miércoles, 4 de agosto de 2010

EL TEMPLO DE LUXOR, JOYA DEL NILO

El harén del sur de Amón. Así se llamó el recinto sagrado que se convertiría en el modelo de los futuros templos egipcios. Construidos a orillas del Nilo, recibía cada año la visita del divino Amón que, procedente del vecino templo de Karnak, reposaba aquí durante unos días. La estancia del dios en Luxor aseguraba una buena cosecha y la prosperidad del país.
El Nilo discurre plácidamente por su anchuroso cauce. En su orilla occidental, tras la fina línea verde de cultivos y árboles que beben de su corriente, se yerguen los escalpados acantilados rojizos que protegen los dominios de Osiris, dios de los muertos. Allí, tras las peñas que desde la lejanía cortadas a pico, se encuentran los valles donde recibieron sepultura los soberanos de Egipto y sus esposas. La árida majestad de esta ribera contrasta vivamente con las vastas construcciones que se yerguen en la orilla oriental del gran río. Hoy como ayer, las embarcaciones hienden suavemente la mansa superficie del agua hacia las portentosas columnas del templo de Luxor, que revelan sus imponentes dimensiones a medida que se reduce la distancia entre sus moles y el observador. Estamos en la ciudad que los egipcios llamaron Waset, y los griegos Tebas. En la capital del antiguo Egipto.
Una y otra orilla nos hablan de las enormes diferencias entre templos levantados con distintas funcione, aunque todos ellos sean el resultado de un portentoso esfuerzo constructivo. En efecto, poco tiene que ver los templos funerarios que –como el que en Deir el-Bahari edificó la reina Hatshepsut- se alinean en la orilla occidental tebana, la tierra de Osiris, con los erigidos en la ribera oriental. En el templo funerario se rendía culto al ka o espíritu del faraón muerto y divinizado que lo había construido en vida. En cambio los templos orientales –los magnos recintos sagrados que se levantan en Karnak y Luxor, y cuyas siluetas dominaban las construcciones de adobe de la antigua capital- eran el palacio donde moraba la divinidad. Un palacio vetado a los fieles, y en el que sólo podían entrar aquellos cuya vida estaba consagrada a los dioses. Un palacio que era, además, un microcosmos a escala reducida, un prodigioso generador de energía que mantenía el orden de las cosas, la Maat, para el buen discurrir del país.

El Harén de Karnak
Karnak fue el núcleo religioso de Tebas, el corazón de Waset. Allí, Amón, dios del Imperio, y su esposa Mut, los componentes de la pareja divina, disponían de su propio recinto amurallado. Khonsu, hijo de ambos, tenía su templo en el interior del recinto paterno. Adosado al muro norte del solar de Amón, otro espacio amurallado marca todavía hoy el territorio del que fuera antiguo señor de Tebas, el dios Mentu, desplazado por Amón ya en los lejanos tiempos de la dinastía XII. Fue a unos tres kilómetros al sur de Karnak donde uno de los grandes soberanos de la dinastía XVIII, Amenhotep III 1402-1364 a.C., construyó ipet-resyt, el Harén del sur de Amón , que es como se llamó el templo de la actual Luxor.
Y es que el templo de Luxor fue concebido como una parte importante del templo de Amón en Karnak, como su complemento, a pesar de que los asentamientos urbanos ahora los separen. Se edificó para celebrar la fiesta de Año Nuevo, cuando las aguas de la crecida anual del Nilo alcanzaban su máximo nivel. En la fiesta de Opet, como la llamaron los antiguos egipcios, la triada divina de Amón – el dios, su esposa y su hijo- rendía visita a su harén meridional. Las imágenes de Amón, Mut y Khonsu, saliendo de sus santuarios de Karnak, emprendían por el rio, en sus barcas sagradas, la corta travesía hasta Luxor. Allí reposaban en sus capillas durante, aproximadamente, once días. Mientras, en el exterior, el pueblo alborozado celebraba la crecida confiando en que ésta aportase una cosecha próspera, ya que así lo había pedido el faraón a su padre Amón. Concluidos los festejos, el regreso a los templos de origen se hacía por tierra, siguiendo la avenida de esfinges que une Karnak con Luxor.
Visitar Luxor es como remontarse a los mayores tiempos del Imperio Nuevo 1552-1069 a.C. porque Luxor permite, con un mínimo de imaginación, seguir paso a paso su glorioso pasado, a diferencia de Karnak, demasiado alterado y roto tras siglos de inmisericordes saqueos y devastaciones. Si Karnak es un fantasma que no se resigna a desvanecerse del todo, Luxor es una realidad tan sólo adormecida pronta a despertarse con los pasos del viajero que llegue en el silencio y la soledad del amanecer.
La Morada de Amón
En esa hora propicia al recogimiento el visitante debe cruzar el colosal pilono que construyera Ramsés II y no debe detenerse hasta llegar ante las catorce gigantescas columnas que marcaron la entrada al templo original, concebido por aquel genial arquitecto que se llamó Amenhotep hijo de Hapú.
Franqueando la puerta de un pilono que no llegó a terminarse, se entra en un armonioso patio porticado, vestíbulo abierto de una sala hipóstila más pequeña y menos impresionante que la de Karnak, pero bella y armoniosa como ninguna otra. Es ésta la última antesala a los lugares de la oscuridad y el silencio, al lugar de descanso de los dioses. Todas las columnas tienen sus capiteles en forma de papiros con las umbelas cerradas, a excepción de las catorce que se hallaban a la entrada, que abren sus corolas al cielo. Es, como todo en Egipto, un simbolismo buscado; las umbelas abiertas son la luz, la plena explosión de la vida, mientras que los cálices cerrados representan la vida contenida, la esperanza de una luz, un renacimiento por llegar, el recogimiento que acompaña a la penumbra donde yace Amón, llamado el oculto.
Pero además, este patio es la prueba más palpable de que el templo quizá no ha revelado todavía todos sus secretos. En 1989, durante unos trabajos de mantenimiento, se encontraron veintidós estatuas a tan sólo dos metros y medio bajo las losas del pavimento que, a diario, pisan miles de turistas. Enterradas por razones desconocidas en el siglo III d.C., estas esculturas, de una calidad extraordinarias, aparecieron en un estado perfecto de conservación. Una de ellas puede considerarse excepcional: se trata de una escultura de 2´5 metros de altura, tallada en bellísima cuarcita roja, que representaba a Amenhotep III sobre un trineo. Bajo ella salieron a la luz otras de los faraones Tutmosis III, Horemheb y Tutankhamón, y de las diosas Iunyt y Hathor.
Al final de la sala se encuentran dos pequeños habitáculos destinados al reposo de las barcas-capilla con que los dioses viajaban de Karnak a Luxor, a la izquierda, el de Mut, y a la derecha, el de Jonsu. La barca de Amón y su estatua ocupaba el sitio más recóndito, justo al final del templo. Amenhotep hijo de Hapú estableció aquí el canon definitivo del templo egipcio, que ya no cambiaría hasta la dominación romana.
Luxor, modelo para la eternidad
El modelo de templo fijado por Luxor consistía básicamente, en un pilono de entrada que da acceso a un patio porticado descubierto, seguido de una sala hipóstila, y de una o varias antesalas del Sancta Santórum, el lugar donde reposaba la divinidad. Todo ello siguiendo un único eje longitudinal y una disminución progresiva de la altura de la sala hipóstila, una serie de capillas y almacenes guardaban los objetos necesarios al culto. Hasta aquí entraban los sacerdotes portando las barcas en procesión.
El templo primitivo sufrió importantes transformaciones en épocas posteriores. Puestos que la barca de Amón necesitó más porteadores y los porteadores más espacios del que ofrecía el pasillo original, fue necesario recortar las basas de las columnas centrales. En época romana se remodeló una antesala para ser santuario del culto imperial; los bajorrelieves de Amenhotep III fueron borradas por una capa de estuco sobre la que se pintaron las efigies de los emperadores. Pero más drástica aún había sido la transformación del santuario de la barca de Amón, reestructurado por Alejandro Magno cuando se hizo coronar faraón en 332 a.C. Lamentablemente, los relieves en que vemos al conquistador macedonio tocado con la corona azul ante un Amón itifálico están demasiado lejos de la perfección que habían alcanzado los altorrelieves de Amenhotep III. Por fortuna, y a pesar de las mutilaciones de que fueron objeto los relieves a manos de los cristianos coptos, se ha conservado una escena capital: la teogamia. Así llamaron los griegos a la unión canal de una reina con un dios, en lo que resultó el más eficaz truco para legitimar una ascensión al trono cuando los derechos dinásticos no estaban demasiado claros. La artimaña nació con Hatshepsut y Amenhotep III la copió. Así que ahora vemos cómo es Amón quien, tomando la apariencia de Tutmosis IV – padre de Amenhotep - , cohabita con la concubina real Mutemmuia y engendra al nuevo rey.
El Templo de Ramsés
Ramsés II 1289-1224 a.C. no pudo resistir dejar su impronta en este magnífico templo y lo hizo a lo grande, como hacía todo lo suyo. Pero antes de su intervención, Luxor había experimentado otros cambios. Así, las altas columnas de la entrada que construyó Amenhotep III están rodeadas por los muros que mandó levantar Tutankhamón cuando éste retornó a la religión de Amón, una vez que se cerró el paréntesis del culto a Atón, impuesto por el faraón hereje Akhenatón. Poco duraron los cartuchos y efigies de Tutankhamón, pronto sustituidos por los del faraón Horemheb, el último rey de la dinastía XVIII. Las dos mejores estatuas volvieron a cambiar de propietario, y las efigies de Amón, con las facciones aniñadas de Tutankhamón, se convirtieron en una ofrenda a Ramsés II.
Sólo fue el comienzo. Ramsés II, tercer soberano de la dinastía XIX, prolongó el templo añadiéndole un nuevo patio porticado y la fachada actual: un pilono en el que grabó su autoproclamada victoria sobre los hititas en la batalla de Qadesh, precedido por seis estatuas colosales y dos majestuosos obeliscos. Mucho ha dado que hablar la nueva orientación de la obra de Ramsés, pues, rompiendo la dirección del eje del templo, la cambió, enfilando su ampliación hacia el recinto de Karnak. Al parecer, dicho cambio habría respondido a la voluntad de respetar la ubicación de un antiguo santuario de las barcas construido, aparentemente, por Tutmosis III. Ramsés, faraón guerrero como su glorioso antecesor, al que sin duda admiraba, habría querido rendir homenaje a Tutmosis respetando su obra.
Ramsés II, aquel incansable constructor, no concedió descanso a sus escultores a la hora de multiplicar sus estatuas colosales. Las gigantescas estatuas sedentes que presiden su pilono en Luxor son magníficas. Y más aún las que coloco al final de su patio, justo antes de pasar el umbral de otro pilono inacabado que le servía de cierre.

domingo, 11 de abril de 2010

LA CORONACIÓN DEL FARAÓN RAMSÉSII

Amanecía en Tebas, y las calles de la ciudad se palpaba el nerviosismo. Los sacerdotes pugnaban por ser especialmente escrupulosos en el cumplimiento de sus deberes, pues había muerto el rey Seti I y en el país se había instalado la incertidumbre. Los mensajeros habían partido hacia los rincones de Egipto para informar de lo ocurrido en la corte. En el recuerdo de todos, aún resonaba la voz que, después de indicar el año, el mes, la estación y el día en que se encontraban, había anunciado: El dios Men Maat Ra (Seti I) ha ascendido a su horizonte, el rey se ha elevado al cielo, se unido al disco solar, se ha fundido con quien lo creó. El silencio de los cortesanos, con los corazones henchidos de tristezas, resultaba perturbador. Pero también era motivo de esperanza el saber que el heredero del reino, el príncipe Ramsés, había asumido sus deberes y estaba cumpliendo los ritos que asegurarían la inmortalidad del soberano difunto, aquel que, aunque había gobernado con mano férrea, supo proporcionar la paz y el orden que requerían los dioses y los hombres.
EL PELIGRO ACECHA
El cuerpo de Seti I se hallaba en las experimentadas manos de los embalsamadores, cuya labor debía abrir las puertas de la inmortalidad al faraón difunto, puesto que la momificación permitía el renacimiento del soberano como Osiris, el dios del Más Allá. Ahora Ramsés subiría al trono de Egipto como nueva encarnación en la tierra del dios Horus, hijo de Osiris. Todo lo que debía hacerse tras la muerte de rey-dios estaba determinado de antemano.
Pero la desaparición del monarca suponía inevitablemente una alteración del orden cósmico, de la Maat. Egipto se debilitaba y, en consecuencia, podían acecharlo fuerzas hostiles: desde los enemigos del país hasta peligros sobrenaturales que se manifestaban en forma de plagas, hambrunas y desgracias que podían sumir a Egipto en el caos. Y aunque el príncipe heredero satisfacía los ritos necesarios para que su padre, el faraón, se uniera a los dioses con los que iba a vivir durante toda la eternidad, aún no había tenido lugar la ceremonia de coronación. Con ella, el futuro soberano se convertiría en el restaurador y garante de la Maat, y el equilibrio del universo quedaría restablecido.
LA CORONACIÓN
Para asegurar la estabilidad del Estado y el orden natural de Egipto entre uno y otro reinado, nobles, sacerdotes y dioses preparaban la coronación del nuevo monarca, que le daba legitimidad para gobernar. Los textos egipcios relativos a esta ceremonia son pocos, pero nos permiten imaginar su desarrollo. La coronación no tenía lugar en un lugar concreto, sino que cada rey escogía un escenario de especial significación religiosa o política: Tebas, Menfis, Heliópolis, Sais…
Al parecer, los egipcios preferían el primer día del año nuevo o el primer día de la estación de la siembra, entre noviembre y marzo, para llevarla a cabo. Los ritos comenzaban al alba de la primera jornada y se extendían al menos durante cinco días. Todos se llevaban a cabo en el templo y comenzaban con un baño ritual que tenía por objeto la purificación del futuro rey. Entre himnos y alabanzas, dos sacerdotes cubiertos con máscaras de halcón y de ibis que encarnaban a los dioses Horus y Thot, llevaban a cabo esta especie de bautismo vertiendo sobre el faraón agua del Nilo, para purificarle de las impurezas humanas.
Después se ungía al nuevo rey con siete óleos sagrados, que lo protegían del mal y lo vinculaban a sustancias mágicas: perfume de festival, aceite sagrado, resina, aceite nejnem, aceite uaut, aceite de cedro de primera calidad y aceite libio, los cuales provenían de la tierra primordial que había dado origen al mundo.
El baño con agua del Nilo, fuente de vida, y la aplicación de los óleos sagrados perseguía un doble propósito. Por una parte, crear las condiciones de un nacimiento que abriera a Ramsés las puertas a una nueva existencias de naturaleza divina y poderosa, como soberano de Egipto; por otra parte, unir al nuevo rey con los orígenes mismos del mundo y del cosmos.
Otro pasaje de la coronación consistía en una carrera ritual en torno a un muro o a un terreno delimitado por mojones, cuya área evocaba el muro blanco que rodeaba Menfis, la primera capital de Egipto y simbolizaba el territorio sobre el que iba a gobernar. Con esta carrera, el nuevo monarca consagraba su dominio del país y le otorgaba su protección.
Puesto que el soberano había nacido a una nueva existencia, debía recibir nuevos nombres. Como se hacía con todos los niños de Egipto, ya se le había impuesto un nombre al venir al mundo, pero los reyes adoptaban cinco, precedidos por títulos que los unían a concepto divinos. Estos nombres debían ser registrados en los frutos del árbol de la persea, hecho que se relacionaba directamente con el destino. Según el mito, la persea crecía en el cielo, morada de los dioses, lo que quizás implicaba que al tiempo que se desarrollaba la coronación en la tierra, tenía lugar una coronación celestial, con el beneplácito de las divinidades. Esta ceremonia especialmente importante, se realizaba en la intimidad del tiemplo, lejos de miradas extrañas. Quienes según la mitología inscribían los nombres eran tres divinidades: Atum, el dios creador, y los dioses de la escritura Thot y Seshat, quizá representados terrenalmente por dos sacerdotes y una sacerdotisa, aunque sólo en el momento puntual dela ceremonia.
Tras haber recibido sus nombres, y como sucedía con los niños después de nacer, el futuro rey debía ser alimentado con leche materna. Pero él se nutría mágicamente del seno de una diosa de carácter maternal, gracias a cuya leche adquiría cualidades divinas. Esta diosa podía ser Isis o uno de los otros aspectos con los que en determinados momentos se identificó a esta divinidad: Nekhbet, Uerethekau, Mut, Hathor…
SOBERANO DEL DOBLE PAIS
Era imprescindible que el faraón cumpliera los ritos de coronación de forma dual, una vez como rey del Alto Egipto y otra como soberano del Bajo Egipto. Mientras permanecía sentado en un estrado era investido con las coronas reales, quizás ofrecidas por los dioses Horus y Seth como representantes del norte y el sur respectivamente; y luego recibía los cetros. En la ceremonia de coronación de la reina Hatshepsut, por ejemplo, las coronas fueron impuestas a la soberana en el orden siguiente: primero, el pañuelo nemes; luego, el casco ceremonial jepresh; después, el tocado ibes, y, a continuación, una tras otra, la corona roja, la atef, la la corona Re, la corona blanca y la corona doble.
De todas las coronas, las más importantes eran la roja, la blanca y la doble, que eran impuestas al nuevo monarca por el dios Atum, representado por un sacerdote con la máscara del dios. Como rey del norte se le vestía en la capilla Per-ur, la casa grande, con la corona roja, protegida por la diosa Uadyet. Acto seguido, como rey del sur, se imponía al soberano la corona blanca o pschent, lo que hacía en la capilla Per-neser, la casa de la llama, asociada a la diosa buitre Nekhbet. Sabemos que ambas coronas se empleaban desde el IV milenio a.C. y que más allá de su significado político, tenían otras connotaciones: la roja encarnaba el potencial femenino de la vida, y la blanca, el principio vital masculino.
La reunión de las coronas roja y blanca daba lugar a la doble corona, que desde el período tinita, en el III milenio a.C., se empleó para mostrar al rey como soberano del Egipto unificado. Los egipcios la llamaban sejemty, las dos poderosas. Según se quisiera destacar su papel como soberano del Alto o el Bajo Egipto, la corona roja se reproducía sobre la blanca o viceversa. Esta doble corona estaba vinculada al poder terrenal del rey, en contraposición a la corona atef, asociada con el mundo del Más Allá por ser la corona de Osiris.
Otro tocado que se colocaba sobre la cabeza del rey era el menes. En realidad, se trataba de un cubre peluca confeccionado con una pieza de tela que cubría la cabeza cayendo a ambos lados del rostro y que se anudaba por la parte posterior. En su origen tenía un sentido práctico: permitía sujetar y mantener limpio de arena e impurezas el cabello; pero desde el período tinita devino un símbolo para identificar al monarca con las fuerzas divinas y lograr de ellas un poder que no ha podido determinarse con precisión.
Entre la indumentaria que vestía el soberano durante la coronación destacaban las sandalias blancas, el calzado de los dioses. Su color era signo de pureza y con ellas el faraón dominaba simbólicamente el mundo que hollaban sus pies. También se le entregaban joyas propias de su función en forma de pectorales y collares mágicos, así como diversos cetros. Entre éstos figuraban el nejej y el heqa, cuyo origen podría remontarse a los primeros estadios de la civilización faraónica.
LOS CETROS DEL PODER
El flagelo o mayal nejej quizás fue en su origen un instrumento empleado por los nómadas para conducir el ganado, y luego derivó en emblema de poder y autoridad, convirtiéndose en una guía mágica para gobernar a los hombres. De forma similar, en el cayado heqa se ha visto un antiguo útil de pastor, aunque puede que fuese también una antigua arma de cazadores, luego empleada por comunidades de pastores y que adquirió una función protectora, para dirigir a los hombres. El heqa fue uno de los cetros más importantes y poderosos de todos los hallados en Egipto, y aparece en los enterramientos privados a modo de amuleto, como símbolo de protección real.
La falta de texto con detalles relativos a la coronación posiblemente se deba al carácter de la misma, que debió de ser una ceremonia mágica y muy poderosa, por lo que no podía referirse lo que acontecía en ella. Tras complejos pasajes y diversos ritos, durante los cuales el faraón se presentaba ante los dioses para lograr su aceptación, y en los que se realizaban todo tipo de ofrendas, se soltaban aves y se lanzaban cuatros flechas en la dirección de los cuatros puntos cardinales para conjurar el mal y para que el cosmos supiera del ascenso del nuevo rey.
ACLAMADO POR SU PUEBLO
Éste era el momento glorioso en el que el soberano se mostraba a sus súbditos, la parte pública de la ceremonia durante la que se quemaba incienso y se realizaban ofrendas de bueyes y animales del desierto.
Una vez concluidos los rituales de coronación, los enviados parten hacia todos los confines del país para proclamar los nombres y títulos del nuevo monarca, que a partir de ahora se tendrán que incluir en los documentos.
A Ramsés, ya convertido en soberano, le espera una ardua tarea –al igual que sus predecesores- deberá actuar como gobernante, como sumo sacerdote de todos los templos, como estratega y como soldado, funciones para las que se ha preparado durante largos años como corregente de su padre. A ellas se entregará con pasión, aunque para desempeñarlas tenga que relegar su vida privada a un segundo plano. En efecto, al engrandecimiento de Egipto dedicará los sesenta y seis años de su reinado, uno de los más longevos de la historia del país del Nilo.

lunes, 18 de enero de 2010

EGIPTO PARA NIÑOS I

Sabíais que en el Antiguo Egipto existían niños? Algunos trabajaban en los campos o en otros oficios ayudando a sus mayores; otros, los más ricos, iban a la escuela y estudiaban duramente desde muy pequeños para aprender a leer y a escribir. Al igual que la mayoría de vosotros, estudiaban matemáticas, aunque os aseguro que no tenían el material y los libros con los que ahora contáis. Pero también tenían su tiempo para jugar.
Aquí podréis conocer la Historia de Egipto, sus faraones más importantes y su panteón de dioses. Os facilitaremos una biblioteca para que veáis que también se escriben libros sobre Egipto dirigidos a todos vosotros. Conoceréis los cuentos y leyendas egipcios más populares.
HISTORIA
1-LOS TEMPLOS
Como en todas las civilizaciones antiguas, los egipcios tenían muy presentes en su vida a los dioses. El mejor ejemplo que tenemos de ello son los numerosos templos que nos han dejado, aunque en realidad esto tiene trampa, porque la mayoría de los templos que todo el mundo visita cuando va a Egipto no son de época faraónica, sino de época ptolemaica, muchos siglos posteriores. La verdad es que esto no tiene mucha importancia, porque son exactamente iguales. Los Ptolomeos eran de origen griego, pero para gobernar Egipto se comportaban como faraones y por eso construían templos como los antiguos.
Los templos egipcios siempre están formados por los mismos elementos. En algunos casos, varios faraones consecutivos decidieron ampliar un templo ya existente, como sucedió en Karnak. Lo que se hacía entonces era repetir alguno de los elementos ya existentes como los pilonos o las salas hipóstilas.
Lo primero que uno veía al llegar a un templo egipcio era el embarcadero, construido junto a la orilla y desde donde partían y a donde llegaban los barcos que transportaban la estatua del dios durante las procesiones. En el embarcadero nacía una calzada que conducía hasta la entrada misma del templo. Este camino podía estar decorado a ambos lados con esfinges de piedra, es decir, estatuas de león con cabeza de carnero o de ser humano. La función de estas estatuas era proteger mágicamente el acceso al templo, para que nada malo le pudiera suceder al dios ni al edificio. En diversos puntos de la calzada solía haber lo que se conoce como quioscos, que son más unas pequeñas habitaciones de piedra con dos entradas. En ellas se detenían a descansar los sacerdotes que cargaban con el dios durante las procesiones. Entraban por una fachada y salían por la otra, ¡así no tenían que hacer maniobras!
El primer elemento del templo propiamente dicho es el pilono. Una gran fachada en forma de trapecio (un rectángulo con la parte de abajo más larga que la parte de arriba) con una gran puerta en el centro. La fachada estaba decorada con relieves de los dioses y el faraón y con cuatro grandes mástiles de madera con un gallardete de tela en el extremo. Justo delante del pilono podía haber estatuas gigantes u obeliscos, esas grandes agujas de piedra con jeroglíficos en los lados.
Al cruzar la puerta se penetra en un patio a cielo abierto, pero rodeado por un pórtico con columnas. Esta zona es la única donde podían entrar las personas normales. El resto del templo estaba destinado sólo a los sacerdotes.
Al fondo del patio había otra puerta, que conducía a la sala hipóstila, una palabra que significa «llena de columnas». En este caso la habitación sí tenía techo, pero con unas pequeñas ventanitas en el techo para dar un poco de luz. Al fondo había otra puerta, que daba paso a la última parte del templo, la más sagrada. Allí estaba el sancta sanctórum, rodeado por unos pequeños almacenes donde se guardaban los elementos utilizados en el culto. La estatua del dios se encontraba dentro de un armario de piedra llamado naos. Todos los días, el sacerdote principal del templo, el único que podía entrar allí, abría las puertas y lavaba, vestía, maquillaba y presentaba ofrendas a la estatua del dios. Al terminar, el sacerdote sellaba las puertas del naos y salía del sanctasanctórum.
Un detalle curioso de los templos egipcios es que, según se va penetrando en ellos, el suelo se va alzando y el techo va descendiendo (siempre en horizontal), al mismo tiempo que disminuye la cantidad de luz que penetra en las habitaciones. El extremo del templo, donde estaba la estatua del dios, era oscuro, silencioso y lleno de misterio.
2-EL VALLE DE LOS REYES
El Valle de los Reyes es el lugar donde se enterraron la mayoría de los faraones del Reino Nuevo, es decir, de esa época en la que el antiguo Egipto era un imperio que se extendía por la costa oriental del Mediterráneo (las dinastías XVIII, XIX y XX). Fue allí donde se enterraron, por ejemplo Tutmosis III, Tutankhamon o Ramsés II.
Al principio, durante el Reino Antiguo y el Reino Medio, los reyes egipcios se enterraron en pirámides construidas en la parte norte del país, cerca de Menfis, que era la capital. Tras edificarse las últimas pirámides, Egipto entró en crisis y los faraones perdieron su poder. Desde Asia llegó un grupo de gentes que dominaron la zona del Delta, eran los hyksos. Mientras tanto, la parte sur del país quedó en manos de una familia de gobernantes asentada en Tebas. Egipto quedó dividido en dos.
Como es lógico, los príncipes de Tebas se enterraron en su ciudad, en la orilla oeste del Nilo. Cuando la familia real tebana consiguió reconquistar todo el país y sus miembros se convirtieron en los nuevos faraones, decidieron que Tebas sería la nueva capital y que no seguirían construyendo pirámides, pues eran muy grandes y fáciles de robar si nadie vigilaba. Prefirieron enterrar sus momias en un lugar más apartado y discreto, donde nadie pudiera acercarse y estuvieran más seguras. El lugar perfecto lo encontraron en la orilla occidental de Tebas. Se trataba de un valle apartado y solitario con mucho espacio en su interior para excavar las tumbas y cuyo acceso era un pasadizo estrecho. Es lo que hoy conocemos como el Valle de los Reyes.
El cambio fue importante, pues al mismo tiempo decidieron que por un lado tendrían la tumba con la momia y por el otro el templo donde realizar el culto funerario diario. Sin embargo, las pirámides les seguían gustando mucho, como demuestra la montaña al pie de la cual se encuentra el Valle de los Reyes, que tiene esa forma. En árabe se conoce como El-Qurna, que quiere decir «El cuerno».
Todas las tumbas del Valle de los Reyes están numeradas según el orden en el que fueron descubiertas. La última de todas fue la de Tutankhamon, que hace la número 62. Los egiptólogos las conocen por su número y una abreviatura que ponen delante, las letras KV, que son las siglas de «King Valley», Valle de los Reyes en inglés.
Todas las tumbas del Valle son diferentes, pero según su estructura se pueden dividir en dos grupos principales. Las más antiguas tienen mucha pendiente y comienzan con un pasillo recto. Después de varios corredores y escaleras, el corredor gira hacia la izquierda y es allí donde se encuentra la cámara funeraria. Este tipo de tumba se construyó durante la XVIII Dinastía. El segundo tipo de tumba es completamente recta y tiene poca pendiente, son como un largo corredor, con escaleras, pasillos y habitaciones unas detrás de otras. Este tipo de tumba fue el que se construyó durante la XIX y la XX Dinastías.
Las tumbas, no importa del tipo que sean, están decoradas con relieves y fragmentos del Libro de los Muertos y otros textos funerarios. Estos textos son como una especie de guía de viajes para llegar al Otro Mundo, pues en ellos se le explica al faraón cuál era el camino que tenía que seguir y el modo de sortear los obstáculos que pudieran presentársele. De este modo el faraón podía estar seguro de que su alma llegaría intacta al Más Allá para vivir eternamente.
3-EL EJERCITO EGIPCIO
Seguro que si os digo que en el antiguo Egipto no tenían ejército os costará creerme. Ya me estoy imaginando vuestras caras de no fiaros nada de nada y un bosque de manos alzadas y cientos de preguntas: Entonces ¿cómo pudieron conquistar su imperio? ¿En la Biblia no se habla del ejército de Ramsés II? ¿No hay un montón de relieves en los templos y mastabas donde se ve a los soldados egipcios atacando a sus enemigos? Vale, lo confieso, es un pequeño embuste. Los egipcios sí tenían ejército, pero al principio era un ejército un poco «birria». Cuando digo esto no me refiero a que no fueran buenos soldados, sino al hecho de que no era un ejército permanente.
Durante los primeros momentos de la historia de Egipto, el Reino Antiguo y el Reino Medio, es decir, la época de las pirámides, los faraones no disponían de soldados profesionales. Era como la «mili» de hace unos años, todos eran soldados no voluntarios, llamados a filas cuando se los necesitaba. Cuando Egipto era atacado o había que organizar una expedición contra alguno de los enemigos tradicionales de Egipto (los pueblos de Nubia, Canaán, Libia o los nómadas del desierto), los funcionarios del faraón reunían a un grupo de hombres y, sin un entrenamiento militar exhaustivo, lo enviaban a cumplir la misión.
Esto significaba, además, que las campañas militares tenían lugar cuando las condiciones agrícolas y el clima lo permitían. Por ejemplo, para ir a combatir a Nubia, donde el calor es enorme, se prefería la época del invierno y la primavera, cuando las temperaturas no eran tan altas. En cambio, para atacar la zona de Siria-Palestina se elegía el verano, después de haber recogido la cosecha. Ser soldado y agricultor tenía sus desventajas, sobre todo desde el punto de vista del ejército. Pero durante la Antigüedad era algo habitual. Durante los primeros años de la república romana pasó lo mismo y aún así conquistaron un gran imperio.
Afortunadamente para los egipcios, los pueblos a los que se enfrentaban contaban con el mismo tipo de formación militar, por lo cual en sus enfrentamientos salían victoriosos casi siempre. Al menos eso es lo que nos dicen los textos egipcios. Claro, que en muchas ocasiones leerlos es como pedirle a un hincha de un equipo de fútbol que nos cuente el partido: la culpa siempre es del árbitro. Este es uno de los motivos por los cuales al leer un texto histórico hay que analizarlo en profundidad e intentar averiguar la parte de verdad que contiene.
Pese a todo, no dejéis que os engañe la imagen de un ejército no profesional. Los soldados egipcios eran capaces de llevar a cabo tácticas y estrategias complejas. Para que os hagáis una idea, Uni, un funcionario de la VI Dinastía al que el faraón el encargó dirigir una campaña militar, fue el primer general que puso en práctica una táctica que luego han venido repitiendo todos los ejércitos del mundo, desde las legiones romanas hasta los «marines» norteamericanos: un ataque en pinza para rodear al adversario, acompañado del desembarco de tropas desde barcos de transporte. Exactamente igual que en Normandía durante la II Guerra Mundial ¡Modernos los egipcios!, ¿a que sí?
Las cosas cambiaron con la llegada del Reino Nuevo (la época de Tutmosis, Tutankhamon, Ramsés, etc.). Egipto se convirtió entonces en una de las superpotencias de la época y luchó por la supremacía en el Mediterráneo oriental con los hititas, los mitanios y otros poderosos imperios. Evidentemente, para enfrentarse con ellos no bastaba con un grupo de soldados reunidos apresuradamente y sin mucho entrenamiento. Ahora se necesitaba un ejército profesional y bien preparado.
Estos soldados se entrenaban con dureza y conocemos textos en donde se describen las caminatas, carreras y sufrimientos de la infantería egipcia. También había cuerpos especiales; soldados que sufrían un entrenamiento específico en un arma concreta, en este caso el uso del arco y las flechas. No era el único cuerpo de élite del ejército egipcio, pues la armada y sus barcos tenían mucho prestigio; quizá más, tenían los encargados de conducir los «tanques» de la época: el carro tirado por caballos. Sin embargo, estos animales no eran montados por soldados, por lo cual no existía la caballería. Dirigir y atacar al enemigo sobre un caballo sin los estribos es muy complicado y es fácil desmontar al jinete.
En cada carro iba un conductor, encargado de manejar y dirigir la máquina, además de un soldado que disparaba flechas y lanzaba jabalinas contra los enemigos. El carro de guerra no fue un invento egipcio. Se trata de un arma que introdujeron en Egipto los hyksos, un pueblo asiático que llegó a controlar el Delta durante el Segundo Período Intermedio. Esto quiere decir que los soldados del faraón no eran los únicos que contaban con esta nueva arma. Los hititas, archienemigos de los egipcios en esta época,también los tenían; pero los suyos eran un poco más grandes, pues llevaban a tres personas: el conductor, el arquero y un escudero encargado de protegerlos a ambos de los ataques del adversario.
Al contrario que otros soldados del período, los egipcios no solían vestir armaduras protectoras, sólo sus espadas, sus lanzas y la típica faldita corta. Por no llevar no llevaban ni casco. En ocasiones se protegían con camisas de cuero y polainas, pero eran las menos. Su principal arma defensiva era el escudo: un armazón de madera de forma rectangular con una parte curva, recubierta con una piel de vaca muy tensa. A pesar de su aparente fragilidad, era una defensa bastante efectiva contra las armas de la época.
El capitán general del ejército era el faraón y el segundo al mando el visir. Después estaban los generales y por debajo de ellos otros oficiales, como los comandantes de división, los portaestandartes, el comandante de los arqueros, los comandantes de los fuertes, etc.
La unidad militar básica era un grupo de cincuenta soldados, dirigidos por un oficial. Cinco de estos grupos formaban una compañía, dirigida por un comandante con la ayuda de un escriba militar. Una división, o cuerpo de ejército, estaba compuesta de veinte compañías y constaba en total de 5.000 soldados, dirigidos por veinte oficiales superiores y un general. En campaña, los egipcios disponían de cuatro divisiones (las de Ramsés en la batalla de Kadesh se llamaban: Amón, Ra, Seth y Ptah), lo que significaba 20.000 soldados bien entrenados y ansiosos por enfrentarse al enemigo.
Terminada la batalla, los egipcios recurrían a un sistema un poco peculiar para conocer cuantos soldados contrarios habían muerto: les cortaban el pene y luego los amontonaban para que los escribas recogieran en sus papiros las cifras oficiales de muertos. Y es que siempre ha ocurrido lo mismo, los generales dirigen las batallas y se llevan la gloria, pero son los sufridos soldados quienes pierden la vida.
4-EL VALLE DE LAS MOMIAS DE ORO
El cuidador observaba con atención cualquier movimiento que pudiera ver cerca del palmeral. Llevaba varios minutos buscando a su burro que, en un momento de distracción, había huido de su radio de vigilancia. Entonces, un pequeño estruendo se pudo escuchar en la lejanía entremezclado con el sibilante canturreo del hamsin, el viento del desierto.
Mientras se acercaba a un montículo cercano al oasis, aquel hombre pudo oír cómo el sonido del animal se iba haciendo más audible. No muy lejos descubrió una gran fosa en el suelo desde donde su inseparable burro, en silencio, le miraba sorprendido.
Desde arriba el cuidador pudo ver que junto al burro había cientos de piedras doradas. Extrañado por el insólito descubrimiento de su compañero, el hombre descendió para rescatar al animal y estudiar detenidamente aquel misterioso conjunto pétreo. Pagaría cara su osadía. Al tocar aquello que él creyó ser piedra, comprobó realmente que se encontraba ante un grupo de momias cubiertas de oro. Asustado por las supercherías y leyendas que había escuchado desde niño, sacó al burro como pudo del agujero y huyó hasta la cercana ciudad de El-Bawiti. Poco después el Consejo Superior para las Antigüedades de Egipto destapaba la mayor necrópolis de momias humanas encontrada no solamente en el Valle del Nilo, sino en el mundo entero.
Aunque las excavaciones en el lugar llevaban realizándose desde 1992, corría el mes de junio de 1995 cuando sucedió la aventura del burro del guardia. Solamente cuatro años después, coincidiendo con el lanzamiento mundial de la película La Momia, se dio a conocer este sensacional hallazgo en el oasis de Bahariya, a 450 kilómetros al oeste de El Cairo, en pleno corazón del desierto líbico. A lo largo de cuatro galerías se descubrieron cientos de momias cubiertas de oro, lo que denotaba el elevado rango social de los allí sepultados. Esta circunstancia hizo a los arqueólogos que el lugar fuera bautizado como el Valle de las Momias de Oro.
El hallazgo se completó con ricos ajuares de vasijas y figurillas del geniecillo Bes, todo ello fechable en las postrimerías de la historia de Egipto (ca. 332 a. C.- 400 d. C.). Sin embargo, la verdadera riqueza de este descubrimiento casual, prácticamente idéntico al del poblado de los constructores de Gizeh, cuando una turista americana hundía las patas de su caballo en una tumba al sur de la conocida meseta cairota, está en la previsión de un hallazgo todavía mayor. El director de la excavación, Mohamed Ayadi, manifestó que en las galerías exploradas podrían albergarse más de 10.000 cuerpos. Estas momias, siguiendo la milenaria tradición egipcia instaurada por el dios de los embalsamadores, Anubis, han conseguido vencer el paso del tiempo, haciendo real uno de los sueños más anhelados por cualquier seguidor de los faraones: alcanzar la inmortalidad.
Hasta la fecha han aparecido cientos de tumbas repletas de momias anónimas. Es difícil saber cuántos cuerpos han aparecido ya que muchos estaban colocados sin cuidado unos encima de otros y el paso del tiempo ha mezclado los restos.
5-LA IMPORTANCIA DE LA CRECIDA DEL NILO
Climatología y efecto de la crecida del río
En la antigüedad, lo que hoy conocemos como desierto estuvo cubierto de hierba y había muchos animales como una especie de sabana africana. Pero el clima se volvió cada vez más seco transformándolo en el desierto de hoy en día. Por esa razón, el pueblo se trasladó de las tierras altas, hacia la ribera del valle del Nilo.
En Egipto, la lluvia era un fenómeno extraordinario y excepcional.Cada año, durante la época de las lluvias, se producía la crecida del Nilo, y con esta inundación anual las tierras se llenaban de limo que era lo que hacía fertilizar la tierra. Sin el Nilo, Egipto habría sido seguramente un desierto.
Las estaciones del año y la distribución del trabajo dependían de las inundaciones que sufría el Nilo.La primera estación comenzaba en julio con las inundaciones. En septiembre empezaba el tiempo de la siembra y germinación. Y el ciclo terminaba entre finales de abril y el mes de junio con la recolección.
El problema se planteaba al ser las inundaciones periódicas, pero no siempre regulares en cuanto a cantidad de agua se refiere. El cultivo de hortalizas y legumbres requería de esa agua en intervalos más o menos estables, lo cual no pasaba con los cereales, trigo y cebada que sí se podían almacenar por más tiempo.El riego de las tierras era imprescindible y el Nilo al no discurrir por todo Egipto sólo inundaba parte del territorio, por eso debían de ser regadas artificialmente. Para las zonas más accesibles se construyeron diques, los cuales también servían para controlar las inundaciones, y para las zonas más alejadas se construyeron canales de regadío.Más adelante, como las inundaciones eran impredecibles, se llegaron a construir las famosas presas que conocemos hoy en día.Los antiguos egipcios ignoraban que la crecida del Nilo estaba provocada por el deshielo de las montañas de Etiopía y por las lluvias de África. Según los antiguos egipcios este fenómeno era obra del dios Hapi.
Agricultura
El limo que dejaba a su paso la crecida hacía al país muy fértil, capaz de producir cereales suficientes para alimentarse y también almacenar grano para los posibles años de malas cosechas, cuando la crecida era escasa.La mayoría de los egipcios eran campesinos y su vida era muy dura. Debían pagar impuestos que se cobraban en especie, la mayoría de las veces la mitad de sus cosechas.
Los utensilios de labranza que usaban los campesinos eran muy rudimentarios:- arado o azada, para abrir la tierra- hoz de sílex o metal, para segar el cereal.
La economía como veis era profundamente agraria. Los principales cultivos eran el trigo y la cebada, las legumbres como las lentejas y garbanzos, y las hortalizas (lechugas, ajos, cebollas, etc).
Con el trigo hacían tortas planas o gachas; con la cebada hacían la cerveza, su bebida preferida.El pan y la cerveza eran los alimentos básicos en la dieta egipcia. Los panes tenían formas diferentes y algunos se elaboraban especialmente para los ritos religiosos, sobre todo para las ofrendas.Los campesinos podían también disponer de un pequeño huerto con garbanzos, calabazas, puerros, lechugas, cebollas y frutas como los dátiles, uvas e higos, incluso granadas.Los egipcios tenían gran cantidad de frutas y verduras pero no conocían aún ni las patatas ni los cítricos.El aceite solía ser de sésamo.
Ganadería
En cuanto a la ganadería los campesinos también criaban aves de corral y corderos que sacrificaban durante los días de fiesta. Palomas, patos y gansos completaban su fauna siendo platos muy populares que aparecen representados repetidamente en varias estelas funerarias.
Los bueyes y los toros eran animales sacrificados a los dioses igualmente, su carne era la más apreciada y la más cara para la mayoría de los egipcios por lo que no solía ser un alimento cotidiano.
Caza y pesca
Más accesibles al pueblo solían ser los animales cazados muchas veces por ellos mismos como antílopes, gacelas, liebres y otras aves como las codornices e incluso más exóticos como las grullas que después eran asadas, hervidas o guisadas según su propio gusto.
El Nilo era la vida de Egipto, los hombres cazaban aves en sus ciénagas y pescaban sus peces en los canales y en las marismas con redes o con anzuelo y sedal, sus habitantes dependían de los cultivos de sus tierras inundadas.El Nilo también ofrecía la posibilidad inmensa de su pesca que se hacía con redes o incluso con cañas con anzuelo como os he explicado anteriormente, truchas, carpas y todo tipo de peces frescos o limpios y dejados secar al sol o incluso en salazón representaban un plato exquisito y muy apreciado en sus mesas.
Carne, verduras, cereales, huevos, fruta, pescado... Mientras la crecida del Nilo fuera la correcta, la alimentación de los egipcios era bastante nutritiva y variada.
Como podéis leer, aquí se explica un poquito la importancia de la crecida en torno al río para la vida cotidiana de los egipcios.
6- LAS PIRÁMIDES
La gigantesca forma triangular de las pirámides se alza sobre el horizonte del desierto egipcio desde hace el doble de tiempo que la civilización cristiana. Eso es para que os deis cuenta de lo viejas que son. Fijaos que cuando nació Jesucristo las pirámides tenían ya más de dos mil años de antigüedad.
De modo que resulta lógico que todo el mundo las conozca y sepa cómo son; sin embargo, no todos saben por qué tuvieron que construirlas tan altas y grandes y, menos aún, con esa forma tan peculiar. Lo de la altura es fácil de comprender y lo de la forma un poquito menos, pero sólo un poquito ¡no os vayáis a creer!
Empecemos por el principio y para eso tenemos que mirar al cielo cuando es de noche. Si buscamos la Estrella Polar (ya sabéis, a cuatro veces la distancia de la parte baja de la Osa Menor hacia la derecha) vemos que a su alrededor hay un grupo de estrellas que no desaparecen del firmamento durante toda la noche. Se llaman estrellas circumpolares. No os asustéis de la palabreja, en realidad quiere decir “estrellas que se encuentran alrededor del polo”. Bueno, pues como a los egipcios les gustaba mirar el cielo y estudiarlo, resulta que se les ocurrió la idea de que, cuando moría, el espíritu del faraón subía al cielo y se convertía en una de esas estrellas. ¡Muy listos! Así el alma del faraón existiría para siempre. Esta es la primera pista para resolver nuestro acertijo sobre la forma de las tumbas reales egipcias.
Evidentemente, si querían que el alma del faraón llegara al cielo, lo mejor que podían hacer era ¡construirle una escalera! De modo que entre el arquitecto Imhotep y el faraón Djoser se inventaron las pirámides escalonadas. Sin embargo, ese tipo de edificios se construyó sólo durante la III Dinastía. No es que los faraones de las dinastías posteriores ya no quisieran subir al cielo ¡claro que querían! Lo que pasa es que preferían hacerlo de otro modo, un poco más sofisticado.
Los nuevos faraones consideraron que el dios más importante era Ra y pensaron que resultaría más sencillo y “chulo” subir al cielo utilizando uno de sus rayos como medio de transporte. El problema era qué forma darle a ese rayo de luz porque, ¿cómo son los rayos? Ahora veréis dónde se inspiraron los egipcios.
En Egipto las nubes no son algo muy habitual; pero, de vez en cuando, el cielo se cubre y oculta el brillo de Ra. No por mucho tiempo, es cierto, puesto que casi en seguida un rayo de luz atraviesa las nubes y Ra ilumina de nuevo la tierra. ¿Os habéis fijado alguna vez qué forma tiene ese rayo de luz que atraviesa una nube? ¡Claro que sí! Parece un triángulo. Es la siguiente pista de nuestro pequeño misterio. Sí, ya sé lo que estáis pensando, los triángulos de luz son planos y las pirámides tienen cuatro lados. ¿Os creéis muy listos, verdad? Je, je, pues sabed que esa respuesta me la sé, ya veréis como es muy sencilla y en cuanto os la cuente diréis: ¡Claro, si es lógico!
Veréis, hace miles de años cayó en el desierto egipcio un meteorito que chocó contra la tierra y que los sacerdotes egipcios recogieron y adoraron como si fuera un objeto procedente del propio dios sol. A ese meteorito, que tenía forma de cono (como un cucurucho puesto del revés) le pusieron el nombre de piedra Benben. Los egipcios creían que era un objeto cargado con mucha magia, por lo que lo adoraban en el templo de Ra, situado en Heliópolis. Ya tenemos la tercera pista del acertijo. Veamos otra.
La siguiente pista la encontramos en el modo tan peculiar que tenían los egipcios de hacer esculturas, que son como un poco cuadradas. El motivo es que a los egipcios las hacían para que se vieran sólo desde los lados, desde delante o desde detrás, de modo que no tenían que ser tan redonditas como las nuestras. Para hacerlas dibujaban en cada lado del bloque el dibujo de cada uno de sus lados: de frente, de perfil y de espalda, y luego iban quitando trozos de piedra hasta terminarla. Tranquilos, ya sé que se empieza a hacer pesado, pero nos estamos acercando al final del misterio. Sólo una cosita más y ya estamos.
A ver ¿cómo andaban los egipcios? De lado, evidentemente; bueno, al menos eso parece por sus dibujos. No creáis que es que no sabían dibujar mejor, simplemente es que les gustaba representar así a las cosas. Y es que su sistema les permitía dibujarlas a su modo, es decir, ofreciendo a la persona que las ve las partes más importantes del objeto, aunque una esté delante y la otra detrás. Es como en los cuadros de Picasso, en los que se puede ver a una señora de perfil, pero que tiene dibujada en la cara las dos orejas y los dos ojos, aunque todos sabemos que sólo se ve uno de cada. ¿Os imagináis ahora cómo dibujaban los egipcios un cono (ya sabéis la piedra Benben)? Exactamente, como un sencillo triángulo. Y ¿qué pasaba cuando dibujaban esa representación de un cono en las cuatro paredes de un bloque de piedra para hacer una escultura de la piedra Beben? pues que al final acababan esculpiendo una pequeña pirámide: cuatro triángulos. Es la clave que nos faltaba. Ahora tenemos todas las piezas para poder resolver el acertijo de por qué las tumbas reales tienen forma de pirámide.
Veamos:- tienen que ser altas- sirven para subir al cielo en un rayo de sol triangular- la piedra solar Benben que tiene forma de cono- los egipcios dibujan los conos como si fueran triángulos- los egipcios hacían las estatuas un poco cuadradas.
¿Qué nos da todo esto (además de dolor de cabeza de tanto pensar, claro)? Estoy seguro de que ya lo habéis adivinado, pero la respuesta al enigma de por qué las tumbas de los faraones tienen forma de pirámide es porque representan a un rayo de sol petrificado (de ahí la forma triangular de sus caras) utilizado por el alma del faraón para subir al cielo (de ahí que sean tan altas) y que, además, es una escultura gigante de la piedra Benben (de ahí la forma de pirámide). Fácil ¿verdad?
7-¿QUE SON LAS MASTABAS?

Mastaba es una de esas palabras extrañas de las que todo el mundo ha oído hablar, pero de las que uno nunca sabe exactamente a qué se refieren. Claro está que todos sabemos que está relacionada con el antiguo Egipto, eso está “chupao”; pero ¿a qué cuesta un poco más decir cómo es una mastaba y para qué servía?
En realidad la respuesta es muy sencilla: las mastabas son tumbas. De hecho, mastaba es el nombre moderno con el que los egiptólogos se refieren a ellas. La verdad es que los egipcios no las llamaban así. Entonces ¿de dónde viene la expresión? ¿No será que los egiptólogos son unos caraduras que se inventan palabras extrañas para presumir luego de lo mucho que saben? Bueno, en realidad a veces sí hacen eso, pero no en este caso. De hecho, la palabra mastaba es árabe y tiene origen egipcio. Ahora veremos de donde viene.
La civilización egipcia se conoce desde hace muchos siglos, aunque lo cierto es que sólo hace algo más de ciento cincuenta años que comenzó a ser estudiada de un modo científico por personas que dedicaban a ello todos sus esfuerzos. Las tumbas llamaron enseguida la atención de los excavadores. No sólo porque estaban allí, llenando de enigmáticas montañitas el paisaje desértico, sino porque en su interior se podían encontrar objetos de gran valor que se podían exponer en los museos.
El caso es que a finales del siglo XIX un importante egiptólogo inglés llamado W. M. F. Petrie (conocido por su mal genio y por lo bien que excavaba) desenterró muchas de esas tumbas, que por entonces aún no eran llamadas mastabas. Poco a poco comenzó a quitarles la arena de encima y a exponer su estructura a la vista. Se trataba de edificios rectangulares de una cierta altura que en ocasiones podían tener un gran tamaño. En realidad, ese edificio era sólo la parte visible de la tumba. La parte invisible era una habitación excavada en la roca justo al final de un pozo que atravesaba toda la mastaba, de arriba a abajo.
Petrie se refería a esos edificios como tumbas, pero cuando hablaba con sus obreros, que eran todos árabes, se dio cuenta de que ellos las llamaban mastabas. Petrie se quedó un poco desconcertado la primera vez que lo oyó; sin embargo, no tardó en darse cuenta de que era una palabra bastante adecuada para describir a las tumbas. En realidad no era una palabra nueva, sino que era el nombre que recibía una parte de las casas egipcias tradicionales.
Las casas egipcias eran de ladrillos de barro sin cocer (lo que se conoce como adobe) y en la fachada tenían, hecho también de ladrillo, un banco para sentarse a charlar, trabajar o tomar el fresco a la puesta del sol. Como su forma era exactamente la misma que la de las tumbas que estaban excavando, los trabajadores de Petrie comenzaron a llamarlas con ese nombre. Fue una decisión acertada, porque las describía perfectamente.
Petrie mencionó en sus libros y artículos la palabra y, al poco tiempo, todos los egiptólogos terminaron llamando mastabas a las tumbas egipcias construidas en medio del desierto (hay otro tipo de tumbas, excavadas en la roca que no se llaman así). La verdad es que no resulta extraño que la palabra les gustara tanto a los egiptólogos, porque, además de que es bonita y sonora, es muy concreta y no se utiliza para describir ningún otro tipo de edificio de la Antigüedad. Sólo en Egipto hay mastabas y si los demás quieren verlas, que vengan al valle del Nilo ¡faltaría más!
8-LA PIRAMIDE ESCALONADA DE SAKKARA
La pirámide escalonada de Sakkara es un poco rara, porque no parece una pirámide, sino más bien una escalera. La verdad es que eso es lo que los egipcios quisieron que pareciera, pues gracias a ella pensaban que el espíritu del faraón que la construyó, Dyoser, podría subir al cielo para reunirse con los dioses y faraones muertos.
Sin embargo, a Dyoser y su arquitecto, que es el famoso Imhotep, les costó algún tiempo decidirse a darle esa forma. Al principio construyeron un edificio cuadrado de una sola planta, luego lo ampliaron un poco y luego un poco más; pero siguió sin convencerles, de modo que encima le construyeron tres escalones. Ahora el edificio tenía cuatro pisos, pero Imhotep y Dyoser querían algo más impresionante, de modo que le añadieron dos más. Ahora sí estaban contentos, por fin habían construido lo que querían ¡un magnífico edificio de seis pisos!
Pero no sólo eso, por debajo del suelo también trabajaron mucho, la pena es que el terreno es tan débil que en la actualidad es peligroso bajar a verlo, por lo que las visitas se han prohibido. Lo más interesante de todo es la cámara funeraria del rey, construida con bloques de granito al fondo de un pozo de 28 metros de profundidad y rodeada por un laberinto de corredores que no conducen a ninguna parte. En la pared de uno de ellos se colocaron tres preciosas estelas de Dyoser, que son la pareja de las tres estelas que se encuentran en los corredores subterráneos de otro edificio del complejo: la Tumba Sur.
La verdad es que la tumba de Dyoser tiene un algo particular, porque es un recinto que tiene catorce entradas de mentira y sólo una de verdad. Además, cuando uno penetra en su interior se encuentra con muchos patios que rodean a la pirámide y, además, en esos patios lo que hay son edificios de mentira (en vez de ser huecos son macizos).
Lo más curioso de todo el complejo funerario de Dyoser (cuyo nombre egipcio es Netcherjet) es que era la primera vez que los egipcios construían un edificio todo de piedra. De modo que, como no estaban muy seguros de qué es lo que podían llegar a construir con ella, para construir la pirámide y los otros edificios hicieron bloques de piedra del tamaño de ladrillos de barro y comenzaron a construir con ello. Luego, cuando fueron cogiendo confianza y se dieron cuenta de hasta dónde podían llegar con la piedra caliza (esa es la que utilizaron), terminaron haciendo bloques bastante más grandes. Eso demuestra que nadie nace sabiéndolo todo, ¡ni siquiera los egipcios!
9-LA ESFINGE
La Esfinge es ese gran animalote con cuerpo de león y cabeza humana que se puede ver en la meseta de Guiza, junto al templo del valle del faraón Kefrén. Sin embargo, eso no significa que la mandara construir él. Los investigadores no se ponen de acuerdo al respecto y hay algunos que piensan que pudo mandarla construir el rey Keops, que fue quien se enterró en la Gran Pirámide.
En realidad quién fuera el constructor no importa demasiado (bueno sí importa, pero como por ahora no lo sabemos...), porque la Esfinge cumple perfectamente con su papel fuera el que fuera quien la construyera. ¿Y para qué servía? Pues muy sencillo, la Esfinge era nada más y nada menos que el perro guardián (sí ya sé que es un león) de la necrópolis. Aunque los accesos a las cámaras funerarias de las tumbas estaban protegidos por grandiosas losas de granito y toda la necrópolis rodeada por un alto muro de piedra que la separaba del resto del desierto, el faraón decidió que había que conseguir más seguridad todavía. Esa seguridad de poco le serviría unos centenares de años después, porque todas las pirámides de Guiza resultaron saqueadas.
El caso es que esa gigantesca estatua era tan bella e impresionante que poco a poco fue convirtiéndose en la mente de los egipcios en una representación de uno de sus dioses principales, Horus el del Horizonte. Dejó de ser un guardián para convertirse en un dios. Tan importante se hizo, que algunos faraones utilizaron el espacio existente entre sus patas delanteras para colocar una estela y un altar.
La estela nos cuenta una historia curiosa. Resulta que, cuando todavía era sólo uno más de los hijos del faraón, un príncipe estaba de caza en el desierto por los alrededores de la Esfinge, de la que sólo se veía la cabeza, pues el resto estaba enterrado bajo la arena. Cómo era el único sitio donde había una sombra, cansado, el príncipe se tumbó a su lado para echarse una siesta. Mientras estaba dormido, el dios se introdujo en su sueño y le dijo: “Si me liberas de mi prisión te convertirás en el faraón de Egipto”. De modo que, nada más despertarse, el príncipe se apresuró a mandar que un grupo de trabajadores se aprestara a quitar toda la arena que cubría el inmenso cuerpo de la Esfinge, que al poco quedó expuesta por completo a la vista de todos. Una vez liberada lo cierto es que ésta cumplió su promesa, pues el príncipe de la historia se convirtió en el faraón Tutmosis IV y, nada más serlo, consagró una estela que cuenta toda la historia entre las patas del monumento.
Los siglos continuaron pasando y el monumento seguía llamando la atención de todos cuantos iban a ver las pirámides, aunque no siempre podían verla, puesto que como la Esfinge se encuentra en una especie de hondonada, la arena del desierto se acumula a su alrededor con mucha facilidad, dejando sólo la cabeza visible. Eso no impidió que sufriera daños, y primero los griegos y luego los romanos restauraron el monumento. No todos los gobernantes de Egipto fueron tan cuidadosos con él. Por ejemplo, los soldados de los sultanes árabes utilizaron su nariz para hacer prácticas de puntería con un cañón. De modo que Obélix no tuvo nada que ver en ello.Hoy día el patio y los alrededores de la Esfinge sólo se pueden visitar con un permiso especial, pero es posible verla desde los laterales y la calzada de acceso de la pirámide de Kefrén y, no cabe duda de que sigue siendo ¡impresionante!
10-LAS PIRAMIDES DE LA MESETA DE GUIZA
Las tres pirámides más conocidas de todas las que construyeron los egipcios son las tres que se encuentran en la meseta de Guiza, justo al lado de la actual capital de Egipto, El Cairo.
Su fama se debe a dos cosas. La primera y más importante es que durante miles de años fueron los edificios más altos construidos por el hombre. Para que os hagáis una idea, la Gran Pirámide tiene casi exactamente la misma altura que la Torre Picasso de Madrid (ciento cincuenta metros de alto) y su base es tan grande que dentro caben ¡siete campos y medio de fútbol! Hasta el siglo XIX no se construyó en el mundo un edificio más alto. El segundo motivo es porque están muy bien conservadas y se puede entrar en ellas; algo que ya hacían los turistas romanos y griegos en la época en la que nació Cristo hace más de dos mil años. De las demás pirámides egipcias, y se construyeron muchas, sólo otras tres quedan en pie, el resto se ha convertido con los siglos en montones de cascotes.
Las pirámides de Guiza sirvieron para enterrar en ellas a tres faraones egipcios, Keops, Kefrén y Micerino. Claro, que ese es el nombre con el que los conocían los griegos, en realidad, esos reyes se llamaban Jufú, Jaefre y Menkaure, pues así aparecen en todos los documentos que conservamos de ellos. Vaya lío ¿verdad?
La primera pirámide en ser construida en Guiza fue la de Keops y para ello los egipcios tardaron cerca de 23 años. Es un edificio formado por bloques de caliza, que es una piedra fácil de trabajar y cortar y que sirve también para hacer cosas como cal. Uno tras otro, los obreros del faraón apilaron más de dos millones de esos bloques para construir la tumba de su señor. La pirámide (la tumba) era el último de una serie de edificios que se distribuían en una línea recta de este a oeste. Juntos, esos edificios formaban lo que se conoce como el complejo funerario del faraón. Además de la pirámide había: un templo funerario (junto a la cara este de la pirámide), una calzada de acceso (junto a la cara este del templo funerario) y un templo del valle (junto al extremo este de la calzada de acceso).
El templo del valle, situado junto a un puerto comunicado con el Nilo, era a donde llegaba el cortejo del faraón con su momia. La calzada de acceso era un corredor, con techo y poca luz, que salía del templo del valle y llegaba hasta la entrada del Templo funerario. Servía para comunicar a los dos edificios y estaba decorado con relieves. El templo funerario era el edificio donde las estatuas del faraón eran adoradas cada día y recibían alimento en forma de ofrendas. Era muy importante, puesto que de esas ofrendas dependía que el espíritu del faraón pudiera vivir en el Más Allá. Eso creían los egipcios al menos.
La segunda pirámide de Guiza es sólo un poquito más baja que la Gran Pirámide. Sin embargo, cuando uno las ve juntas, esta segunda pirámide parece más alta que la otra. Esto es así porque su constructor, Kefrén, que era hijo de Keops, hizo trampas. Su pirámide es más pequeña, sí, pero como la construyó encima de un saliente de la meseta de Guiza parece que sea más alta que la otra. ¡Muy listo! También es un edificio de caliza y lo acompañaban esos otros tres edificios que ya hemos mencionado: templo funerario, calzada de acceso y templo del valle. El primero y el último de ellos todavía están en pie y se pueden visitar. Son preciosos.
La tercera pirámide de Guiza es la más pequeñita de todas, pues sólo tiene la tercera parte de altura que la Gran Pirámide. Esta pirámide la mandó construir Micerino, que era hijo de Kefrén y nieto de Keops. La parte inferior está recubierta de bloques de granito rojo y el resto del edificio es de caliza. Como el faraón se murió antes de llegar a terminarla, sus templos fueron acabados de prisa y corriendo con ¡ladrillos de barro! El templo funerario es muy grande y se puede visitar.
Lo más interesante de estas pirámides es que no fueron construidas por esclavos, como todo el mundo piensa, sino por obreros que recibían a cambio un sueldo del faraón. En realidad eran empleados del rey y él se encargaba de que les dieran de comer, les proporcionaran vestidos y les pagaran su sueldo con puntualidad. Incluso tenían médicos que se ocupaban de ellos y les arreglaban los huesos rotos y otras enfermedades. Sin embargo, eso no quita para que construir pirámides fuera un trabajo muy duro, tanto, que muchos de esos trabajadores tuvieron problemas de espalda.
11-LA ELABORACIÓN DE LA CERVEZA EN EGIPTO
En el Antiguo Egipto, la cerveza, hnkt, formó una parte importante en la dieta diaria de los egipcios. Las inscripciones más antiguas revelan que tanto ésta como el pan constituyeron el "alimento" por excelencia de esta población. Inclusive, la palabra egipcia para expresar alimento, s3b, incluye los determinativos (signos que determinan la esencia o condición de una cosa o persona) de pan y cerveza.
Asimismo, la cerveza constituyó una de las principales ofrendas, junto al pan, que eran colocadas en sus tumbas para la vida después de la muerte. En las inscripciones funerarias, luego de la invocación de una fórmula de saludos u ofrendas, se agregaba a menudo, la expresión "pan y cerveza", con el significado de "alimento" o "vida". También, esta bebida fue una ofrenda importante entregada a los dioses y fue colocada en tumbas de particulares y altos funcionarios.
La invención de la cerveza fue atribuida a Osiris, el dios de los muertos y de la agricultura en Egipto. Esta asociación no es casual. La muerte y la vida están estrechamente vinculadas en la mitología egipcia, relacionada con Osiris y la renovación del ciclo agrario ante la llegada de la inundación del Nilo. En cambio, otras tradiciones sostienen que fue la diosa Hathor quien elaboró "con sus propias manos" la cerveza, con "lo que ella escuchó era realizada", probablemente cebada o trigo.
Las pinturas halladas en las tumbas egipcias (como en la Mastaba de Ty, en Saqqara) revelan que esta bebida fue elaborada en las viviendas de particulares o por especialistas o cerveceros, cuando estaba destinada a los funcionarios del estado, constituyendo parte de sus raciones diarias. El proceso egipcio de la elaboración de la cerveza comenzaba con la preparación de tortas parcialmente cocidas de pan de cebada, que eran colocadas sobre una placa o tamiz, puesto en la boca de una cuba o tinaja grande. Luego, se derramaba sobre ellas gran cantidad de agua, hasta que la masa se disolvía y drenaba lentamente en la cuba. La mezcla resultante era dejada reposar en un lugar cálido, hasta que la preparación fermentaba. El líquido resultante era colocado en ánforas, que eran selladas para su posterior almacenamiento y transporte.
Algunos historiadores (como Herodoto y Diodoro) consideraron que la cerveza fue elaborada a base de cebada; mientras que otros (como Plinio) sugirieron que fue realizada con "grano", refiriéndose al trigo. En 1990, especialistas de la Universidad de Cambridge llegaron a la conclusión que los egipcios elaboraron cerveza con uno u otro de estos cereales: cebada o trigo. A menudo, una variedad de frutas y condimentos como dátiles, higos, miel y especies, fueron agregados a la cerveza para acelerar el proceso de la fermentación.
Una cerveza especial fue realizada en ocasiones excepcionales, como festivales locales y nacionales, celebrados en honor a Hathor (la diosa vaca), Sejmet (la diosa león) y Bastet (la diosa gato). Cuenta la historia que un emperador romano se dirigió al templo de Isis en la isla de Filé (al sur de Egipto), con el fin de cantarle a la diosa Hathor, la protectora de la música y la danza, la siguiente canción:"¡Oh, Señora del pan, que hizo cerveza y la preparó con sus propias manos, ya que es la Señora de ebrios, rica en fiestas, y la Señora de la música, a quien le gusta la danza!".
12-MOMIAS DE ANIMALES
Los antiguos egipcios, además de embalsamar los cuerpos de sus difuntos, también momificaban a sus animales. Lo hacían principalmente por motivos religiosos. Aunque era tal el cariño que sentían hacia sus mascotas (perros, gatos, etc.) que les llevaron a embalsamarlos e incluso a enterrarlos junto a sus propietarios.
En algunos animales, los egipcios veían la representación de sus dioses. Cada dios tenía un animal asociado a él, al cual se consideraba sagrado. Así, el dios Ptah podía manifestarse en un toro o el dios Sobek en un cocodrilo. A estos animales divinizados se les rendía culto en vida, y cuando morían se les preparaba un fastuoso entierro, en el que se les momificaba, se les dotaba de su sarcófago y de un ajuar repleto de joyas. Incluso existieron necrópolis destinadas a estos animales.
Al principio, sólo se momificaban algunos animales considerados más especiales, como el toro Apis en Menfis. Posteriormente, y sobre todo a en el Período Grecorromano, el número de animales a los que se rendía culto fue muy grande. Como ejemplo podemos mencionar el toro, perro, ibis, carnero, halcón, gato, pez y cocodrilo.
Los antiguos egipcios, además de embalsamar los cuerpos de sus difuntos, también momificaban a sus animales. Lo hacían principalmente por motivos religiosos. Aunque era tal el cariño que sentían hacia sus mascotas (perros, gatos, etc.) que les llevaron a embalsamarlos e incluso a enterrarlos junto a sus propietarios.
En algunos animales, los egipcios veían la representación de sus dioses. Cada dios tenía un animal asociado a él, al cual se consideraba sagrado. Así, el dios Ptah podía manifestarse en un toro o el dios Sobek en un cocodrilo. A estos animales divinizados se les rendía culto en vida, y cuando morían se les preparaba un fastuoso entierro, en el que se les momificaba, se les dotaba de su sarcófago y de un ajuar repleto de joyas. Incluso existieron necrópolis destinadas a estos animales.
Al principio, sólo se momificaban algunos animales considerados más especiales, como el toro Apis en Menfis. Posteriormente, y sobre todo a en el Período Grecorromano, el número de animales a los que se rendía culto fue muy grande. Como ejemplo podemos mencionar el toro, perro, ibis, carnero, halcón, gato, pez y cocodrilo.
Además de enterrar a sus mascotas momificadas junto a ellos, los antiguos egipcios también tenían algunos cementerios destinados a los animales sagrados. Un ejemplo es la necrópolis de Tuna el_Gebel donde depositaban en nichos las momias de ibis y de babuinos. Estos animales representaban al dios Thot, dios de la escritura, adorado en Hermópolis Magna, ciudad cercana a esta necrópolis. Desde la dinastía XIX hasta el Período Ptolemaico, los egipcios ofrendaban al dios Thot momias de estos animales en ese lugar.Las momias de ibis se enterraban en sarcófagos de madera o en jarras de cerámica. Su cuerpo se envolvía en finas tiras de lino y a veces se colocaban en la cabeza una máscara dorada.En esta necrópolis también se han encontrado momias de halcones y de cocodrilos.
Pero el lugar de enterramiento de animales más importante que existe en Egipto es el Serapeum de Saqqara, donde se enterraban a los toros Apis. Se trataba de una inmensa galería subterránea llena de anchos nichos que recogían a estos animales sagrados una vez momificados. Fueron tan importantes que se abrió una avenida de esfinges que conducía desde la ciudad de Menfis hasta el propio Serapeum.El culto al toro Apis estuvo unido al del dios Ptah, dios principal de Menfis. Apis era un animal tan importante que vivía en un palacio. Recibía las atenciones de sus sacerdotes, y a su muerte, era cuidadosamente momificado. Recibía el ritual de embalsamamiento, era introducido en un enorme sarcófago de granito y enterrado en su tumba. Se le acompañaba de un importante ajuar funerario.Cerca se localizaron otros cementerios destinados a chacales y gatos momificados.
13-LA MOMIFICACIÓN
Los antiguos egipcios creían en la vida después de la muerte. Pensaban que el alma del difunto viajaba hacia el Más Allá. Cuando una persona moría en el Antiguo Egipto, su cuerpo se conservaba mediante el proceso de momificación. Pero sólo los egipcios más ricos, además del faraón y su familia, podían encargar su momificación, ya que era muy costosa. Todo este proceso duraba 70 días.
Muchas veces habréis visto en las películas la famosa imagen de una momia. Vamos a descubrir qué eran en realidad las momias y cómo se hacían. Para ello, primero debemos conocer el significado de la palabra momia. Procede del persa mummia, que significa "cosa bituminizada", por eso tienen la apariencia obscura. De esta vocablo persa, se deriva la palabra árabe múmmiya, de "mum", betún o cera mineral, sustancia que se empleaba muchísimo durante la momificación de los cuerpos.
Conocemos el proceso y técnicas de momificación a través del estudio realizado sobre las momias, imágenes en tumbas y templos, y por la descripción realizada en los relatos de Heródoto, viajero e historiador griego del siglo V a.C. También existen dos papiros que nos hablan, de forma incompleta, del ritual del embalsamamiento.
¿Cómo se llevaba a cabo el proceso de momificación?Dos o tres días después de la muerte, el cuerpo era llevado a los embalsamadores, quienes trabajaban a orillas del Nilo, ya que necesitan agua en abundancia. Se colocaba al difunto sobre una mesa de piedra o de madera, e incluso de alabastro, cuyas patas y su decoración tomaban la forma de león. También se empleaban otras más pequeñas para depositar los órganos del difunto.
Se lavaba el cuerpo y se procedía a la extracción del cerebro. A continuación, los órganos internos: el estómago, los intestinos, los pulmones y el hígado. Los envolvían en un paño de lino y se introducían dentro de los cuatro vasos canopos bajo la protección de cuatro dioses especiales, llamados “hijos de Horus”, representados en las tapas de estos vasos: - Duamutef, de chacal (estómago).- Qebehsenuf, de halcón (intestinos).- Hapy, de mono (pulmones).- Amset, de apariencia humana (hígado).
El corazón se dejaba dentro porque no debía separarse de su cuerpo, pues era el lugar donde residían los sentimientos, la conciencia y la vida. Aunque también podía ser sustituido por un escarabeo-corazón.
A continuación se cubría el cuerpo con natrón, una sal que lo desecaba. Este tratamiento duraba entre 35 y 40 días, de forma que el cuerpo totalmente deshidratado ya no se descomponía. Se rellenaba utilizando limo o serrín procedentes del Nilo o especias. Después se cosía, y a veces, lo cerraban con lino, una placa de cera o tratándose de un rey, con una chapa de oro. Se lavaba con agua del Nilo y se ungía con bálsamos aromáticos. Y ya se podía vestir al difunto.
Una vez realizados todos los pasos que hemos visto, el cuerpo se envolvía en vendas de lino impregnadas a veces en resina, mediante un ritual muy estricto. Mientras se realizaba este proceso un sacerdote que portaba una máscara del dios Anubis recitaba las fórmulas de encantamiento correspondientes.
"Te ponemos el perfume del Este, para hacer perfecto tu olor y poder seguir el olfato de Dios""Te traemos los líquidos que vienen de Ra, para hacer perfecto tu olor en la Sala del Juicio Final"
Comenzaban vendando los dedos uno por uno, las extremidades y por último el resto del cuerpo. Los brazos podían ponerse estirados a lo largo del cuerpo, o se cruzaban en el pecho en posición osiriaca. Se terminaba con la cabeza.Entre los vendajes se introducían amuletos y tiras de lino que recogían textos del Libro de los Muertos. A veces se envolvía el cuerpo ya vendado con un sudario (sábana) y se cubría con una red de cuentas de loza desde los hombros hasta los tobillos. Sobre el pecho se podían colocar un escarabeo alado y las imágenes de los cuatro hijos de Horus, los dioses protectores de los órganos internos.El cuerpo quedaba de este modo protegido:
"Saludos Osiris, que el ojo de Horus florezca en ti y en tu corazón siempre"
La cabeza de la momia se cubría por una máscara pintada, y en el caso de momias reales, la máscara funeraria podía ser de oro, como la encontrada en la momia de Tutankhamon.
Finalmente, la momia se introducía en uno o varios sarcófagos (encajados uno de dentro de otros) y se entregaba a la familia para comenzar con los ritos funerarios.
14-DINASTÍAS DE EGIPTO
Los orígenes de la Civilización egipcia se pierden en el tiempo, aunque es a partir del tercer milenio a.C. aproximadamente cuando empezamos a contar con unas inscripciones que nos permiten iniciar su Historia.
Antiguos historiadores, habían dividido la Historia de Egipto en diferentes períodos, y de esa manera hemos podido conocerla. Así, un conocido historiador llamado Manetón, agrupó a todos los gobernadores del Antiguo Egipto en 31 dinastías o familias gobernantes. Por ello, cuando estudiéis sobre la Historia de Egipto os encontraréis que fue una civilización dividida en imperios y dinastías; aunque también encontraréis períodos intermedios que se sucedieron en momentos en los cuales Egipto atravesó serias dificultades en su gobierno.
Otra cosa que debéis tener en cuenta a la hora de conocer la cronología de Egipto, y que encontraréis en muchos libros de contenido histórico, es el significado de dos abreviaturas que veréis al indicar las fechas de los diferentes períodos, y que muchos ya conoceréis.
Nosotros fechamos a partir del nacimiento de Cristo, pero esta no es la forma que emplearon en su momento los antiguos egipcios.Las fechas que son anteriores al nacimiento de Cristo, tendrán la abreviatura a.C.; y las posteriores a su nacimiento, serán d.C.
Hay que destacar tres importantes períodos dentro de la extensa cronología egipcia, aunque existieron muchas épocas y períodos antes y después:
- Imperio Antiguo- Imperio Medio- Imperio Nuevo
A continuación os presentaré una clasificación sencilla de las dinastías del Antiguo Egipto dentro de los diferentes períodos e imperios conocidos. Las fechas que os indico son aproximadas para que os podáis orientar, pero no exactas. Asimismo, destacaré los faraones más conocidos y acontecimientos que se sucedieron para que podáis ubicar más fácilmente cada período.
Tras el Tercer Período Intermedio os habréis encontrado con el Período Tardío y el Período Greco-romano. Sólo queda aclarar que dentro de ambos, existen varios períodos que no menciono dada su extensión, que vienen a ser aproximadamente los siguientes:
Período Tardío:- Período Saita, Dinastía XXVI- Primer Período Persa, Dinastía XXVII (I Dominación)- Período Indígena, Dinastías XXVIII a XXX- Segundo Período Persa (II Dominación)
Período Greco-romano:- Período Helenístico: Dinastías Macedónica y Lágida o Ptolemaica- Últimos Reyes Indígenas: Reyes de la Tebaida- Gobierno de los emperadores romanos
Si necesitáis ampliar vuestros conocimientos podéis recurrir al Proyecto Dinástico, donde veréis desarrollada de forma mucho más amplia la historia del Antiguo Egipto y sus diferentes períodos.
15-JUGAR EN EL ANTIGUO EGIPTO
Los antiguos egipcios, a pesar de trabajar duramente, también aprovechaban su tiempo libre para divertirse. Tenían diferentes tipos de juguetes, no muy distintos a los nuestros. Y les gustaba mucho jugar al aire libre, debido al clima cálido de Egipto. No menos importantes fueron los juegos de mesa, los cuales requerían un gran ingenio.
Juegos de mesa
El más importante del Antiguo Egipto fue el
juego del Senet, cuyo significado es "pasaje" o "tránsito", al que jugaban tanto reyes y nobles, como la gente del pueblo. Este juego de mesa constaba de un tablero dividido en 30 casillas (3 filas de 10 casillas), sobre el que se situaban 12 fichas similares a los peones de nuestro ajedrez, 5 con forma de cilindro y 7 con forma de cono. La fichas avanzaban el número sacado tirando unos palitos, redondeados por un extremo y planos por el otro, y ganaba el jugador que llegaba antes al final.Este juego aparece frecuentemente en las pinturas de las tumbas; y como ejemplo, tenemos una imagen de la reina Nefertari, esposa de Ramsés II, jugando al senet. También debió ser el juego favorito de Tutankhamón, ya que entre los objetos personales que encontraron en su tumba habían cuatro tableros.
Otro conocido juego de mesa es el juego de la Serpiente, con un tablero con forma de serpiente enroscada, en el que podían intervenir hasta 6 jugadores. Sus fichas solían estar grabadas con los nombres de faraones famosos, o incluso tener formas variadas de animales o simples bolas. Los jugadores comenzaban el recorrido del juego desde la punta de la cola que empezaba en el exterior, hasta llegar a la cabeza que se situaba en el centro del tablero. Este juego es similar a nuestro juego de la Oca actual.
El juego de las veinte casillas fue otro juego de mesa, en el que se utilizaban dos tipos de peones con cabeza de chacal representando al dios Anubis, y dos con cabeza del dios Bes. Usaban a modo de dado un hueso del pie (el astrágalo) y unos palitos que al lanzarlos contra los peones debían ser derribados.
Es una lástima no poder contar con las reglas de uso de estos juegos, aunque podríamos llegar a imaginar en qué consistían. Lo que es seguro es que se lo pasaban estupendamente.
Jugar al aire libre
A los egipcios les gustaba divertirse también al aire libre. Y demostraban ser muy deportistas ya que practicaban saltos de altura, lanzamiento de peso, atletismo o tiro con arco, incluso se entretenían realizando acrobacias. También les gustaba la lucha libre, y podemos verlo en multitud de escenas.
Otra práctica al aire libre eran los deportes acuáticos, en el Nilo, por supuesto. Los niños egipcios se dividían en equipos y jugaban a simular batallas, y de pie en las barcas, intentaban tirar a sus oponentes utilizando varas de madera o de cáñamo. También les gustaba pescar o hacer regatas... pero ¡cuidado con los cocodrilos y los hipopótamos!
En el Antiguo Egipto se utilizaba el boomerang, pero no como arma para el ejército, sino como deporte de caza de aves. Y para muestra de ello, este objeto aparece en el ajuar funerario encontrado en la tumba de Tutankhamón. Pero solía ser un artículo de lujo que posiblemente se exportara de fuera del país; de hecho, el signo jeroglífico que lo representa es determinativo de pueblos extranjeros.
Las niñas egipcias para entretenerse, preferían cantar y danzar al son de la música. Pero además, se sabe de un juego que practicaban las jóvenes conocido como el juego de la estrella o el tiovivo, en el que dos muchachas apoyadas indistintamente sobre las plantas de los pies o los talones, giran alrededor de otras compañeras, quienes por su parte las sujetan de las manos o las muñecas.Otro juego de acrobacia típico entre las niñas consistía en que cada jugadora se sentaba sobre las espaldas de su compañera respectiva lanzando pelotas a su contrincante. Es algo similar a lo que conocemos como "montar a caballito".
Juguetes
Es curioso... los niños y niñas egipcios tenían juguetes muy parecidos a los nuestros. Mirad si son antiguos que jugaban con pelotas y muñecas.
Sus juguetes favoritos, sin embargo, eran animales de madera pintados de colores vivos, especialmente caballos, leones, hipopótamos y cocodrilos. Un ejemplo de este tipo de juguetes, es un león de madera que abre y cierra su boca y que podemos encontrar en la colección de piezas que se conservan en el Museo Británico de Londres.Eran tesoros muy preciados posiblemente por estar hechos de madera, que era un material muy escaso. Otros juguetes se hacían con materiales más comunes, como la arcilla y el barro.


La mayoría de los pueblos de la antigüedad usaron un juguete muy habitual en vuestras casas: la pelota. ¡Los niños egipcios jugaban a la pelota! Y éstas se fabricaban con diversos materiales como papiro, caña, fibra vegetal, arcilla o madera, por ejemplo.
Otro juguete habitual era la muñeca. Ya en el año 3000 a.C. existían pequeñas figuras hechas de arcilla, hueso o madera. Incluso se han encontrado muestras evidentes de la existencia de una fábrica de muñecas en Kahun. Las más habituales estaban hechas de madera, con el cuerpo en forma de espátula, los brazos apenas formados y el cabello hecho de perlitas de barro. Algunas de época tardía tenían brazos y piernas articulados.Para los egipcios tenían un gran valor y por ello las ponían en las tumbas para que acompañaran al difunto en su viaje al Más Allá. Los artesanos las fabricaban sin pies para asegurarse de que no abandonaran la tumba, y así no podrían escapar.
Aunque muchos de los juguetes que os he mostrado fueran usados por los niños más ricos, los niños de menos riqueza también jugaban. Solían jugar con un juguete muy sencillo conocido en la actualidad como peonza. Se trata de trompos de cuarzo vidriado, que hacían girar con un rápido movimiento de dedos o estirando con rapidez una cuerda atada a su alrededor. ¿Sabéis de cuál se trata, verdad?
Por último, os mencionaré los dados ya que en algunos museos podéis encontrar alguna de estas piezas expuestas. Pero no es un juego originario de Egipto sino de las culturas griega y romana. Como ya os expliqué antes, en los juegos de mesa los antiguos egipcios empleaban palitos en lugar de dados.Se han encontrado dados de madera, hueso y marfil. Y estos llegaron a Egipto a través del comercio y durante los Períodos Ptolemaico y Romano.
16-LA FAMILIA EGIPCIA
La familia egipcia era muy similar a la nuestra, aunque solían ser más numerosas. Por lo general se casaban jóvenes y tenían muchos hijos, pues la mortalidad infantil era muy elevada y los hijos significaban riqueza.
Un hombre importante podía tener varias esposas, pero la primera esposa era la compañera del marido. Se ocupaba de dirigir la casa y era dueña de sus enseres. En estos casos, no tenían mucho trabajo ya que disponían de criadas que además le ayudaban a vestirse, maquillarse y peinarse. Los matrimonios entre ricos solían ser de conveniencia; pero la mayoría de los matrimonios convencionales se basaban en el amor y el respeto. Así, en las representaciones que se han encontrado, suelen aparecer abrazados.
Tener muchos niños era muy importante para los egipcios. Cuando nacía un niño se recibía con gran alegría. Y era la madre la que se encargaba de la educación de los hijos.A los varones se les solía poner el nombre de los abuelos y aprendían la profesión del padre. Algunos continuaban viviendo en la casa de sus padres después de casarse.Las familias más ricas enviaban a sus hijos a la escuela a aprender escritura jeroglífica y matemáticas, desde muy pequeños, con unos 5 ó 6 años, para convertirse en escribas, arquitectos o jueces.Las niñas aprendían labores domésticas; incluso música y danza. Y permanecían en el hogar hasta que se casaban.Pero en una casa egipcia también vivían abuelos, tíos, primos... El cabeza de familia se hacía cargo de todos, y a su manera, cada cual era útil en la casa.
Las familias egipcias solían tener animales domésticos como mascotas: pájaros, monos, perros y gatos.
Las casas de los campesinos no tenían apenas comodidades y eran agrupadas en pueblos. Los muros se hacían de ladrillo de adobe (barro y paja) con pequeñas ventanas para impedir que entrar el calor en su interior. Su mobiliario era sencillo, formado por taburetes, mesas, camas, arcones para guardar su ropa. Los niños solían dormir sobre esteras en el suelo.Muchas casas tenían una terraza en el tejado siendo el lugar preferido de sus ocupantes, donde solían reunirse al atardecer.Los egipcios más ricos, sin embargo, vivían en mansiones confortables, rodeadas de jardines con estanques, árboles, flores aromáticas y parras. En su interior decoraban sus paredes de colores vivos.Las casas de las ciudades, sin embargo, tenían dos o tres pisos, y accedían directamente a las estrechas y polvorientas calles. Por eso preferían vivir en el campo.
Todo esto lo sabemos por la información obtenida de las pinturas y maquetas encontradas en las tumbas, y por las aportaciones de excavaciones arqueológicas.
En el hogar de los egipcios solían tener un pequeño altar con un dios doméstico, al que adoraban cada día. El dios Bes fue un dios muy popular durante el Imperio Nuevo.
17-¿QUIENES ERAN LOS EGIPCIOS?
Hace unos 5.000 años, nació en el valle del Nilo la civilización más importante del mundo. Se originó cuando los egipcios comenzaron a establecerse a lo largo de los márgenes del río Nilo, el cual cada año inundaba las tierras, dejando tras de sí una capa espesa de limo negro que hacía prosperar los cultivos. De este modo, en esta tierra fértil, los agricultores obtuvieron abundantes cosechas de trigo, cebada, verduras y frutas. También criaban sus vacas, ovejas y cabras.
Por otra parte, Egipto era un país seguro por estar rodeado de desierto por tres lados, y protegido de los posibles invasores que trataran de avanzar por mar a través del delta del Nilo, al norte del país.Esto permitió a sus habitantes tener tiempo libre para desarrollar sus artes y los oficios, la literatura y la música.
Los egipcios dividían su territorio en dos partes: el Alto Egipto (el valle) y el Bajo Egipto (el delta). Por eso, los dos símbolos de Egipto son el loto, que representa el valle del río, y el papiro, que representa las tierras pantanosas del delta. Y así, el soberano era llamado "Señor de las Dos Tierras".
Los egipcios eran muy afortunados por vivir en su país.
18- EGIPTO EL DON DEL NILO
Según escribió un famoso viajero de origen griego llamado Herodoto: "Egipto es un don del Nilo".
La civilización egipcia se extendía a lo largo de las riberas del Nilo, ya que dependían del río para su supervivencia. Allí se concentraban los hombres, las ciudades, los templos, las pirámides y toda la vida económica del reino. El resto del país estaba formado por numerosos desiertos. De este modo los egipcios llamaban al valle del Nilo la "Tierra negra", mientras que el desierto era la "Tierra roja".
Se conocía como la "Tierra negra" debido al desbordamiento del río cada verano, de julio a septiembre, inundando el valle con agua y un rico barro de color oscuro (limo), muy beneficioso para los campesinos. Así cultivaban las tierras fertilizadas, por eso la crecida del Nilo era tan importante para los egipcios.
También aprovechaban para excavar canales de regadío y crear depósitos de agua para los meses en los que el agua era escasa.Pero estas inundaciones a veces arrasaban las casas y el ganado. Para evitar estos desastres, los egipcios medían constantemente el nivel del agua del Nilo con un artilugio llamado nilómetro.
El desierto o la "Tierra roja" también tenía su importancia. Constituía una defensa natural contra los invasores, además de ser una reserva de piedras y de metales preciosos de gran riqueza para Egipto.

viernes, 15 de enero de 2010

conociendo a Cleopatra (últimos hallazgos)





Arqueólogos egipcios sacaron el 17 de diciembre del Mar Mediterráneo una torre de granito del templo de la diosa Isis, hallado junto al mausoleo de Cleopatra, sumergido en el puerto de Alejandría. El templo de Isis, diosa faraónica de la fertilidad, tiene al menos 2.050 años, y era parte de un gran palacio desde el cual la reina Cleopatra, del siglo I a.C., y sus predecesores de la dinastía toleimaica gobernaron Egipto. No es el único hallazgo de 2009 que nos acerca a la figura de la última reina de Egipto. A principios de año, un equipo de arqueólogos llegó a la conclusión de que Cleopatra era mitad africana. Hasta ahora sabíamos que la famosa reina era descendiente de Ptolomeo, el general macedonio que gobernó Egipto tras Alejandro Magno. Pero los restos de la hermana de la reina, la princesa Arsínoe, encontrados en Éfeso, Turquía, indican que su madre tenía sangre africana. El descubrimiento fue realizado por Hilke Thuer, de la Academia Austriaca de las Ciencias.



En abril, investigadores egipcios y dominicanos aseguraban haber encontrado nuevas pruebas que confirmaban la presencia de la tumba de Cleopatra y de su amante Marco Antonio en las proximidades de Alejandría. La expedición encontró un cementerio junto al templo de Abusiris, norte de Egipto, en el que se hallaron 27 tumbas con 10 momias, dos de ellas envueltas en oro. En el lugar también se encontraron mesas de ofrenda, jarras de vino y de cerveza, así como 22 monedas con el rostro de la reina Cleopatra y Alejandro Magno, y una máscara funeraria de un hombre con una hendidura en barbilla, muy semejante a las imágenes que se conocen del general Marco Antonio. Por otra parte, la egiptóloga británica Sally Ann Ashton, de la Universidad de Cambridge, recreó el rostro de la reina Cleopatra para un documental sobre la vida de la famosa líder del Antiguo Egipto

Publicado en Muy Interesante

domingo, 29 de noviembre de 2009

JEROGLÍFICOS

Durante tres mil años, las palabras divinas, como llamaban los egipcios a los jeroglíficos, fueron inscritas en los muros de templos y tumbas para recordar las gestas de los soberanos y fijar los textos sagrados.
En una de las salas egipcias del Museo Británico, en Londres, se expone una curiosa pieza: un bloque de granito rectangular, con un orificio en el centro del que parten once canales tallados en la piedra, alrededor de los cuales aparecen decenas de signos jeroglíficos. Descubierta en 1805 por el conde de Spencer, éste la donó al Museo, pero su contenido sólo pudo conocerse tras el desciframiento de la escritura jeroglífica por obra de Jean-François Champollion, que tuvo lugar casi veinte años más tarde. El agujero central y los surcos hablan a las claras de su uso como piedra de molino en una época posterior a la que fue creada: la del faraón Shabaka (716-702 a.C.), rey de la dinastía XXV. Este soberano fue quien mandó inscribir lo jeroglíficos que, desgastados por el tiempo y por el uso, relatan la creación del mundo por Ptah, el gran dios de Menfis.
La piedra de Shabaka, como se conoce esta pieza, nos facilita uno de los documentos más expresivos sobre el carácter sagrado de la escritura para los antiguos egipcios. Así, podemos leer, por ejemplo, que: Según los pensamientos del corazón de Ptah y las palabras de la lengua de Ptah, los inocentes son liberados y los culpables son castigados, se concede la vida a los puros de corazón y la muerte a los necios. Según los pensamientos del corazón de Ptah, y las palabras de la lengua de Ptah, aparecieron todas las artes, fueron creadas todas las profesiones.
La palabra, pues, es el medio del que se vale la divinidad para su creación. Ptah concibe las cosas pensándolas con el corazón, el órgano del intelecto según los egipcios, y pronunciándolas con la boca. El corazón piensa el concepto, la forma; la lengua, al pronunciar estos conceptos, las infunde vida. Y la escritura jeroglífica los hace visibles: los jeroglíficos son mdw ntr, palabra de dios, como llamaron los egipcios a estos signos.
El jeroglífico es, pues, el lenguaje de los dioses. En tanto que expresión escrita original de lo sagrado, los jeroglíficos gozaron de una permanencia y una continuidad extraordinarias. Así lo demuestra, por ejemplo, la perdurable figura del sacerdote lector, encargado de recitar los textos sagrados. La traducción literal del nombre egipcio para este cargo es el que está bajo el rollo, es decir, el portador del rollo de papiro escrito y por lo tanto, el que conoce las palabras sagradas. Encontramos a este sacerdote representado con su rollo en los templos de las pirámides y en las tumbas de funcionarios de Imperio Antiguo, en el III milenio a.C., y seguimos encontrándolo, con los mismos ropajes y atribuciones, en templos de época grecorromana construidos tres mil años más tardes. El ritual sagrado no cambia, como tampoco cambian los textos sagrados, que al ser recitados por la persona adecuada tienen la fuerza mágica de hacer presente lo divino.
LA ESCRITURA INMUTABLE
Como vemos, en el ámbito religioso la transmisión de los textos rituales es asombrosamente fiel. Las copias del estilo son tan fidedignas que bloques con inscripciones jeroglíficas sacados de su contexto son difíciles de datar. Esta capacidad de permanencia se revela también en la piedra de Shabaka, la cual nos cuenta que los textos allí copiados procedían de unos papiros que, por su antigüedad, eran pasto de los gusanos. El lenguaje empleado ha hecho pensar que quizá se trate de una compilación de textos muy tempranos.
Para los monumentos en piedra se conservó siempre el realismo de las figuras originarias de la escritura de los jeroglíficos, que en su primer estado eran ideogramas, es decir, dibujos que expresaban una realidad. Más tarde, estas imágenes adquiriendo valor fonético. Por tanto, los signos jeroglíficos se leían, pero también podían ser apreciados como imágenes. Escrituras y arte se fundían, ya que para los egipcios no había una distinción clara entre escritura y arte figurativo. Con ello, la escritura jeroglíficas permaneció inalterable, pero se alejó de la lengua egipcia común, que evolucionó hacia nuevas formas de expresión y también de escritura.
SIGNOS SECRETOS
Los sacerdotes eran los guardianes de la escritura sagrada. Depositarios del culto divino, ellos eran (sobre todo a partir de la época grecorromana) los únicos capaces de leer y escribir jeroglíficos, unos signos cuyo número se multiplicó durante la Baja Época, sobre todo a partir de la conquista de Egipto por Alejandro Magno. Si el egipcio clásico del Imperio Medio, en el II milenio a.C., constaba de unos 750 signos, en época grecorromana se llegaron a emplear más de 5000. Entonces derivaron hacia una suerte de criptografía, un lenguaje secreto que sólo sus conocedores los sacerdotes podían interpretar.
¿Por qué se produjo esta evolución? Hay que tener en cuenta que con el dominio extranjero de Egipto, en especial a partir de la dinastía de los Ptolomeos (los sucesores de Alejandro Magno en el país del Nilo), se creó una capa social superior que arrinconó y apartó del poder a la antigua élite egipcia, de la que formaban parte los sacerdotes. Este cambio permite entender la complejidad que fueron adquirieron los jeroglíficos: la escritura jeroglífica se convirtió en un saber administrado por los sacerdotes, para quienes el monopolio de las relaciones con la divinidad compensaba la pérdida de poder político.
LAS TRES ESCRITURAS
A partir de la época ptolemaica, los sacerdotes usaron tres sistemas de escritura: el jeroglífico, en las inscripciones pétreas y con fines sagrados; el hierático, en los libros; y el demótico para usos cotidianos. A ellos se sumaba el griego, la lengua de los Ptolomeos, utilizada con fines administrativos. La existencia de varios sistemas de escritura del egipcio era el resultado de los tres mil largos años de pervivencias de este idioma, que conoció varias etapas evolutivas. Dado el carácter tradicional del mundo egipcio, en muchas ocasiones la lengua escrita no reflejaba la lengua hablada, como hemos explicado a propósito de los jeroglíficos, que en su etapa final estaban desvinculados por completo del lenguaje hablado.
Para referirnos a los diferentes sistemas de escritura egipcias seguimos utilizando el nombre que le dieron los griegos. Así sucede con la escritura jeroglífica, la escritura sagrada, que perduró desde los inicios de la lengua egipcia hasta su extinción, y fue la escritura por excelencia de los monumentos, de las inscripciones políticas y religiosas. Más tarde apareció la escritura hierática, o sacerdotal, una cursiva o simplificación de los jeroglíficos desarrollada por las necesidades de la vida cotidiana, básicamente usada para documentos civiles, religiosos y algunas obras literarias. Se escribía sobre papiros, tablas de maderas u ostraca (pieza de cerámica y lasca de piedras), y su desarrollo fue prácticamente paralelo a los jeroglíficos. Con la aparición de la escritura demótica, su empleo decayó y quedó restringido a textos religiosos o sacerdotales, junto con la escritura jeroglífica. En cuanto a la escritura demótica o popular, se podría definir como una cursiva de la escritura hierática. Difundida a partir de la dinastía XXV (siglos VIII-VII a.C.), fue la escritura usada en la vida corriente y pervivió hasta la época romana.
EL OFICIO DE REDACTAR
Existía un grupo social que compartía con los sacerdotes el dominio de la escritura: los escribas, que en su trabajo utilizaban el demótico. El uso de la escritura de Egipto se inició, como muy tarde, en época protohistórica (hacia 3300 a.C.), pero la figura del escriba consagrado a la redacción de texto apareció más adelante, cuando las labores administrativas se hicieron complejas y el cobro de tributos, el almacenamiento de cosechas y la distribución de estos bienes fueron confiados a funcionarios. En tiempos la dinastía V (III milenio a.C.), el archivo de Abusir da cuenta de la existencia de numerosos escribas ordenados en jerarquías.
Los escribas gozaron siempre de gran prestigio. Ellos eran los depositarios del saber y algunos incluso firmaban sus obras, algo que llama la atención en una sociedad donde quienes trabajaban con sus manos eran anónimos. Nos han llegado texto que ensalzan esta profesión, como la llamada Sátira de los oficios, fechada en el Imperio Medio (2040-1786 a.C.). En el texto un padre se dirige a su hijo, ridiculizando una veintena de oficios para resaltar las ventajas de ser escriba: Aplícate a los libros Mira, nada hay mejor que los libros. Voy a hacer que ames los escritos más que a tu madre, voy a presentar sus bondades ante ti.
Unas palabras sobre los beneficios del estudio que no resultar familiares siglos después de haber sido escritas.
Los escribas no estudiaban en escuelas semejantes a las actuales, ya que en el antiguo Egipto no había personas dedicadas exclusivamente a ejercer de profesores. A los aprendices, que iniciaban su educación a partir de los diez años, se les enseñaba a escribir y a calcular en los centros donde se practicaban estas disciplinas: las oficinas de la administración y los escritos de los templos, lugares conocidos como casas de la vida. Allí se aprendía a escribir por medio de textos que debían memorizarse. Quien los recordaba(o los guardaba en el corazón, como decían los egipcios) comprendía las palabras y las frases al tiempo que adquiría las concepciones culturales básicas. Así pues, al aprender a escribir se lograban determinados conocimientos, por lo que en cierto modo aprender a escribir era aprender a vivir.
LOS JEROGLÍFICOS ENMUDECEN
Cuando, en el siglo VI d.C., el emperador Justiniano mandó clausurar el templo de la diosas Isis en la isla de File, desaparecieron los últimos conocedores de la lengua egipcia y, con ellos, las personas capaces de desentrañar la escritura jeroglífica. Los autores griegos y latinos, y más tarde los padres de la Iglesia, creyeron que los jeroglíficos eran alegorías, es decir, representaban ideas y no sonidos. Ya en el siglo V, un autor egipcio llamado Horapolo había escrito un ensayo sobre los jeroglíficos que trataba la interpretación de éstos de manera alegórica y caprichosa. En el siglo XVII, el jesuita Athanasius Kircher, basándose en Horapolo, incurrió de nuevo en este error, y su sistema interpretativo trataba de nuevo los jeroglíficos de manera fantasiosa y simbólica.
Sólo en 1799, tras el hallazgo de la piedra de Rosetta –un decreto ptolemaico en escritura jeroglíficas, demótica y griega-, se comenzó a considerar la posibilidad de que los jeroglíficos fuesen traducible. Fue Jean-François Champollion quien, estudiando el texto de Rosetta, descubrió que la escritura jeroglífica era, a un tiempo, ideográfica y fonética (sus signos representaban imágenes y sonidos); y a él le cupo el mérito de su desciframiento, en 1822.
Habían pasado más de mil años desde que la civilización egipcia enmudeciera, y Egipto volvía a la vida merced a la magia de las palabras divinas. Los faraones habían alcanzado el propósito que perseguían al inscribir sus nombres y gestas en los muros de templos y tumbas: ser recordados por toda la eternidad.