casillas fue otro juego de mesa, en el que se utilizaban dos tipos de peones con cabeza de chacal representando al dios Anubis, y dos con cabeza del dios Bes. Usaban a modo de dado un hueso del pie (el astrágalo) y unos palitos que al lanzarlos contra los peones debían ser derribados.
Es una lástima no poder contar con las reglas de uso de estos juegos, aunque podríamos llegar a imaginar en qué consistían. Lo que es seguro es que se lo pasaban estupendamente.
Jugar al aire libre
A los egipcios les gustaba divertirse también al aire libre. Y demostraban ser muy deportistas ya que practicaban saltos de altura, lanzamiento de peso, atletismo o tiro con arco, incluso se entretenían realizando acrobacias. También les gustaba la lucha libre, y podemos verlo en multitud de escenas.
Otra práctica al aire libre eran los deportes acuáticos, en el Nilo, por supuesto. Los niños egipcios se dividían en equipos y jugaban a simular batallas, y de pie en las barcas, intentaban tirar a sus oponentes utilizando varas de madera o de cáñamo. También les gustaba pescar o hacer regatas... pero ¡cuidado con los cocodrilos y los hipopótamos!
En el Antiguo Egipto se utilizaba el boomerang, pero no como arma para el ejército, sino como deporte de caza de aves. Y para muestra de ello, este objeto aparece en el ajuar funerario encontrado en la tumba de Tutankhamón. Pero solía ser un artículo de lujo que posiblemente se exportara de fuera del país; de hecho, el signo jeroglífico que lo representa es determinativo de pueblos extranjeros.
Las niñas egipcias para entretenerse, preferían cantar y danzar al son de la música. Pero además, se sabe de un juego que practicaban las jóvenes conocido como el juego de la estrella o el tiovivo, en el que dos muchachas apoyadas indistintamente sobre las plantas de los pies o los talones, giran alrededor de otras compañeras, quienes por su parte las sujetan de las manos o las muñecas.Otro juego de acrobacia típico entre las niñas consistía en que cada jugadora se sentaba sobre las espaldas de su compañera respectiva lanzando pelotas a su contrincante. Es algo similar a lo que conocemos como "montar a caballito".
Juguetes
Es curioso... los niños y niñas egipcios tenían juguetes muy parecidos a los nuestros. Mirad si son antiguos que jugaban con pelotas y muñecas.
Sus juguetes favoritos, sin embargo, eran animales de madera pintados de colores vivos, especialmente caballos, leones, hipopótamos y cocodrilos. Un ejemplo de este tipo de juguetes, es un león de madera que abre y cierra su boca y que podemos encontrar en la colección de piezas que se conservan en el Museo Británico de Londres.Eran tesoros muy preciados posiblemente por estar hechos de madera, que era un material muy escaso. Otros juguetes se hacían con materiales más comunes, como la arcilla y el barro.


La mayoría de los pueblos de la antigüedad usaron un juguete muy habitual en vuestras casas: la pelota. ¡Los niños egipcios jugaban a la pelota! Y éstas se fabricaban con diversos materiales como papiro, caña, fibra vegetal, arcilla o madera, por ejemplo.
Otro juguete habitual era la muñeca. Ya en el año 3000 a.C. existían pequeñas figuras hechas de arcilla, hueso o madera. Incluso se han encontrado muestras evidentes de la existencia de una fábrica de muñecas en Kahun. Las más habituales estaban hechas de madera, con el cuerpo en forma de espátula, los brazos apenas formados y el cabello hecho de perlitas de barro. Algunas de época tardía tenían brazos y piernas articulados.Para los egipcios tenían un gran valor y por ello las ponían en las tumbas para que acompañaran al difunto en su viaje al Más Allá. Los artesanos las fabricaban sin pies para asegurarse de que no abandonaran la tumba, y así no podrían escapar.
Aunque muchos de los juguetes que os he mostrado fueran usados por los niños más ricos, los niños de menos riqueza también jugaban. Solían jugar con un juguete muy sencillo conocido en la actualidad como peonza. Se trata de trompos de cuarzo vidriado, que hacían girar con un rápido movimiento de dedos o estirando con rapidez una cuerda atada a su alrededor. ¿Sabéis de cuál se trata, verdad?
Por último, os mencionaré los dados ya que en algunos museos podéis encontrar alguna de estas piezas expuestas. Pero no es un juego originario de Egipto sino de las culturas griega y romana. Como ya os expliqué antes, en los juegos de mesa los antiguos egipcios empleaban palitos en lugar de dados.Se han encontrado dados de madera, hueso y marfil. Y estos llegaron a Egipto a través del comercio y durante los Períodos Ptolemaico y Romano.
16-LA FAMILIA EGIPCIA
La familia egipcia era muy similar a la nuestra, aunque solían ser más numerosas. Por lo general se casaban jóvenes y tenían muchos hijos, pues la mortalidad infantil era muy elevada y los hijos significaban riqueza.
Un hombre importante podía tener varias esposas, pero la primera esposa era la compañera del marido. Se ocupaba de dirigir la casa y era dueña de sus enseres. En estos casos, no tenían mucho trabajo ya que disponían de criadas que además le ayudaban a vestirse, maquillarse y peinarse. Los matrimonios entre ricos solían ser de conveniencia; pero la mayoría de los matrimonios convencionales se basaban en el amor y el respeto. Así, en las representaciones que se han encontrado, suelen aparecer abrazados.
Tener muchos niños era muy importante para los egipcios. Cuando nacía un niño se recibía con gran alegría. Y era la madre la que se encargaba de la educación de los hijos.A los varones se les solía poner el nombre de los abuelos y aprendían la profesión del padre. Algunos continuaban viviendo en la casa de sus padres después de casarse.Las familias más ricas enviaban a sus hijos a la escuela a aprender escritura jeroglífica y matemáticas, desde muy pequeños, con unos 5 ó 6 años, para convertirse en escribas, arquitectos o jueces.Las niñas aprendían labores domésticas; incluso música y danza. Y permanecían en el hogar hasta que se casaban.Pero en una casa egipcia también vivían abuelos, tíos, primos... El cabeza de familia se hacía cargo de todos, y a su manera, cada cual era útil en la casa.
Las familias egipcias solían tener animales domésticos como mascotas: pájaros, monos, perros y gatos.
Las casas de los campesinos no tenían apenas comodidades y eran agrupadas en pueblos. Los muros se hacían de ladrillo de adobe (barro y paja) con pequeñas ventanas para impedir que entrar el calor en su interior. Su mobiliario era sencillo, formado por taburetes, mesas, camas, arcones para guardar su ropa. Los niños solían dormir sobre esteras en el suelo.Muchas casas tenían una terraza en el tejado siendo el lugar preferido de sus ocupantes, donde solían reunirse al atardecer.Los egipcios más ricos, sin embargo, vivían en mansiones confortables, rodeadas de jardines con estanques, árboles, flores aromáticas y parras. En su interior decoraban sus paredes de colores vivos.Las casas de las ciudades, sin embargo, tenían dos o tres pisos, y accedían directamente a las estrechas y polvorientas calles. Por eso preferían vivir en el campo.
Todo esto lo sabemos por la información obtenida de las pinturas y maquetas encontradas en las tumbas, y por las aportaciones de excavaciones arqueológicas.
En el hogar de los egipcios solían tener un pequeño altar con un dios doméstico, al que adoraban cada día. El dios Bes fue un dios muy popular durante el Imperio Nuevo.
17-¿QUIENES ERAN LOS EGIPCIOS?
Hace unos 5.000 años, nació en el valle del Nilo la civilización más importante del mundo. Se originó cuando los egipcios comenzaron a establecerse a lo largo de los márgenes del río Nilo, el cual cada año inundaba las tierras, dejando tras de sí una capa espesa de limo negro que hacía prosperar los cultivos. De este modo, en esta tierra fértil, los agricultores obtuvieron abundantes cosechas de trigo, cebada, verduras y frutas. También criaban sus vacas, ovejas y cabras.
Por otra parte, Egipto era un país seguro por estar rodeado de desierto por tres lados, y protegido de los posibles invasores que trataran de avanzar por mar a través del delta del Nilo, al norte del país.Esto permitió a sus habitantes tener tiempo libre para desarrollar sus artes y los oficios, la literatura y la música.
Los egipcios dividían su territorio en dos partes: el Alto Egipto (el valle) y el Bajo Egipto (el delta). Por eso, los dos símbolos de Egipto son el loto, que representa el valle del río, y el papiro, que representa las tierras pantanosas del delta. Y así, el soberano era llamado "Señor de las Dos Tierras".
Los egipcios eran muy afortunados por vivir en su país.
18- EGIPTO EL DON DEL NILO
Según escribió un famoso viajero de origen griego llamado Herodoto: "Egipto es un don del Nilo".
La civilización egipcia se extendía a lo largo de las riberas del Nilo, ya que dependían del río para su supervivencia. Allí se concentraban los hombres, las ciudades, los templos, las pirámides y toda la vida económica del reino. El resto del país estaba formado por numerosos desiertos. De este modo los egipcios llamaban al valle del Nilo la "Tierra negra", mientras que el desierto era la "Tierra roja".
Se conocía como la "Tierra negra" debido al desbordamiento del río cada verano, de julio a septiembre, inundando el valle con agua y un rico barro de color oscuro (limo), muy beneficioso para los campesinos. Así cultivaban las tierras fertilizadas, por eso la crecida del Nilo era tan importante para los egipcios.
También aprovechaban para excavar canales de regadío y crear depósitos de agua para los meses en los que el agua era escasa.Pero estas inundaciones a veces arrasaban las casas y el ganado. Para evitar estos desastres, los egipcios medían constantemente el nivel del agua del Nilo con un artilugio llamado nilómetro.
El desierto o la "Tierra roja" también tenía su importancia. Constituía una defensa natural contra los invasores, además de ser una reserva de piedras y de metales preciosos de gran riqueza para Egipto.

viernes, 15 de enero de 2010

conociendo a Cleopatra (últimos hallazgos)





Arqueólogos egipcios sacaron el 17 de diciembre del Mar Mediterráneo una torre de granito del templo de la diosa Isis, hallado junto al mausoleo de Cleopatra, sumergido en el puerto de Alejandría. El templo de Isis, diosa faraónica de la fertilidad, tiene al menos 2.050 años, y era parte de un gran palacio desde el cual la reina Cleopatra, del siglo I a.C., y sus predecesores de la dinastía toleimaica gobernaron Egipto. No es el único hallazgo de 2009 que nos acerca a la figura de la última reina de Egipto. A principios de año, un equipo de arqueólogos llegó a la conclusión de que Cleopatra era mitad africana. Hasta ahora sabíamos que la famosa reina era descendiente de Ptolomeo, el general macedonio que gobernó Egipto tras Alejandro Magno. Pero los restos de la hermana de la reina, la princesa Arsínoe, encontrados en Éfeso, Turquía, indican que su madre tenía sangre africana. El descubrimiento fue realizado por Hilke Thuer, de la Academia Austriaca de las Ciencias.



En abril, investigadores egipcios y dominicanos aseguraban haber encontrado nuevas pruebas que confirmaban la presencia de la tumba de Cleopatra y de su amante Marco Antonio en las proximidades de Alejandría. La expedición encontró un cementerio junto al templo de Abusiris, norte de Egipto, en el que se hallaron 27 tumbas con 10 momias, dos de ellas envueltas en oro. En el lugar también se encontraron mesas de ofrenda, jarras de vino y de cerveza, así como 22 monedas con el rostro de la reina Cleopatra y Alejandro Magno, y una máscara funeraria de un hombre con una hendidura en barbilla, muy semejante a las imágenes que se conocen del general Marco Antonio. Por otra parte, la egiptóloga británica Sally Ann Ashton, de la Universidad de Cambridge, recreó el rostro de la reina Cleopatra para un documental sobre la vida de la famosa líder del Antiguo Egipto

Publicado en Muy Interesante

domingo, 29 de noviembre de 2009

JEROGLÍFICOS

Durante tres mil años, las palabras divinas, como llamaban los egipcios a los jeroglíficos, fueron inscritas en los muros de templos y tumbas para recordar las gestas de los soberanos y fijar los textos sagrados.
En una de las salas egipcias del Museo Británico, en Londres, se expone una curiosa pieza: un bloque de granito rectangular, con un orificio en el centro del que parten once canales tallados en la piedra, alrededor de los cuales aparecen decenas de signos jeroglíficos. Descubierta en 1805 por el conde de Spencer, éste la donó al Museo, pero su contenido sólo pudo conocerse tras el desciframiento de la escritura jeroglífica por obra de Jean-François Champollion, que tuvo lugar casi veinte años más tarde. El agujero central y los surcos hablan a las claras de su uso como piedra de molino en una época posterior a la que fue creada: la del faraón Shabaka (716-702 a.C.), rey de la dinastía XXV. Este soberano fue quien mandó inscribir lo jeroglíficos que, desgastados por el tiempo y por el uso, relatan la creación del mundo por Ptah, el gran dios de Menfis.
La piedra de Shabaka, como se conoce esta pieza, nos facilita uno de los documentos más expresivos sobre el carácter sagrado de la escritura para los antiguos egipcios. Así, podemos leer, por ejemplo, que: Según los pensamientos del corazón de Ptah y las palabras de la lengua de Ptah, los inocentes son liberados y los culpables son castigados, se concede la vida a los puros de corazón y la muerte a los necios. Según los pensamientos del corazón de Ptah, y las palabras de la lengua de Ptah, aparecieron todas las artes, fueron creadas todas las profesiones.
La palabra, pues, es el medio del que se vale la divinidad para su creación. Ptah concibe las cosas pensándolas con el corazón, el órgano del intelecto según los egipcios, y pronunciándolas con la boca. El corazón piensa el concepto, la forma; la lengua, al pronunciar estos conceptos, las infunde vida. Y la escritura jeroglífica los hace visibles: los jeroglíficos son mdw ntr, palabra de dios, como llamaron los egipcios a estos signos.
El jeroglífico es, pues, el lenguaje de los dioses. En tanto que expresión escrita original de lo sagrado, los jeroglíficos gozaron de una permanencia y una continuidad extraordinarias. Así lo demuestra, por ejemplo, la perdurable figura del sacerdote lector, encargado de recitar los textos sagrados. La traducción literal del nombre egipcio para este cargo es el que está bajo el rollo, es decir, el portador del rollo de papiro escrito y por lo tanto, el que conoce las palabras sagradas. Encontramos a este sacerdote representado con su rollo en los templos de las pirámides y en las tumbas de funcionarios de Imperio Antiguo, en el III milenio a.C., y seguimos encontrándolo, con los mismos ropajes y atribuciones, en templos de época grecorromana construidos tres mil años más tardes. El ritual sagrado no cambia, como tampoco cambian los textos sagrados, que al ser recitados por la persona adecuada tienen la fuerza mágica de hacer presente lo divino.
LA ESCRITURA INMUTABLE
Como vemos, en el ámbito religioso la transmisión de los textos rituales es asombrosamente fiel. Las copias del estilo son tan fidedignas que bloques con inscripciones jeroglíficas sacados de su contexto son difíciles de datar. Esta capacidad de permanencia se revela también en la piedra de Shabaka, la cual nos cuenta que los textos allí copiados procedían de unos papiros que, por su antigüedad, eran pasto de los gusanos. El lenguaje empleado ha hecho pensar que quizá se trate de una compilación de textos muy tempranos.
Para los monumentos en piedra se conservó siempre el realismo de las figuras originarias de la escritura de los jeroglíficos, que en su primer estado eran ideogramas, es decir, dibujos que expresaban una realidad. Más tarde, estas imágenes adquiriendo valor fonético. Por tanto, los signos jeroglíficos se leían, pero también podían ser apreciados como imágenes. Escrituras y arte se fundían, ya que para los egipcios no había una distinción clara entre escritura y arte figurativo. Con ello, la escritura jeroglíficas permaneció inalterable, pero se alejó de la lengua egipcia común, que evolucionó hacia nuevas formas de expresión y también de escritura.
SIGNOS SECRETOS
Los sacerdotes eran los guardianes de la escritura sagrada. Depositarios del culto divino, ellos eran (sobre todo a partir de la época grecorromana) los únicos capaces de leer y escribir jeroglíficos, unos signos cuyo número se multiplicó durante la Baja Época, sobre todo a partir de la conquista de Egipto por Alejandro Magno. Si el egipcio clásico del Imperio Medio, en el II milenio a.C., constaba de unos 750 signos, en época grecorromana se llegaron a emplear más de 5000. Entonces derivaron hacia una suerte de criptografía, un lenguaje secreto que sólo sus conocedores los sacerdotes podían interpretar.
¿Por qué se produjo esta evolución? Hay que tener en cuenta que con el dominio extranjero de Egipto, en especial a partir de la dinastía de los Ptolomeos (los sucesores de Alejandro Magno en el país del Nilo), se creó una capa social superior que arrinconó y apartó del poder a la antigua élite egipcia, de la que formaban parte los sacerdotes. Este cambio permite entender la complejidad que fueron adquirieron los jeroglíficos: la escritura jeroglífica se convirtió en un saber administrado por los sacerdotes, para quienes el monopolio de las relaciones con la divinidad compensaba la pérdida de poder político.
LAS TRES ESCRITURAS
A partir de la época ptolemaica, los sacerdotes usaron tres sistemas de escritura: el jeroglífico, en las inscripciones pétreas y con fines sagrados; el hierático, en los libros; y el demótico para usos cotidianos. A ellos se sumaba el griego, la lengua de los Ptolomeos, utilizada con fines administrativos. La existencia de varios sistemas de escritura del egipcio era el resultado de los tres mil largos años de pervivencias de este idioma, que conoció varias etapas evolutivas. Dado el carácter tradicional del mundo egipcio, en muchas ocasiones la lengua escrita no reflejaba la lengua hablada, como hemos explicado a propósito de los jeroglíficos, que en su etapa final estaban desvinculados por completo del lenguaje hablado.
Para referirnos a los diferentes sistemas de escritura egipcias seguimos utilizando el nombre que le dieron los griegos. Así sucede con la escritura jeroglífica, la escritura sagrada, que perduró desde los inicios de la lengua egipcia hasta su extinción, y fue la escritura por excelencia de los monumentos, de las inscripciones políticas y religiosas. Más tarde apareció la escritura hierática, o sacerdotal, una cursiva o simplificación de los jeroglíficos desarrollada por las necesidades de la vida cotidiana, básicamente usada para documentos civiles, religiosos y algunas obras literarias. Se escribía sobre papiros, tablas de maderas u ostraca (pieza de cerámica y lasca de piedras), y su desarrollo fue prácticamente paralelo a los jeroglíficos. Con la aparición de la escritura demótica, su empleo decayó y quedó restringido a textos religiosos o sacerdotales, junto con la escritura jeroglífica. En cuanto a la escritura demótica o popular, se podría definir como una cursiva de la escritura hierática. Difundida a partir de la dinastía XXV (siglos VIII-VII a.C.), fue la escritura usada en la vida corriente y pervivió hasta la época romana.
EL OFICIO DE REDACTAR
Existía un grupo social que compartía con los sacerdotes el dominio de la escritura: los escribas, que en su trabajo utilizaban el demótico. El uso de la escritura de Egipto se inició, como muy tarde, en época protohistórica (hacia 3300 a.C.), pero la figura del escriba consagrado a la redacción de texto apareció más adelante, cuando las labores administrativas se hicieron complejas y el cobro de tributos, el almacenamiento de cosechas y la distribución de estos bienes fueron confiados a funcionarios. En tiempos la dinastía V (III milenio a.C.), el archivo de Abusir da cuenta de la existencia de numerosos escribas ordenados en jerarquías.
Los escribas gozaron siempre de gran prestigio. Ellos eran los depositarios del saber y algunos incluso firmaban sus obras, algo que llama la atención en una sociedad donde quienes trabajaban con sus manos eran anónimos. Nos han llegado texto que ensalzan esta profesión, como la llamada Sátira de los oficios, fechada en el Imperio Medio (2040-1786 a.C.). En el texto un padre se dirige a su hijo, ridiculizando una veintena de oficios para resaltar las ventajas de ser escriba: Aplícate a los libros Mira, nada hay mejor que los libros. Voy a hacer que ames los escritos más que a tu madre, voy a presentar sus bondades ante ti.
Unas palabras sobre los beneficios del estudio que no resultar familiares siglos después de haber sido escritas.
Los escribas no estudiaban en escuelas semejantes a las actuales, ya que en el antiguo Egipto no había personas dedicadas exclusivamente a ejercer de profesores. A los aprendices, que iniciaban su educación a partir de los diez años, se les enseñaba a escribir y a calcular en los centros donde se practicaban estas disciplinas: las oficinas de la administración y los escritos de los templos, lugares conocidos como casas de la vida. Allí se aprendía a escribir por medio de textos que debían memorizarse. Quien los recordaba(o los guardaba en el corazón, como decían los egipcios) comprendía las palabras y las frases al tiempo que adquiría las concepciones culturales básicas. Así pues, al aprender a escribir se lograban determinados conocimientos, por lo que en cierto modo aprender a escribir era aprender a vivir.
LOS JEROGLÍFICOS ENMUDECEN
Cuando, en el siglo VI d.C., el emperador Justiniano mandó clausurar el templo de la diosas Isis en la isla de File, desaparecieron los últimos conocedores de la lengua egipcia y, con ellos, las personas capaces de desentrañar la escritura jeroglífica. Los autores griegos y latinos, y más tarde los padres de la Iglesia, creyeron que los jeroglíficos eran alegorías, es decir, representaban ideas y no sonidos. Ya en el siglo V, un autor egipcio llamado Horapolo había escrito un ensayo sobre los jeroglíficos que trataba la interpretación de éstos de manera alegórica y caprichosa. En el siglo XVII, el jesuita Athanasius Kircher, basándose en Horapolo, incurrió de nuevo en este error, y su sistema interpretativo trataba de nuevo los jeroglíficos de manera fantasiosa y simbólica.
Sólo en 1799, tras el hallazgo de la piedra de Rosetta –un decreto ptolemaico en escritura jeroglíficas, demótica y griega-, se comenzó a considerar la posibilidad de que los jeroglíficos fuesen traducible. Fue Jean-François Champollion quien, estudiando el texto de Rosetta, descubrió que la escritura jeroglífica era, a un tiempo, ideográfica y fonética (sus signos representaban imágenes y sonidos); y a él le cupo el mérito de su desciframiento, en 1822.
Habían pasado más de mil años desde que la civilización egipcia enmudeciera, y Egipto volvía a la vida merced a la magia de las palabras divinas. Los faraones habían alcanzado el propósito que perseguían al inscribir sus nombres y gestas en los muros de templos y tumbas: ser recordados por toda la eternidad.

sábado, 29 de agosto de 2009

TEBAS LA CAPITAL DEL IMPERIO EGIPCIO

Cuando los reyes de Tebas expulsaron a los hicsos de Egipto y fundaron el Imperio Nuevo, su ciudad se convirtió en la capital política y espiritual del país. En ella vivían los faraones, el clero de Amón, altos funcionarios y artesanos.

Bajo la moderna Luxor, 600 kilómetros al sur de El Cairo, reposa la ciudad que fue, durante más de 2000 años, el centro religioso del Antiguo Egipto y una de sus más importantes capitales. Situada en el margen oriental del Nilo, en el IV nomo del Alto Egipto, era conocida por los antiguos egipcios con el nombre de Waset, pero ha pasado a la historia con el nombre que le dieron los griegos: Tebas. Ya Homero testimoniaba su esplendor al referirse a ella: “los lingotes preciosos resplandecen con profusión, la Tebas de las cien puertas”.
Tebas se alzó en un lugar estratégico, próximo al territorio nubio y a la vez al desierto oriental, de donde procedían los materiales de las explotaciones mineras y de las rutas comerciales. Pero esta función era secundaria respecto a su preeminencia como centro de culto. La ciudad, en efecto, se integraba en la región de Waset, que se extendía por la orilla occidental del río, el espacio que los egipcios reservaban tradicionalmente al reino de los muertos; cada atardecer el sol se ponía por el oeste para renacer de nuevo al alba por el este, el lugar de los vivos. En los actuales El-Qurna y El-Tarif se alzaron al menos 36 templos, alineados de este a oeste, que a lo largo de varias épocas fueron consagrados al culto faraónico. En la zona se localizan asimismo las necrópolis del Valle de los Reyes, del Valle de las Reinas y del poblado de obreros de Deir el-medina.
Desgraciadamente, nuestro conocimiento de la antigua Tebas se ve limitado por el hecho de que sobre sus restos se asienta la actual ciudad de Luxor. Nada queda apenas, pues, de las estructuras urbanas de la antigua capital egipcia, más allá de los centros monumentales de Luxor y Karnak. Por esta razón es poco lo que podemos saber sobre cómo vivían los auténticos protagonistas de la ciudad, sus antiguos habitantes. Para darles voz debemos acudir a otras fuentes, como las escenas de las tumbas tebanas y la información sobre otras ciudades y enclaves, como Deir el-Medina.
Las evidencias de actividad en Tebas durante el Imperio Antiguo no son claras, aunque es destacable el hallazgo de la parte inferior de la estatua de Niuserre, faraón de la dinastía V. Tebas hace su aparición realmente en la historia de Egipto durante el Primer Período Intermedio, cuando el país quedó fragmentado y regido por dos grupos de poder enfrentados: la casa herakleopolitana en el norte (dinastía IX y X) y la tebana en el sur (dinastía XI). De estos gobernantes tebanos quedan algunos vestigios en la orilla occidental, frente a la ciudad, como el templo de Mentuhotep II.
Centro político y religioso
La inauguración del Imperio Medio supuso para Tebas la pérdida de categoría como centro político, ya que la capital de Egipto se trasladó al norte, a la misteriosa Iti-Tauy, ciudad ubicada en algún punto entre El Fayum y Menfis, de la que aún no se han encontrado vestigios. Frente a esta pérdida de poder político, Tebas encontró compensación en la esfera religiosa. El dios local Amón, que hasta entonces era venerado junto a los otros dos miembros de la tríada divina tebana, su esposa Mut y su hijo Jonsu, fue promovido a divinidad principal del Estado por los soberanos que unificaron el país en el Imperio Medio, oriundos de la ciudad. La importancia de Amón se manifiesta en la adopción del nombre del dios por la mayoría de reyes de la dinastía XII, como Amenemhat. Así, Tebas pasó a convertirse en lugar de culto preeminente en el mundo egipcio. A esta época pertenecen restos de viviendas que parecen indicar que la ciudad tenía una planta en cuadrícula (ortogonal) y estaba provista de una muralla.
En el Segundo Período Intermedio, con la llegada al poder de los hicsos –invasores que se establecieron como soberanos en el área del Delta en el siglo XVII a.C-, la situación de Tebas no está clara. Durante más de medio siglo el país volvió a estar dividido entre los gobernantes hicsos (dinastía XV) y los soberanos nativos del sur, herederos de la dinastía XIII, que huyeron a Tebas donde fundaron las dinastías XVI y XVII. Estos momentos de crisis revelan poca información -tan sólo se han hallado algunos monumentos en la ciudad-, aunque parece ser que los gobernantes tebanos se erigieron en guardianes de la tradición egipcia. Al final del período se constata una expansión de la ciudad más allá de su religión, la Tebaida, de modo que su influencia se extendió hasta el norte de la moderna Asiut.
La expulsión de los hicsos de territorio egipcio por los gobernantes tebanos permitió la reunificación del país bajo una única corona a partir de la dinastía XVIII. Egipto alcanzó entonces uno de los momentos de mayor esplendor, y lo mismo puede decirse de la ciudad de Tebas. Aunque a inicios del Imperio Nuevo la corte y la capital administrativa se trasladaron a Menfis por cuestiones de control territorial, posteriormente a Amarna y, más tarde, a Pi-Ramsés, en el Delta, Tebas recobró la condición de centro espiritual del país que ya había ostentado durante el Imperio Medio. En sus templos se realizaron las fiestas religiosas dedicadas al culto de la monarquía divina, lo que la convirtió en el centro espiritual de Egipto durante este período. De esta época datan los grandes proyectos constructivos en tornos a los templos de Luxor y Karnak, realizados sobre todo durante los reinados de Hatshepsut y Amenhotep III, y posteriormente bajo los ramésidas.
Durante la dinastía XVIII, la ciudad precedente fue arrasada, como sucedió en otros emplazamientos, para llevar a cabo una política de renovación urbanística. El terreno se niveló para crear una plataforma que dominaba visualmente el territorio y que debía servir como base a las nuevas construcciones monumentales. La población se trasladó a una nueva zona residencial, que los estudiosos consideran que actualmente se encuentra sumergida bajo las aguas superficiales del Nilo.
Así, entre la política llevada a cabo a partir de la dinastía XVIII y el crecimiento de la Luxor actual sobre la antigua Tebas, es prácticamente imposible conocer el trazo urbano de la ciudad faraónica. A esto hay que añadir que para construir sus viviendas los egipcios usaban materiales como el adobe y la madera, que no se han conservado, al contrario que la piedra, reservada para templos y construcciones funerarias que debían perdurar toda la eternidad.
Una ciudad monumental
Suponemos que la ciudad de Tebas se fue desarrollando a lo largo de la avenida de unos dos kilómetros de longitud que unía los templos de Karnak, al norte de la ciudad, y de Luxor. Ambos santuarios estaban amurallados y segregados del resto de la ciudad, y tenían a su alrededor otros edificios administrativos, almacenes y viviendas de los estratos acomodados de la sociedad, como funcionarios o sacerdotes de distintos rangos.
Los dos recintos eran protagonistas de una de las festividades más destacadas de la región de Tebas: la fiesta de Opet. Durante su celebración, la ciudad entera salía a ver la procesión que llevaba a Amón, junto a Mut y Jonsu, en sus barcas sagradas desde el templo de Karnak hasta el de Luxor. Allí el dios Amón visitaba a su homólogo en el otro templo, en una ceremonia de renovación de su propio poder y del de los faraones a través de la divinidad.
La ciudad propiamente dicha estaba rodeada por zonas de cultivo y por un recinto amurallado y vigilado. El núcleo urbano debía tener un aspecto abigarrado, con el espacio justo en las calles para la circulación. En él se encontraban los barrios artesanales, con los pequeños talleres de alfareros, carpinteros, escultores, joyeros. En las orillas del Nilo se localizaba el puerto fluvial de la ciudad, donde amarraban barcos cargados con todo tipo de artículos. Además, Tebas poseía un mercado en el que diariamente la población obtenía los productos de consumo tras largas discusiones sobre cuál debía ser el justo intercambio en kites, debens y shats, las unidades de cuenta de los antiguos egipcios.
Los grupos menos privilegiados, que constituían la base de la sociedad, solían vivir en casas que disponían de una única estancia, construidas con abobe cocido al sol. Éste era el caso de los campesinos –que en la mayoría de las ocasiones vivían alejados de los campos de cultivo-, de los pescadores o de los artesanos menos cualificaos.
Como ciudad sagrada. Tebas contaba entre su población con un gran número de sacerdotes. Los miembros del bajo clero, cuando no estaban al servicio de la divinidad vivían fuera de los templos, con sus familias, en viviendas más o menos acomodadas de acuerdo con su rango sacerdotal. En cambio, durante la época de servicio al dios habitaban las casas reservadas a tal efecto, como muestran los restos hallados en Karnak, al sur del lago del templo y alrededores del santuario.
Lo mismo ocurría con los funcionarios de la administración, divididos jerárquicamente en función de su cargo y vinculados al servicio del palacio o del harén real, al visir, a la administración de justicia o al tesoro. En su mayoría, como el bajo clero, habitaban en los barrios más modestos de la ciudad. Sus viviendas eran pequeñas; contaban con un patio y una azotea, mientras que en su interior había un salón principal y en su parte posterior un dormitorio y una cocina. Por su parte, la nobleza, el alto clero y los funcionarios más importantes vivían en el sector más acomodado de Tebas, y sobre todo en sus afueras, donde se alzaban auténticas mansiones en fincas que podían alcanzar una hectárea de extensión. Se trataba de recintos amurallados, con un edificio principal que poseía múltiples estancias dispuestas en torno a un patio columnado. A su alrededor se levantaban edificios secundarios enmarcados por espectaculares zonas ajardinadas, con un gran estanque que permitía incluso la navegación.
Declive y destrucción
En el antiguo Egipto, las residencias reales solían situarse en las afueras del núcleo urbano, aunque no demasiado lejos. Sin embargo, Amenhotep III erigió su nueva residencia, el palacio de Malkata, en la orilla occidental de Tebas, la zona reservada al mundo funerario. La explicación más probable para este singular emplazamiento es que el faraón intentaba alejar su gobierno del creciente poder que entonces ostentaban los sacerdotes del dios Amón. Los restos del edificio, que por su tamaño formaban una auténtica ciudad, muestran zonas ajardinadas, las estancias personales del rey (de las que se conservan decoraciones geométricas y de divinidades). El harén real, los salones de audiencias y la sala del trono. A su alrededor había talleres y oficinas administrativas e incluso un templo dedicado a Amón.
A partir de la dinastía XIX, la ciudad de Tebas fue perdiendo relevancia. Durante la dinastía XXI, la capital se trasladó al Delta y los faraones dejaron de enterrarse en la necrópolis tebana. A principios del siglo VII a.C., la ciudad fue objeto de varias expediciones de saqueo por parte de los reyes asirios, entre las que fue especialmente destructiva la de Asarhadón; Tebas no se recuperaría ya de este golpe. De su antigua magnificencia resistieron, eso sí, como testimonio importante los templos de Luxor y Karnak, que siguen recordando la época en que Tebas fue la capital política y espiritual del Egipto de los faraones.

lunes, 24 de agosto de 2009

La representación de las mujeres en las Tumbas Tebanas del Reino Nuevo

Al Oeste de Tebas, en la tierra desértica más allá de los cultivos, una elite de dignatarios del Reino Nuevo construyó sus moradas de eternidad. Cerca de 500 tumbas están hoy catalogadas, agrupadas en varias necrópolis situadas entre Medinet Habu por el Sur y el templo funerario de Sethy I por el Norte: Qurnet Murai, Deir el-Medina, Sheik abdel Qurna, Hoha, Asasif, Deir el-Bahari y Dra abu el Naga.
No son estas tumbas enterramientos en el sentido que hoy le damos al término. La tumba egipcia es más que un simple lugar donde se deposita el cuerpo, es un espacio para la permanencia eterna y un lugar donde el difunto hace una exposición de sus logros profesionales, de sus virtudes y de su estatus. Su decoración no es arbitraria, sino que responde al doble objetivo de una tumba egipcia: el renacimiento y el testimonio de las virtudes del difunto
La tumba de Sennefer puede ser un buen ejemplo de las intenciones de la decoración. En los muros y pilares aparece el dueño de la tumba. Las inscripciones le dan voz: “El noble, príncipe, gran confidente del señor de las Dos Tierras, intendente del jardín de Amón, Alcalde de la Ciudad del Sur, Sennefer, justificado”, es decir, deja constancia de su privilegiada situación social para la eternidad. En el arte egipcio hay una estrecha relación entre las figuras y la escritura jeroglífica que las acompaña, ambos elementos se funden armoniosamente en un solo canal de comunicación.
Una figura femenina acompaña a Sennefer en casi todas las escenas: “Su hermana, su amada, la cantora de Amón, la señora de la casa Meryt, justificada. Es su esposa, snt.f, su hermana, término que se utiliza desde la Dinastía XVIII para designar a la cónyuge. Meryt aparece también con sus títulos, pero no es la dueña, es la hermana, la amada del difunto. Ninguna mujer por si sola posee un espacio propio para la eternidad. La tumba pertenece al esposo, aunque es enterrada con él en la cámara sepulcral, tiene ajuar funerario y aparece en la decoración de la capilla. Su papel es acompañar al dignatario dueño de la tumba. Esto no significa que la mujer egipcia no tuviera derechos, muy al contrario, gozaba de una situación social y jurídica mucho mejor que cualquier otra mujer del mundo antiguo e incluso de épocas recientes. Pero no ejercía el poder político, como la inmensa mayoría de la población, y era precisamente ese poder el que otorgaba el privilegio de la propiedad de una tumba.
En las capillas de los hipogeos tebanos la mujer aparece con nombre y títulos cuando es familiar del difunto. A veces es difícil saber el grado del vínculo familiar, pues las palabras egipcias para designar estas relaciones son escasas: esposo/a, padre/madre, hijo/a y hermano/a. Si es la esposa, aparece siempre con el título de nbt pr, señora de la casa, que indica su condición de (mujer) casada.
Pero también aparecen en las tumbas mujeres anónimas cuyo papel es formar parte de las escenas genéricas. Veamos ahora como se representa a estas mujeres, con nombre o sin él, en las tumbas de las necrópolis tebanas durante el Reino Nuevo.
Con el objetivo de facilitar el canon, es decir, la proporción de cada una de las partes del cuerpo humano, los artistas egipcios trazaban una cuadricula en rojo sobre el enjalbegado del muro de la tumba que iba a ser decorada. Durante la mayor parte del periodo faraónico, la figura humana, tanto femenina como masculina, tenía 14 cuadriculas cuando estaban sentadas, contando desde la planta del pie hasta el nacimiento del pelo. Sólo se contaba hasta el nacimiento del pelo para permitir colocar sobre la cabeza todo tipo de aditamento (corona, peluca), sin que ello afectase al canon.
Las figuras arrodilladas, postura en la que frecuentemente aparecen las mujeres, podían tener 10 u 11 cuadrículas y las representadas de pie tenían 18 cuadriculas, que pasaron a ser 20 a fines de la Dinastía XVIII.
El canon es distinto para los cuerpos masculino y femenino, siendo las diferencias más significativas las siguientes:
1) La zona lumbar femenina es más alta.
2) La mujer es más estrecha de hombros y cintura. Los hombros masculinos tienen 6 cuadros y los femeninos 5. La cintura del hombre tiene 2,5 cuadros y la de la mujer 1,5.
Además del tamaño, hay diferencias en cuanto al color de piel. El color masculino es el rojo y el femenino el amarillo o el rosa. Las razones de esta disparidad están, seguramente, en los diferentes roles que hombre y mujer ejercían. El trabajo masculino se desarrollaba en el exterior (guerra, inspecciones, deportes), mientras que el femenino se realizaba en el hogar.
Esta convención relativa al color se encuentra ya en el Reino Antiguo, como puede apreciarse en la mastaba de Meresanj III, de la IV Dinastía en Giza o en la de Mereruka en Saqqara, de la VI.
La convención canónica más representativa del arte egipcio es la que regula la llamada ley de la frontalidad. El objetivo del artista era lograr una imagen humana integral, y, para ello, asocia los elementos que corresponden a muchos puntos de observación. Es como si el creador pudiera contemplar a su modelo al mismo tiempo de cara, de perfil y de tres cuartos. Así logra representar lo más característico del cuerpo humano desde la perspectiva más favorable, por eso, el pecho femenino, su elemento corporal más distintivo, se pinta de perfil con el tronco de frente.
Pero la ley de la frontalidad o perspectiva aspéctica se rompe frecuentemente en las tumbas tebanas, especialmente en las de la Dinastía XVIII. Ahora bien, esas rupturas sólo se dan con personajes genéricos, nunca con los que tienen nombre. En la famosa escena del banquete de la tumba de Nebamun que se encuentra en el Museo Británico, en el registro inferior están representadas las mujeres que amenizaban los banquetes. Las dos muchachas del centro, una que toca la flauta doble y otra que acompaña con palmas, están de frente. Es curioso el tratamiento de la perspectiva en los pendientes, que también están de frente, del mismo modo que se representarían estando el rostro de perfil. Estas dos figuras introducen en la escena un elemento de ruptura, no sólo de la perspectiva tradicional, sino también en la composición de la escena: tras las dos figuras de perfil a la izquierda, quietas, están las dos de frente enfatizando el movimiento con la disposición irregular de los mechones de las pelucas, que sugieren un movimiento de cabeza. Este ligero movimiento continúa y se hace casi agresivo en las dos bailarinas desnudas. La de la izquierda rompe también la perspectiva aspéctica, pues está de perfil completo. Estas dos muchachas son un magnifico ejemplo del sentido rítmico de la composición de los artistas egipcios de la segunda mitad de la Dinastía XVIII.
Una figura femenina acompaña a Sennefer en casi todas las escenas: “Su hermana, su amada, la cantora de Amón, la señora de la casa Meryt, justificada. Es su esposa, snt.f, su hermana, término que se utiliza desde la Dinastía XVIII para designar a la cónyuge. Meryt aparece también con sus títulos, pero no es la dueña, es la hermana, la amada del difunto. Ninguna mujer por si sola posee un espacio propio para la eternidad. La tumba pertenece al esposo, aunque es enterrada con él en la cámara sepulcral, tiene ajuar funerario y aparece en la decoración de la capilla. Su papel es acompañar al dignatario dueño de la tumba. Esto no significa que la mujer egipcia no tuviera derechos, muy al contrario, gozaba de una situación social y jurídica mucho mejor que cualquier otra mujer del mundo antiguo e incluso de épocas recientes. Pero no ejercía el poder político, como la inmensa mayoría de la población, y era precisamente ese poder el que otorgaba el privilegio de la propiedad de una tumba.
En las capillas de los hipogeos tebanos la mujer aparece con nombre y títulos cuando es familiar del difunto. A veces es difícil saber el grado del vínculo familiar, pues las palabras egipcias para designar estas relaciones son escasas: esposo/a, padre/madre, hijo/a y hermano/a. Si es la esposa, aparece siempre con el título de nbt pr, señora de la casa, que indica su condición de (mujer) casada.
Pero también aparecen en las tumbas mujeres anónimas cuyo papel es formar parte de las escenas genéricas. Veamos ahora como se representa a estas mujeres, con nombre o sin él, en las tumbas de las necrópolis tebanas durante el Reino Nuevo.
Con el objetivo de facilitar el canon, es decir, la proporción de cada una de las partes del cuerpo humano, los artistas egipcios trazaban una cuadricula en rojo sobre el enjalbegado del muro de la tumba que iba a ser decorada. Durante la mayor parte del periodo faraónico, la figura humana, tanto femenina como masculina, tenía 14 cuadriculas cuando estaban sentadas, contando desde la planta del pie hasta el nacimiento del pelo. Sólo se contaba hasta el nacimiento del pelo para permitir colocar sobre la cabeza todo tipo de aditamento (corona, peluca), sin que ello afectase al canon.
Las figuras arrodilladas, postura en la que frecuentemente aparecen las mujeres, podían tener 10 u 11 cuadrículas y las representadas de pie tenían 18 cuadriculas, que pasaron a ser 20 a fines de la Dinastía XVIII.
El canon es distinto para los cuerpos masculino y femenino, siendo las diferencias más significativas las siguientes:
1) La zona lumbar femenina es más alta.
2) La mujer es más estrecha de hombros y cintura. Los hombros masculinos tienen 6 cuadros y los femeninos 5. La cintura del hombre tiene 2,5 cuadros y la de la mujer 1,5.
Además del tamaño, hay diferencias en cuanto al color de piel. El color masculino es el rojo y el femenino el amarillo o el rosa. Las razones de esta disparidad están, seguramente, en los diferentes roles que hombre y mujer ejercían. El trabajo masculino se desarrollaba en el exterior (guerra, inspecciones, deportes), mientras que el femenino se realizaba en el hogar.
Esta convención relativa al color se encuentra ya en el Reino Antiguo, como puede apreciarse en la mastaba de Meresanj III, de la IV Dinastía en Giza o en la de Mereruka en Saqqara, de la VI.
La convención canónica más representativa del arte egipcio es la que regula la llamada ley de la frontalidad. El objetivo del artista era lograr una imagen humana integral, y, para ello, asocia los elementos que corresponden a muchos puntos de observación. Es como si el creador pudiera contemplar a su modelo al mismo tiempo de cara, de perfil y de tres cuartos. Así logra representar lo más característico del cuerpo humano desde la perspectiva más favorable, por eso, el pecho femenino, su elemento corporal más distintivo, se pinta de perfil con el tronco de frente.
Pero la ley de la frontalidad o perspectiva aspéctica se rompe frecuentemente en las tumbas tebanas, especialmente en las de la Dinastía XVIII. Ahora bien, esas rupturas sólo se dan con personajes genéricos, nunca con los que tienen nombre. En la famosa escena del banquete de la tumba de Nebamun que se encuentra en el Museo Británico, en el registro inferior están representadas las mujeres que amenizaban los banquetes. Las dos muchachas del centro, una que toca la flauta doble y otra que acompaña con palmas, están de frente. Es curioso el tratamiento de la perspectiva en los pendientes, que también están de frente, del mismo modo que se representarían estando el rostro de perfil. Estas dos figuras introducen en la escena un elemento de ruptura, no sólo de la perspectiva tradicional, sino también en la composición de la escena: tras las dos figuras de perfil a la izquierda, quietas, están las dos de frente enfatizando el movimiento con la disposición irregular de los mechones de las pelucas, que sugieren un movimiento de cabeza. Este ligero movimiento continúa y se hace casi agresivo en las dos bailarinas desnudas. La de la izquierda rompe también la perspectiva aspéctica, pues está de perfil completo. Estas dos muchachas son un magnifico ejemplo del sentido rítmico de la composición de los artistas egipcios de la segunda mitad de la Dinastía XVIII.
Los desnudos femeninos entre determinados oficios como bailarinas, músicos, criadas, son bastante corrientes en la Dinastía XVIII. Sin embargo, apenas se dan los masculinos. Alguna de las figuras genéricas de hombres desnudos de la tumba de Amenemhat son la excepción, estando inspirados en modelos del Reino Antiguo.
Volviendo a las rupturas con la perspectiva egipcia tradicional, no podemos olvidar la no menos famosa sirvienta del banquete de la tumba de Rejmire . Este es un caso singular en la pintura egipcia. Figuras de frente son relativamente corrientes, pero la que nos ocupa es la única representación de espaldas con la cabeza vuelta. El atrevimiento del artista de Rejmire tiene un fallo en los pies, cuya colocación no se corresponde con la de la figura. En el mismo registro donde está la muchacha de espaldas y en el que se encuentra por encima, podemos encontrar otros casos de ruptura de la perspectiva: las muchachas de perfil que ponen los collares a las damas a su lado y arriba a la izquierda las que ofrecen ungüentos.
Los artistas de Deir el-Medina que decoraban las tumbas ensayaban estos atrevimientos en los ostraca, como puede comprobarse en algunos de los encontrados en el poblado.
Al igual que en la inmensa mayoría de las masculinas, en las figuras femeninas la deformidad o la vejez no existen, siendo representada la mujer de manera idealizada. En la tumba de Userhat , un sacerdote del reinado de Sethy I, se representa juntas a la esposa y a la madre del difunto, y es imposible distinguirlas pues ambas son jóvenes. Cuando necesitan representar la ancianidad, la edad de los venerables, pintan el pelo blanco, recurso muy usado en las tumbas de Deir el-Medina durante la Dinastía XIX.
Cuerpos femeninos deformados por la edad, el peso o cualquier otra circunstancia, se encuentran en las representaciones de mujeres extranjeras. En la escena de entrega de tributos nubios de la tumba de Amenhotep llamado Huy , Virrey de Kush durante el reinado de Tutankamon, aparecen dos mujeres, una sirvienta y una princesa. La mujer nubia del cortejo aparece gruesa, con el pecho colgando mientras que la princesa, que es conducida ente el rey en una curiosa carreta de bueyes, es joven y bien proporcionada. Parece entonces que las deformidades van ligadas no sólo al hecho de que sean extranjeras, sino a que sean extranjeras de clases inferiores. Las princesas no tienen deformidades, sean del país que sean.
La mujer egipcia aparece siempre joven, delgada, bien proporcionada, tanto si es una mujer de la clase alta como si no tiene nombre ni titulo, como las muchachas que forman parte de los cortejos de ofrendas. Su apariencia responde al tipo ideal, es decir, la imagen de lo que constituía para los egipcios la forma correcta del cuerpo femenino. El tipo ideal es una de las peculiaridades del arte egipcio, de ahí la necesidad de un canon, del equilibrio de las diferentes partes del cuerpo, para lo que, como ya hemos visto, se utilizaba la cuadricula.
Las necrópolis tebanas tienen tumbas del Reino Medio, del Nuevo y de época tardía, pero la mayoría son de las Dinastías XVIII y XIX. Más de la mitad de las tumbas del Reino Nuevo, pertenecen a la Dinastía XVIII, pasando de 200. Algunas menos son de la Dinastía XIX. La mayor parte de las tumbas de la Dinastía XVIII tienen en común la representación de lo que se ha venido en llamar "escenas de la vida cotidiana", como aquellas en las que los campesinos recogen la cosecha.
Con la Dinastía XIX, las escenas de vida cotidiana desaparecen para dar lugar a otras de carácter explícitamente religioso: la psicostasía o pesaje del corazón del difunto, la procesión funeraria o el Amduat. A su lado, las escenas de la XVIII parecen frívolas.
Pero lo que es común a las tumbas de las dos dinastías es la presencia junto al dueño de la tumba de la nbt pr, la esposa o señora de la casa que acompaña al esposo en sus funciones sentada en una silla a la misma altura que el hombre. Le coge por el hombro o la cintura. No está en un lugar secundario, aunque parezca que está detrás, está junto al marido en un mismo plano, pero la perspectiva egipcia los representa así. La prueba es que en los grupos escultóricos de parejas del Reino Nuevo, los dos cónyuges están situados juntos a la misma altura.
Las tumbas tebanas son la principal fuente de información sobre el papel de la mujer de alta posición durante el Reino Nuevo. No obstante, los enterramientos de la Dinastía XIX poco nos dicen de las mujeres de alto rango, pues sólo 40 de las cerca de 200 de esta dinastía son de dirigentes locales, pero no de altos dignatarios de la corte, a excepción de la de Neferrenpet (TT 178). La razón es que, desde el reinado de Tutankamon, los nobles cortesanos se entierran en la necrópolis de Menfis, Saqqara.
A lo largo de la Dinastía XVIII se aprecia como el papel de la mujer es cada vez más activo. A principios de esta dinastía, la esposa apenas aparece acompañando al dueño de la tumba en escenas rituales. Es a partir del reinado de Thutmose III cuando la mujer empieza a acompañar al señor en este tipo de escenas, así podemos apreciarlo en la tumba de Menna , del reinado de Thutmose IV, en la que la esposa acompaña al dueño de la tumba en una escena de adoración a Osiris.
En la Dinastía XIX la presencia de la consorte es normal en las escenas de carácter religioso que, por otra parte, son la mayoría. En la tumba de Senedjem en Deir el-Medina, del reinado de Sethy I, aparece la pareja rindiendo homenaje a los dioses subterráneos.
Pero la vida íntima de las mujeres no se representa, nunca vemos mujeres de clase alta cuidando de sus propios hijos. En la Dinastía XVIII, sin embargo, encontramos un reducido número de mujeres de la clase dirigente representadas con niños reales, llevan el titulo de mn’t nsw, Nodriza Real. La más conocida representación de una mn´t nsw es la madre de Kenamon , Amenemopet, que sostiene en sus rodillas al rey niño Amenhotep II tocado con la corona azul. A pesar del formalismo de la escena, se establece entre los dos personajes una relación de afecto que se expresa en la mirada y en el brazo de ella sujetando al rey niño por la nuca. La posición social de estas mujeres alcanzaba a toda la familia, proporcionando brillantes carreras a hijos y esposos. Su categoría era tal que en dos casos se las enterró en el Valle de los Reyes; una es Sitre, la nodriza de Hatshepsut, y la otra es Senetnay, la primera esposa de Sennefer, también nodriza de Amenhotep II.
Mención especial como mujer de relevancia social merece Merytre, esposa de Neferhotep , del reinado de Ay. En un dibujo de la publicación de Davies sobre esta tumba, aparece recibiendo un regalo de una reina desconocida en el harén. Hay que advertir que la reina es una reconstrucción de Davies a partir de unos escasos vestigios de pintura. La influencia de Amarna en la iconografía es notable en toda la escena. En otra escena, su esposo le entrega un ramo delante del Tercer Pilono de Karnak. Aquí hay que resaltar no sólo la importancia social de la esposa, sino también el lugar: el templo de Amón. Neferhotep era escriba jefe del dios tebano y recordemos que esta tumba es del reinado de Ay, y que, en esos momentos, hay que resaltar la adhesión a Amón, como reacción frente a la herejía amárnica.
Salvo en la familia real, el matrimonio en el Antiguo Egipto era monógamo, aunque la poligamia debía estar permitida. En algunas tumbas, como la de Sennefer, aparece más de una esposa, Meryt en la capilla inferior y las otras dos en la superior, pero no es posible averiguar si estuvieron casados con ellas al mismo tiempo o de forma sucesiva tras enviudar. El divorcio existía, pero se supone que las esposas de las que se divorciaron no aparecen en las representaciones.
Las madres, cuando se las representa, ocupan un lugar privilegiado. Como ya vimos, sus efigies son jóvenes y esbeltas. En algunos casos, como en la tumba de Djehuty de la Dinastía XVIII, sólo aparece con la madre (llamada también Djehut) en la misma postura que aparecen con la esposa. El hecho de que se represente con cierta frecuencia a la madre del difunto no parece que tenga que ver con una posible estructura matriarcal de la sociedad egipcia como algunos autores han pretendido. Son más plausibles estas explicaciones: o bien el difunto no tiene esposa y su madre comparte la tumba, o la madre ocupa un lugar importante en la corte, como el que hemos visto antes de nodriza real.
Se representa a las madres, pero no la maternidad, sin embargo, sí lo hicieron en otras épocas de la creación artística egipcia, así en la mastaba de Anjmajor, de la V Dinastía en Saqqara se representa una escena de parto. Los artesanos de Deir el-Medina, no obstante, trataron en los ostraca este tema. Hay varios ejemplos que nos ilustran sobre ciertos aspectos de la maternidad en el Reino Nuevo, en uno de ellos que se encuentra en el Museo del Louvre, una mujer amamanta a su hijo bajo un árbol, está desnuda pero lleva joyas y el peinado es especial, unos largos mechones recogidos en la parte alta de la cabeza. Tanto las joyas como el peinado parecen estar relacionados con el amamantamiento del hijo. En otro ostracon del Museo Británico, una mujer que también alimenta a un niño, lleva el mismo peinado. Una muchacha le ofrece a la madre un espejo y kohl para los ojos, lo que se ha relacionado con un rito de purificación. Parece que el parto se producía fuera de la casa en una estructura especial al aire libre, protegida por un árbol, al que en algunos textos se denomina árbol del nacimiento. En otro ostracon, una mujer de clase alta lujosamente vestida, permanece sentada con su hijo varón en una cama con patas en forma del dios Bes, protector de la maternidad. Un tercer ejemplo es un ostracon con una escena que parece una ceremonia que marcaba el final del periodo de aislamiento de la madre y el niño tras el parto. Ella se sienta en la cama y también va ataviada como correspondía a las clases más poderosas, mientras unas muchachas le ofrecen flores. Un enano ejecuta una danza de protección.
Las representaciones de hijas del difunto son muy frecuentes. Al igual que sucedía con la esposa, su papel se va haciendo más activo a medida que nos adentramos en la Dinastía XVIII. Seguramente, la representación en la que las hijas tienen un papel más activo es la de caza en el pantano, muy frecuente en las tumbas de la Dinastía XVIII. Esta escena es la que mejor ejemplifica la intención más significativa del arte egipcio: unir la búsqueda de la belleza con la preparación para la vida eterna, pero es también una magnifica muestra del sentido de la armonía, del equilibrio y de la simetría de las realizaciones artísticas egipcias, respondiendo, además, a esa utilización de escenas de la vida cotidiana con fines religiosos, especialmente el de asegurar el renacimiento del difunto.
Un buen modelo de caza en el pantano es la escena representada en la tumba de Najt . Su esquema es simétrico, no como un reflejo de espejo, sino como un estudiado equilibrio de los volúmenes de ambos lados. Es tradicional en el arte egipcio el uso de escenas simétricas, como sucede en las representaciones simbólicas de la unión de las Dos Tierras, shema tawy, o las del Festival Sed. Esta de Najt se articula en torno a un eje central: arriba las aves y los insectos se mezclan en desorden, abajo, dos peces, tilapia nilotica. Cuando la representación está terminada, como sucede en la tumba de Menna, los peces están atravesados por un arpón. A ambos lados, sobre dos diminutos barcos de papiro, Najt, en actitud majestuosa y postura casi idéntica, lanza el bumerán a la izquierda y el arpón, sin terminar, a la derecha. Le acompañan los miembros de su familia, especialmente los femeninos y, sobre todo, las hijas. Estas mujeres van ricamente vestidas, sujetan a Najt por la cintura o la pierna, mientras permanecen estables en la barquilla.
La caza en el pantano parte de un hecho de la vida cotidiana de la clase alta, pero tal y como se representa en las tumbas tebanas no responde a la realidad. Debemos leerla correctamente analizando especialmente los aspectos simbólicos. Siguiendo con la escena de Najt, consideremos en primer lugar los peces, la tilapia nilotica. Este es un animal que se traga sus crías cuando hay peligro y las devuelve cuando este desaparece, lo que le convierte en un claro símbolo de renacimiento. En segundo lugar hay que analizar las figuras femeninas, la esposa y las hijas, en cuya representación el artista parece haberse complacido. Ellas ofrecen el contrapunto pacífico a la violencia de la escena y son, precisamente por la feminidad, un símbolo de renovación de la vida, de nacimiento. Una de las hijas lleva un pato, las dos que sujetan la pierna portan flores, un loto abierto y otro cerrado. El loto es la flor de Egipto, su representación es sinónimo de vida y un símbolo de renacimiento, el mismo sol nace de él. Esta es, así, una escena ritual que gira en torno a la idea del renacimiento, de la renovación de la vida, en la que las figuras femeninas tienen un papel decisivo.
Aunque sólo se conserva la mitad, la escena de caza en los pantanos de la tumba de Nebamun en el Museo Británico, es de una calidad excepcional, especialmente por el uso del color. La esposa está, además, más lujosamente vestida. Los tres personajes llevan flores de loto.
No obstante su carácter simbólico, esta representación sale de la vida real. Cazar en los pantanos debía ser una de las distracciones favoritas de la clase alta, como también debía serlo la celebración de fiestas, incorporadas a la mayor parte de las tumbas tebanas de la Dinastía XVIII. Tradicionalmente se denomina de banquete este tipo de escenas, pero nadie come, sólo se sirven bebidas y los invitados se ofrecen productos entre sí. Son banquetes funerarios en honor del difunto y, como se verá más adelante, están llenas de alusiones al renacimiento.
Son muchas las imágenes femeninas que aparecen en estas celebraciones. Unas tienen nombre, pero en la mayoría de los casos son figuras anónimas. En la escena de banquete de la tumba de Djeserkaraseneb , las criadas acicalan a una señora. La figura de la sirvienta es un cúmulo de imperfecciones técnicas: sólo tiene un brazo, las piernas son muy largas frente a un tronco y cabeza muy reducidos, está de perfil completo y el artista no debió saber solucionar la colocación del brazo izquierdo. Es mucho más hábil cuando se atiene a las convenciones canónicas, como puede apreciarse en la otra muchacha que sostiene el collar de flores y, especialmente, en la dama, muy grande sobre la diminuta silla. A pesar de las imperfecciones, la escena resulta encantadora y muy ilustrativa del cuidado personal femenino en el Antiguo Egipto.
Las escenas más corrientes de banquete son aquellas en las que, como la tumba de Najt, dos invitadas se ofrecen un fruto o una flor, en este caso una mandrágora, planta que llegó a Egipto en el Reino Nuevo. Se cultiva salvaje en climas templados y su fruto es venenoso, lo que no impide que siempre se la encuentre asociada con el misticismo y la magia. En el caso concreto de las escenas de banquete, parece tener un significado erótico por ser afrodisíaca. En el festín de Najt, el artista ha roto la monotonía tradicional de una figura tras otra poniendo en comunicación estas dos figuras y dotándola de naturalismo.
Ramose era visir del Sur de Amenhotep III y su alto cargo le otorgó el privilegio de una tumba de gran tamaño en la que trabajaron los mejores artistas de los talleres reales. La gran calidad de la caliza del lugar en el que se construyó la tumba permitió la realización de relieves que no llegaron a ser pintados, sólo los bordes de los ojos.
Pero la que se representa en la tumba de Ramose no es exactamente una escena de banquete como las de otras tumbas. En primer lugar, sólo hay dos personajes que no están identificados, todos los demás aparecen con nombre, títulos y, en algunos casos, relación familiar con Ramose. Todos son m33 hrw, justificados, es decir, fallecidos. Tampoco hay escenas de diversiones, como la música, ni criadas que sirvan. Por todos estos detalles, esta escena debería ser considerada más como de recepción de ofrendas que como banquete funerario tradicional. La escena ocupa todo un muro y está formada por grupos de parejas de hombre y mujer, salvo una en que los dos componentes son hombres. Entre todas las parejas hay que destacar la que forman Amenhotep y su esposa May. Amenhotep, hermano de Ramose, era Mayordomo Real en Menfis y May era cantora de Amón. Estos son los textos que acompañan a cada figura: “El príncipe, noble, confidente del Buen Dios, supervisor de los artesanos del Rey, el Gran Mayordomo del Rey en el Muro Blanco, escriba real, su amado, Amenhotep, justificado. Su esposa, su amada, la cantora de Amón, (Adorno Real), Señora de la casa, May, justificada, honorable dama.
May era Hkrt-nsw, titulo que se encuentra traducido muchas veces como Concubina Real, pero no es esta una traducción correcta, puesto que Hkr significa Adorno. El titulo se refiere a un grupo de mujeres adscritas al Hnr, institución dedicada a la adoración musical de los dioses y que algunos autores relacionan con el culto a Hathor. Siempre va ligado a mujeres del más alto rango.
May, y el resto de las mujeres de esta escena, representan el más puro ideal de belleza femenina, muy academicista, es cierto, pero de una calidad técnica en el modelado difícilmente superable, así como una sobria elegancia en las proporciones.
Más de una cuarta parte de las escenas de banquete incluyen músicos de ambos sexos y bailarinas. En la tumba de Rejmire, las mujeres tocan diferentes tipos de instrumentos: arpa, laúd, tambor rectangular de bordes cóncavos. Las figuras aparecen en fila mirando todas al mismo lado. El texto que aparece junto a las tañedoras es una canción que se refiere a Maat a la izquierda y a Amón en el centro. De la misma época que Rejmire es la tumba de Amenemhab, llamado Mahu. Las mujeres músicos de la escena de banquete llevan los mismos trajes ajustados y los instrumentos son arpa, flauta y lira. De nuevo están en fila y miran al mismo lado. Las tumbas tebanas ofrecen una magnífica información para seguir la evolución de los instrumentos musicales en el Antiguo Egipto.
Durante el reinado de Thutmose IV se introduce el desnudo en las bailarinas de las escenas de los hipogeos tebanos. En las de la tumba de Najt llama la atención el color rojo de los cuerpos femeninos, lo que no es una ruptura de la convención, sino que se debe al oscurecimiento de un barniz incoloro que se aplicó al terminar la pintura. Tocan doble flauta, laúd y arpa. La muchacha desnuda del centro baila con una estudiada postura de piernas y el giro del cuerpo. Es también durante el reinado de Thutmose IV cuando se introducen en las escenas figuras con movimiento que rompen la alineación perfecta. Su función compositiva es la de un contrapposto que da unidad a la composición. Según muchos autores, el contrapposto es una aportación griega al desprenderse de la ley de la frontalidad, sin embargo, lo encontramos ya en el Reino Nuevo en Egipto. En esta escena de Najt, de nuevo se produce una ruptura de la convención: el pecho izquierdo de la bailarina está representado de frente y no de perfil.
Las músicos y bailarinas desnudas llevaban tatuajes, como puede apreciarse en la música representada en un plato de fayenza que está en el Museo de Leiden y que lleva un tatuaje del dios Bes en la pierna.
Además de bailarinas, músicos y sirvientas, las mujeres desempeñaban muchos otros oficios. Evidentemente, la mayoría trabajaban en la agricultura, principal recurso del país. Las tumbas tebanas de la Dinastía XVIII incluyen casi siempre en su decoración escenas de cosechas, pero la presencia femenina en ellas es casi anecdótica. En la tumba de Menna aparecen dos niñas pegándose, llevan trajes largos con mangas. A su izquierda hay una muchacha vestida sólo con una falda y el pelo recogido con un pañuelo, que parece descansar de su tarea, ¿cual era esa tarea?. Un fragmento de la cosecha de la tumba de Jaemhat nos lo explica. Dos jóvenes con la misma falda y pelo recogido, se agachan para recoger el grano en cestitos. Lo mismo podemos ver en la tumba de Najt, en la que, además, hay a la izquierda otras dos muchachas con trajes largos con mangas una y tirante otra, que recogen lino. En ningún caso, las mujeres utilizan instrumentos cortantes: recogen grano del suelo, o cortan lino con las manos. No sabemos la razón de esto, quizá sea un tabú ligado a lo femenino, porque no es creíble que las mujeres no usasen instrumentos cortantes, de hecho, aparecen con hoces en papiros de épocas posteriores.
En cualquier caso, lo que se representa en estas escenas de las tumbas tebanas son las grandes posesiones, del templo, del rey o del dignatario, y las mujeres no debían trabajar en las grandes propiedades en faenas agrícolas. No puede, sin embargo, deducirse que las mujeres no trabajaban la tierra, es seguro que lo hacían habitualmente en las pequeñas parcelas y huertos. Sí aparecen en otras funciones en el trabajo en la agricultura: llevar comida a los hombres, como puede ser el caso de la figura de una madre de la escena de cosecha de Menna .
Tampoco hay mujeres en las escenas de vendimia. La única excepción no está en Tebas, sino en la cercana necrópolis de El- Kab, y es la tumba de Paheri, de principios de la Dinastía XVIII.
Es también difícil encontrar mujeres en otros oficios, como el de lavandera de grandes instituciones. Este era un trabajo de hombres, sólo en un pequeño fragmento de una tumba desconocida que está en Turín, aparece una mujer en estas tareas, aunque también puede tratarse de un taller de teñido de tejido, oficio en el que si intervenían activamente las mujeres. El que no trabajasen en las grandes lavanderías, no implica que a determinadas horas, las orillas del Nilo, como hoy sucede, se vieran llenas de mujeres realizando la colada familiar.
Ipuy era un escultor de Deir el-Medina durante el reinado de Ramsés II. Aunque su tumba es de la Dinastía XIX, parece de la XVIII por la gran cantidad de escenas de la vida cotidiana que contiene. Es, por esta razón, una magnífica fuente de información sobre muchos aspectos de la vida egipcia. Valga como ejemplo una escena de mercado que representa unos barcos de los que bajan los tripulantes para comerciar en el poblado. Las que están sentadas en sus puestos, como hoy en muchos mercados populares del mundo, son mujeres. Unos hombres bajan del barco llevan sacos de grano y los cambian a las mujeres por hogazas de pan, pescado y hortalizas y, seguramente, también el vino de las jarras.
El testimonio de esta escena es doble, en primer lugar nos informa del sistema de trueque ya que en Egipto no había moneda y los productos tenían un valor en deben, intercambiándose por otros artículos con el mismo valor. En este caso, las hogazas, hortalizas, peces y vino debían equivaler a una determinada cantidad de grano. En segundo lugar, el trueque a pequeña escala para satisfacer la demanda familiar, era trabajo de las mujeres. Ellas llevaban al mercado los productos de su huerta, los panes y los pescados que salaban para cambiarlos por aquellos que no producían directamente. Aquí se representa una economía a pequeña escala pues el gran comercio estaba en manos de profesionales, siendo esta representación un magnífico testimonio del papel de la mujer en la economía familiar. La vida de las mujeres en las sociedades preindustriales debía ser especialmente difícil y agotadora, la subsistencia de la familia dependía de ella en gran medida, desde la confección de los tejidos hasta la obtención de los alimentos, sin olvidar el difícil cuidado de la prole.
La sociedad egipcia estaba fuertemente jerarquizada y poco tenían que ver entre sí las mujeres de las clases más desfavorecidas con las de alto rango. Estas contaban con sirvientes y podían dedicar su tiempo a funciones religiosas. En un dibujo de Davies de su publicación sobre la tumba de Neferhotep, cuya esposa Merytre era tan importante, sobre las velas de un gran barco parece estar trabajando una mujer de la Davies dice que es la esposa del capitán, aunque ningún dato corrobora esta afirmación. No existen testimonios de ningún tipo, salvo que este sea el único, de mujeres ocupadas en este tipo de oficios.
Es en los ritos funerarios donde sí aparecen muchas mujeres, por ejemplo, como portadoras de ofrendas al difunto. En la tumba de Amenemhat , de comienzos de la Dinastía XVIII, hay una escena de ofrendas aún muy arcaica, en la que son especialmente bellas las representaciones de animales.
Pero donde destaca el papel de la mujer en los ritos funerarios es en el oficio de plañideras, dryt. Su misión era lamentarse en los entierros y se consideraba como una profesión cuyos servicios eran contratados por las familias de los difuntos. Unas veces siguen al cortejo en tierra, otras van en el barco, como en la tumba de Samut, llamado Kyky , del reinado de Ramsés II. Algunas llevan el pecho desnudo en señal de luto y se lamentan con gestos grandilocuentes, lo que permite escenas de gran dinamismo.
En la tumba de Ramose, en el muro Oeste, donde se representa la procesión funeraria, no hay relieve sino pintura. Se hicieron sólo dos registros pues la tumba no está terminada. En el superior se transporta el catafalco y el tekenu, en el inferior, entre el transporte del ajuar, aparece un compacto grupo de plañideras. Todas miran al registro superior, lo que es una innovación en la decoración de las tumbas puesto que por primera vez se ponen en comunicación un registro con otro. Las plañideras de Ramose son un hito en la pintura egipcia, no sólo por esta comunicación entre registros, sino también por su función en la composición y la utilización del color. Su forma de paréntesis, su posición enfrentada al resto del cortejo y el uso del azul, sirven para individualizar al grupo, pero también son una ruptura de la monótona fila de porteadores y seguidores del entierro. Este grupo es una composición muy estudiada, al mismo tiempo estática y dinámica, estática en la parte inferior con todas las figuras firmemente asentadas en el suelo, dinámica en la superior con un contenido y rítmico movimiento de brazos y cabezas. Una niña desnuda rompe la fila de faldas azules y blancas. Para lograr la sensación de perspectiva se recurre a la alternancia de dos colores de la misma gama, uno más oscuro que otro. Arriba, los rostros son idénticos, las cabezas se inclinan formando un semicírculo a tres alturas, los brazos se agitan y sólo una se agarra a la cintura de otra más alta, rompiendo de nuevo la monotonía. La colocación de algunos brazos no se corresponde con las cabezas. El gesto de dolor de los rostros se logra mediante el simple recurso de pintar las lágrimas como puntos que salen del ojo y el torcido gesto de la boca.
Otro tipo de plañideras son aquellas mujeres de la familia que lloran al difunto, generalmente la esposa. Aparecen con gestos violentos, arrodilladas a los pies del sarcófago, arrojándose tierra a la cabeza en señal de luto. Nunca se da el caso contrario, del hombre llorando a la esposa.
En muchas tumbas aparecen mujeres extranjeras. En la tumba de Ineni (, supervisor de las obras arquitectónicas de Amenhotep I y Thutmose I, unas mujeres forman parte de un cortejo de tributarios nubios. Van cargadas con sus niños en cestos a la espalda. La escena es un tanto rígida, pues no en vano estamos muy al principio de la Dinastía XVIII, pero la falda rosa que contrasta con la piel negra es de un gran impacto visual. En el hipogeo de Menheperaseneb, del reinado de Thutmose III, aparece también una escena de entrega de tributos de dignatarios extranjeros, entre los que se individualiza mediante una inscripción al Grande de Tunip. Tunip era un reino en Siria, cuyo emplazamiento no está aún comprobado, conquistado por Thutmose III. Esta es la única representación de este pueblo en una tumba tebana. El artista de Menheperaseneb se complace en los detalles exóticos: el adorno del traje, los peinados. Lo más llamativo es que el Grande de Tunip lleva en sus manos una niña como si fuera un tributo.
En conclusión, al carecer de biografías femeninas, las tumbas tebanas son la principal fuente de información para comprender la situación de la mujer en el Reino Nuevo. Pero debemos ser cuidadosos al interpretar las escenas, no podemos olvidar el simbolismo y la idealización presentes en todas las representaciones y que esta idealización es aún más acusada en las mujeres.

miércoles, 29 de julio de 2009

LA DIOSA BAST




Egipto, misterios insondables,...Quién no se ha sentido alguna vez atraído por su magia, se ha maravillado ante la magnificencia de las Pirámides, de la Esfinge, rostro humano con garras de león, y ha sentido la vibración espiritual en sus divinidades, las cuales tuvieron la más diversa representación y fueron muy variadas llegando a conocerse más de tres mil. Inicialmente eran propias de cada tribu, y luego a medida que el país se fue unificando las divinidades más importantes fueron alcanzando carácter nacional.
Muchas de estas divinidades fueron zoomorfas, es decir, tuvieron la forma de animales, así Anubis, Dios de lo Muertos, tenía cabeza de chacal; Khnum, Dios Creador del Hombre, tenía cabeza de carnero; Horus Dios - Sol de cabeza de halcón, era una de las grandes divinidades del Valle del Nilo; Sekhmet, de cabeza de leona, diosa de la guerra sanguinaria y cruel.
Entre esta serie de divinidades, BAST diosa gato, venerada especialmente en el Delta del Nilo, también conocida como Ousbastis y Bastet, fue representada como una mujer, con cabeza felina.
Su ciudad, Busbastis, que significa "mansión de la Diosa Bast", llegó a ser capital de Egipto en su momento de mayor esplendor, siendo el edificio más importante de la ciudad, el templo dedicado a la diosa.
El culto al Gato, aparece en el Antiguo Egipto alrededor del año 2900 A.C., y según la mitología la diosa gata Bastet, defendió al Dios - Sol Ra contra los ataques de la serpiente Apofis, una de las deidades del mal hija y esposa del propio Ra.
Fue diosa de la guerra, de la fertilidad, de la alegría, de la maternidad, la fecundidad y otras virtudes femeninas, además de guardiana del hogar y feroz defensora de los hijos.
El simbolismo de BAST y su culto, fueron complejos, por un lado representaba la energía del sol etérea, cálida y vivificante, siendo esta su parte evidentemente femenina; de otro lado, la conexión con el culto a la luna, proveniente de la parte misteriosa y amante de la noche, propia de los gatos.
El Gato Sagrado de Bast, es asociado con la Diosa Bast, representada con figura humana y cabeza de gato.
La natural gracia y quizás las cualidades maternales del gato, sugirieron a los egipcios algunos aspectos de la Diosa.

EL GATO Y LA RELIGIÓN EGIPCIA
El que muchas divinidades egipcias fueran zoomorfas trajo como consecuencia que el animal fuera considerado no sólo un símbolo viviente del dios , sino era tomado como un "fragmento" o encarnación del dios mismo.
Así en los templos se mantenía un ejemplar que se consideraba la imagen viviente del dios , el cuerpo en el cual este había decidido habitar sobre la tierra . Inclusive se aplicaba a ellos la doctrina egipcia de la Supervivencia en el Más Allá.
Para el culto a Bastet los sacerdotes solían escoger un gato con unas características muy especiales, el cual era adorado y venerado como si se tratase de la encarnación de la diosa .
Los antiguos egipcios no dieron al gato un nombre específico lo llamaban por su onomatopeya: Miu para el masculino y Mit para el femenino.
En la vida cotidiana les daban un trato muy especial, eran considerados como un miembro muy respetado de la familia, y si alguno caía enfermo recibía atenciones como si de un niño se tratara ; si llegaba a morir la familia se vestía de luto, llegando hasta el punto de afeitarse las cejas en señal de duelo.
A los felinos fallecidos, se les llevaba a la casa de purificación para ser momificados, proceso que podía durar hasta 40 días. Luego, las familias ricas colocaban sobre la cabeza de la momia una máscara de bronce, para ser introducido en un sarcófago, y por último era conducido al cementerio seguido por un largo cortejo de parientes y amigos que lloraban desesperadamente, mostrando su desconsuelo .
El cementerio de gatos más grande de todo Egipto se encontraba en Bubastis, y a este lugar acudía gente de todo el país para dar sepultura a sus queridos felinos.
Existían leyes que prohibían tanto el perseguir como matar a los gatos, a tal punto que si alguien era responsable de la muerte de uno de ellos, podía ser condenado incluso a la pena capital.
En conclusión, todo este proceso en las costumbres y creencias de adoración hacia los felinos, los involucró cada vez más en los hogares y sitios de producción, donde fueron imprescindibles para la eliminación de plagas de roedores, garantizando así su permanencia junto al ser humano, hasta llegar a ser el compañero invalorable que es en nuestros días.