
viernes, 17 de abril de 2009
HATSHEPSUT LA REINA-FARAÓN

Ignoramos el momento exacto del nacimiento de Hatshepsut, aunque es de suponer que sucediese en la por entonces capital del estado, Tebas, a finales del reinado de Amenhotep I. Ante la falta de descendencia del faraón, el sucesor designado era el padre de Hatshepsut, el futuro Thutmose I (Tutmosis I), quien para poder legitimar su inminente acceso al trono se había tenido que casar con la princesa Ahmose.
Este matrimonio trajo al mundo, aparte de a Hatshepsut, al menos a otros tres niños, de nombres Amenmose, Uadymose y Neferubity. Desgraciadamente, y debido a la alta tasa de mortalidad infantil, sólo Hatshepsut y su hermana menor, Neferubity (y ésta sólo por un corto espacio de tiempo) llegarían a edad adulta.
Además de sus hermanos de padre y madre, Hatshepsut tuvo que tener otros medio-hermanos, fruto de las relaciones de su padre con esposas secundarias y concubinas. Del único del que nos han llegado datos es de quien más tarde reinaría como Tutmosis II, un hijo de Tutmosis I y de una esposa secundaria, de nombre Mutnefert.
Nieta, hija y esposa de faraones [editar]
El padre de Hatshepsut, Tutmosis I, había logrado expandir el Imperio egipcio de manera nunca antes vista en tan sólo trece años de reinado. Este prodigioso monarca pasaría a la historia por llevar a sus tropas al curso de un río enorme que, al contrario que el Nilo, no discurría de sur a norte, sino a la inversa: el Éufrates.
A la muerte, algo temprana, de Tutmosis I, Hatshepsut era la mejor situada para sucederle en el trono, pues sus hermanos varones ya habían muerto. Es posible que incluso el propio Tutmosis I tratase en vida de asociar a su hija al trono, como así lo demuestra que la nombrase Heredera. Sin embargo, sus deseos fueron incumplidos, pues al parecer una conjura palaciega encabezada por el chaty y arquitecto real, el poderoso Ineni consiguió sentar en el trono a Tutmosis II, nacido de una esposa secundaria. Hatshepsut tuvo que soportar convertirse en la Gran Esposa Real de su hermanastro, y se cree que este fue un duro golpe a su orgullo.
La joven reina era descendiente directa de los grandes faraones libertadores de los hicsos y además ostentaba el importantísimo título de Esposa del dios, lo que la hacía portadora de la sangre sagrada de la reina Ahmose-Nefertari. Es lógico que su orgullo fuera inmenso, y que no soportase muy bien la idea de supeditarse a su marido. Así, no es de extrañar que mientras su débil y blando esposo ceñía la doble corona, Hatshepsut comenzara a rodearse de un círculo de adeptos que no dejaron de crecer en poder e influencias: entre ellos destacamos sobre todo a Hapuseneb y a Senenmut. La gran esposa real se había convertido, para temor del visir Ineni, en un peligroso oponente.
El tercero de los Tutmosis [editar]
Tutmosis II tuvo un reinado muy breve, y murió en plena juventud cuando sus dos únicos hijos conocidos aún estaban en la primera infancia. Como había pasado en la generación anterior, la gran esposa real Hatshepsut no había traído al mundo un varón, sino una niña, por lo que volvió a abrirse una crisis sucesoria. Una vez más, Ineni consiguió que la nobleza aceptara como único candidato factible a un hijo de Tutmosis II y de una simple concubina, que sería nombrado rey como Tutmosis III. No obstante, la reina viuda Hatshepsut no quería que la historia se repitiera por segunda vez, y lo cierto es que la modificó considerablemente.
Dado que Tutmosis III era demasiado pequeño para gobernar, la gran esposa real de Tutmosis II asumió la regencia y pospuso indefinidamente el matrimonio entre el nuevo rey y su hija, la princesa real Neferura, única persona que podría legitimar su ascenso al poder absoluto. La situación no era rara: hubo muchos casos de regencia a lo largo de la historia egipcia, aunque nunca de una mujer a la que no la unía ningún lazo sanguíneo con el rey.
Durante los primeros años de reinado de Tutmosis III, Hatshepsut estuvo preparando minuciosamente un "golpe de Estado" que revolucionaría a la tradicional sociedad egipcia. Alejó para siempre de la escena política a Ineni, y elevó a sus fieles Hapuseneb y Senenmut a los más altos cargos. Parece ser que la figura política más importante de la época fue Hapuseneb, quien unió para sí los cargos de visir y de sumo sacerdote de Amón. Con unos aliados tan poderosos, Hatshepsut tenía ahora los medios y el apoyo suficientes para sorprender al mundo.
Hatshepsut, con barba faraónica claramente visible. MMNY
Hatshepsut, faraón [editar]
Dos faraones en un mismo trono [editar]
Cuando se vio lo suficientemente fuerte, la hasta entonces gran esposa real y esposa del dios, Hatshepsut, en presencia del faraón Tutmosis III, se autoproclamó también faraón de las Dos Tierras y primogénita de Amón, con el beneplácito de los sacerdotes, encabezados por Hapuseneb. El golpe de efecto fue magistral, y el inexperto Tutmosis III no pudo hacer otra cosa más que admitir la superioridad de su tía y madrastra. Hatshepsut se había convertido en la tercera reina-faraón conocida en la historia egipcia.
Hatshepsut asumió todos los atributos masculinos de su cargo (excepto el título de "Toro poderoso"), haciéndose representar a partir de entonces como un hombre y tocándose de barba postiza. Estableció una insólita corregencia con su sobrino, aunque hubo un clarísimo predominio de la primera sobre el segundo, hasta tal extremo de colocarlo en un segundo plano impropio del papel futuro que tendría Tutmosis III en la historia. Tal era el carisma y la personalidad de esta mujer.
Aun así, no se puede ver de ninguna forma a Hatshepsut como una usurpadora, visión que han trasladado a nuestra época algunos autores. Al menos no se vio así en su tiempo, pues de haber sido el caso, Hatshepsut habría eliminado con total facilidad a sus adversarios o se habría producido una guerra civil. Tutmosis III no estuvo encerrado en palacio, como se ha llegado a pensar, ni tampoco Hatshepsut evitó hacer mención alguna a su existencia. La sociedad de entonces asumió sin problemas la nueva situación, y Hatshepsut gozó de uno de los reinados más prósperos de toda la historia egipcia, gracias también al apoyo recibido por Hapuseneb y Senenmut, auténticos gobernantes en la sombra.
La Teogamia [editar]
Hatshepsut no hubiera podido ni soñar siquiera acceder al trono de no contar con los apoyos que consiguió entre el clero del dios Amón en Tebas mientras era la esposa de Tutmosis II. Las cuantiosas donaciones y los privilegios que concedió a los sacerdotes, encabezados por la eminencia gris del régimen, el visir Hapuseneb, fueron una forma de pago por los servicios prestados, pues de no ser por el inmenso regalo que recibió Hatshepsut de ellos, su legitimidad habría sido menor. Y este valioso obsequio de la casta sacerdotal a la reina-faraón fue la célebre Teogamia.
En la Teogamia, Hatshepsut declara al pueblo egipcio que su verdadero padre no es Tutmosis I, sino el propio dios Amón, que con su sabia previsión visitó una noche a la gran esposa real Ahmose y la permitió concebir a la mujer que estaba sentada ahora en el trono de las Dos Tierras con el beneplácito del panteón entero. Hatshepsut se declaraba por ende primogénita de Amón, y su sustituta y fiel delegada en la tierra, con lo que su figura se trocaba en completamente sagrada.
Hatshepsut, la primera mujer que se hizo esculpir como esfinge. MMNY
Es necesario destacar que muy pocos faraones recurrieron a la Teogamia para validar su derecho al trono, y su estatus pasaba a ser poco menos que el de un dios vivo. El ardid de Hatshepsut y el alto precio que tuvo que pagar a los sacerdotes por él, le asegurarían un reinado tranquilo y sin disidencias, aunque acabaría pasándole factura a la dinastía por el, desde entonces, imparable crecimiento de los sacerdotes de Amón.
Nombres [editar]
Como todo rey que accedía al trono, Hatshepsut tenía derecho a usar hasta cinco nombres diferentes: el de Horus, el de Nebty, el de Horus de Oro, y los dos principales, conocidos vulgarmente como nombre de nacimiento y nombre de coronación. Éste último resultó ser el de Maat-Ka-Ra, es decir, "El espíritu de Ra es justo" y lo utilizó siempre conjuntamente con su nombre de nacimiento.
Sin embargo, este último apelativo sufrió una serie de cambios a lo largo del reinado de Hatshepsut. Si bien la forma original del nombre de nacimiento era Hatshepsut, en numerosos monumentos aparece de formas bien distintas: añadiendo la segunda parte de nombre y quedando como Hatshepsut-Jenemetamón, masculinizándolo en parte como Hatshepsu3 o completamente como Hashepsu. Sólo así se puede comprender la sorpresa de los egiptólogos que descubrieron la existencia de esta mujer que jugaba en sus apariciones, siendo representada varón, con sus nombres unas veces escritos tal que había nacido hombre o mujer. Un curioso juego de intercambio de sexos que sin duda realzó su carácter divino y concentró en sí misma la dualidad que tanto veneraba el pueblo egipcio.
Actividad constructora [editar]
"El" faraón Hatshepsut dedicó la mayor parte de su reinado a embellecer el país y a restaurar los templos, con el beneplácito de sus aliados los sacerdotes. Egipto había sufrido hacía dos generaciones la última de sus guerras, cuando el abuelo de la reina, el rey Ahmose, expulsó a los hicsos, un pueblo semita que había conseguido dominar el país durante cien años. Como habían hecho sus antecesores, Hatshepsut invirtió mucho en borrar todos los daños ocasionados por la guerra de liberación que había elevado a su dinastía a lo más alto.
Sin embargo, el centro de acción principal de la reina fue su ciudad, la pujante Tebas. Edificó la llamada Capilla Roja del enorme templo de Amón en Karnak y de las canteras de Asuán mandó hacer los obeliscos más grandes que se habían erigido en Egipto hasta entonces, y los llevó a Karnak decorados con electrum, aleación de oro y plata. Se cree que el obelisco inacabado que aún hoy se puede ver en Asuán data del reinado de Hatshepsut, y de haberse acabado habría sido el mayor de toda la historia del país.
Dyeser-Dyeseru, el templo de Hatshepsut en Deir el-Bahari
Aunque no fue en Karnak donde Hatshepsut desplegó toda su imaginería, sino en la orilla oeste de Tebas, la necrópolis de entonces. Como era costumbre por entonces, los faraones hacían construirse, además de su tumba, un templo funerario algo alejado de ésta, que sirviera a un mismo tiempo para proteger y recordar al difunto. Hatshepsut escogió el paraje de Deir el-Bahari para edificar su templo, y encargó la tarea a su arquitecto favorito, Senenmut.
El resultado final fue envidiable: construido al lado del templo de Mentuhotep II, el de Hatshepsut es una de las joyas del Antiguo Egipto y uno de los destinos más visitados por los turistas. Conocido por aquel entonces como el Dyeser-Dyeseru (el sublime de los sublimes), su estructura en forma de largas terrazas y de rampas con suave inclinación, de estilo similar al de Mentuhotep II, le hacen fundirse a la perfección con la roca y el entorno. Uno de los misterios en dicho templo radica en un sector sellado como una caja en la pared en que se puede observar a Hatshepsut por un lado en actitud amatoria y a Senenmut en la otra cara, como receptor de la pose amatoria de la reina, lo que deduce un íntimo vínculo (prohibido por su linaje) entre el arquitecto y la reina-Faraón.
Campañas militares [editar]
Hatshepsut ha pasado a la historia como una gobernante pacífica y que prefirió gastar parte de su tesoro en construir templos en vez de conquistar territorios, pero lo cierto es que hubo al menos seis campañas durante sus 22 años de reinado. Hay que destacar que la mayoría de éstas no pasaron de ser meras escaramuzas o actividades disuasorias cuya única finalidad era disuadir a los siempre belicosos pueblos fronterizos de atacar a las Dos Tierras.
Obelisco de Thutmose III en el templo de Amón en Karnak
• Primera campaña. Era casi costumbre que al morir un faraón, los pueblos nubios atacasen las fronteras meridionales y quemasen algunas de las fortalezas del lugar, a modo de tanteo de cómo reaccionaría el nuevo monarca. Hatshepsut no se dejó avasallar y, pese a que aún era sólo reina regente, fue a Nubia y dirigió los ataques.
• Segunda campaña. En este caso los enemigos fueron tribus de Siria-Palestina, cuyos continuos ataques a los puestos fronterizos hicieron responder a Egipto. Ignoramos la fecha exacta de esta acción bélica, aunque es muy posible que acaeciese cuando Hatshepsut ya había sido coronada. Una cosa que parece segura es que la reina no viajó al frente en esta ocasión.
• Tercera y cuarta campañas. El motivo vuelve a ser Nubia. Ignoramos por qué los nubios se revolvieron tanto en época de Hatshepsut, pero las tropas egipcias fueron implacables. La tercera campaña fue en el año 12º y la cuarta en el 20º, y ambas se solucionaron sin ningún problema. Se cree que en ésta última participó Tutmosis III.
• Quinta campaña. Contra el país de Mau, al sur de Nubia. Fue inmediatamente después de la cuarta campaña, tal vez debido a una coalición de estos dos pueblos. Existen menciones a una caza de rinocerontes, y también es probable que Tutmosis III estuviese al frente del ejército.
• Sexta campaña. Una vez más, Tutmosis III -anticipando su papel de rey guerrero que en su reinado en soliatrio acabaría por desarrollar con excelentes resultados- marchó a Palestina y conquistó la ciudad de Gaza, que se había rebelado recientemente. Las fechas sobre esta campaña datan de finales del reinado de Hatshepsut, quizás inmediatamente antes de morir la reina. Como se puede ver, su papel era ya meramente representativo, y Tutmosis III se había convertido en el monarca dominante del curioso tándem real.
El viaje a Punt [editar]
Otro hecho relevante del reinado de Hatshepsut fue la doble misión a Punt, el país legendario de donde procedían los mejores árboles de incienso y mirra, que probablemente estaba en una región de la actual Somalia, aproximadamente en el año 15º de su reinado. Comandada por Nehesi, portador del sello real, la expedición fue tanto por tierra como por mar, y durante ella no sólo se dedicó la delegación egipcia a comerciar, sino que también hizo un minucioso estudio de la fauna y la flora de Punt, así como de la organización política y social del lugar.
Tuvo que ser tan importante esta acción para la posición de Hatshepsut, que no dudó en decorar gran parte de las paredes del Dyeser-Dyeseru con escenas de aquel mágico periplo por el que sería recordada durante mucho tiempo por la población llana. No sólo fue un éxito al conseguir importar la preciosa mirra a Egipto, sino que trajo extrañas especies animales antes nunca vistas y generosos cargamentos de oro, marfil, ébano y otras maderas preciosas que enriquecieron considerablemente las arcas reales y las de los templos.
Aun así, es extraño que Hatshepsut pusiera tanto empeño en promocionar el viaje a Punt, un país que se conocía ya desde la época de las pirámides, y sólo puede explicarse como una parte más de la intensa propaganda que distribuyó por el Dyeser-Dyeseru y por otros lugares del país con el único fin de legitimar su posición. Sin lugar a dudas, en aquel momento de su reinado, con la inauguración de su hermoso templo y el regreso de los viajeros del Punt, Hatshepsut había llegado al cenit de su gobierno.
Decoración del templo de Hatshepsut en Deir el-Bahari
Descendencia [editar]
Mucho se ha hablado del tema y poco se ha conseguido aclarar. Lo único que se sabe a ciencia cierta es que Hatshepsut fue madre de una hija, a la que puso de nombre Neferura y cuyo cuidado encargó a su arquitecto favorito, Senenmut. Se ignora el verdadero papel de este hombre en la trama; no son pocas las voces que dicen que fue él el padre de Neferura y no Tutmosis II, y que hubo una tórrida historia de amor entre el arquitecto y canciller real y la reina, una historia que pese a ser muy interesante desde el punto de vista novelesco, sigue sin estar demostrada. A favor de todo esto hay algunas pruebas, como que aparezcan en actitud ciertamente cariñosa Senenmut y Neferura, o un ostracón hallado en las cercanías del templo de Deir el-Bahari donde se ve a un faraón femenino teniendo relaciones sexuales con un hombre. Aun así, aunque cada vez más voces se alzan a favor de un romance de Hatshepsut con Senenmut, se sigue pensando que Neferura era hija de Tutmosis II. Es necesario destacar que según los estudios del Museo de El Cairo, patrocinado por Discovery Channel y liderado por el arqueólogo Zahi Hawass, la descendencia de Tumotosis padecía de una variedad de viruela hereditaria, a la que no escapó ningún descendiente.
También se ha divagado mucho acerca de la posible maternidad de Hatshepsut Meritra, quien sería más tarde gran esposa real de Tutmosis III. Debido a su nombre, siempre se pensó que era la segunda hija de Hatshepsut, pero era realmente extraño que nunca se la mencionase en vida de su presunta madre, mientras que Neferura apareciese tan a menudo. Actualmente parece haber quedado claro que, pese a llevar su nombre, Hatshepsut Meritra era en realidad hija de la dama Huy, una mujer muy influyente en la corte de entonces, y quizás aquel apelativo tuviese como destino halagar a la reina-faraón. Así podría entenderse por qué cuando Tutmosis III comenzó a perseguir la memoria de su madrastra, su gran esposa real optase por llamarse simplemente Meritra.
Desaparición [editar]
Muerte de Hatshepsut [editar]
Sin embargo, fue a raíz de la finalización del templo de Deir el-Bahari, sobre el año 15-16 de reinado, cuando la estrella de Hatshepsut comenzó a menguar a favor de la de Tutmosis III. El rey era un joven que cada vez ansiaba más el poder, y a cualquier precio. Así, no es de extrañar que en apenas un año murieran los dos principales sustentos de la reina y sus más grandes apoyos, Hapuseneb y Senenmut. Y por si no fuera poco, poco después murió la gran esperanza, el arma secreta de la reina, la princesa Neferura.
Los golpes que sufrió Hatshepsut en torno al año 16 de su reinado fueron tan grandes que a partir de entonces la reina se retiró parcialmente del cargo y el otro rey, Tutmosis III, comenzó a tomar las riendas del gobierno. Al parecer, la ambición de Hatshepsut era aún más grande y no estaba satisfecha con ser ella sola "faraón", sino que se proponía inaugurar una auténtica dinastía femenina de reyes, y por esa razón declaró "Heredera" a su amada hija Neferura. La muerte de la princesa fue tan repentina y favorable a Tutmosis III que hay quien piensa que fue intencionada, y que consiguió su objetivo: derrumbar a la reina-faraón.
Tutmosis III, corregente y sucesor de Hatshepsut
Hatshepsut acabó por morir en su palacio de Tebas tras un largo reinado de 22 años, abandonada por todos. Se ignora la edad de su muerte, pero suponemos que debería oscilar entre los cuarenta y los cincuenta años. Hasta ahora no se sabía cómo murió exactamente, si fue muerte natural o durante un golpe de estado liderado por su hijastro, pero hay que decir que Tutmosis III era virtualmente el único rey, y que Hatshepsut se había retirado de la lucha.
Según El Discovery Channel y el arqueólogo Zahi Hawass, la momía fue escaneada imagenológicamente y se encontró que la reina había padecido en vida, de una avanzada osteoporosis a las caderas, y además había contraído un abceso séptico en su cavidad bucal que bien pudo provocar un shock septicémico como causa más probable de su muerte que un atentado a su vida.
Su tumba definitiva se encuentra en el Valle de los Reyes y está catalogada como KV20. Allí existen indicios que mandó ampliar la tumba de su padre para ser utilizada también para ella. El amor y la lealtad que la hija profesó al padre tuvo que ser tan grande que quiso permanecer junto a él toda la eternidad.
A su muerte, Tutmosis III se convertiría en un gran faraón, que, emulando a su abuelo Tutmosis I, realizó numerosas campañas y ascendió a Egipto al rango de superpotencia mundial. Pero jamás lo habría logrado sin la preparación a la que lo sometió su colosal tía-madrastra. Nunca le perdonó haber asumido el trono: borró su nombre y el de Senenmut de los anales e hizo suyo el hermoso templo de Deir el-Bahari, y simuló que su reinado era continuación del de su padre, obviando el de Hatshepsut. Mas, pese a esta terrible acción -que condenaba a la reina-faraón a la muerte y el olvido eternos-, la gran personalidad de Hatsehpsut, la mujer que más tiempo estuvo sentada en el trono de los faraones, ha sobrevivido a su castigo y aún hoy sigue cautivándonos desde más de tres mil años de historia.
La momia de la reina [editar]
La momia de Hatshepsut fue presentada al público en junio de 2007, después de largos periodos de incertidumbre acerca de su correcta identificación. Zahi Hawass, Secretario General del Consejo Supremo de Antigüedades en Egipto, aseguró que se trataba del descubrimiento arqueológico más importante desde el hallazgo de la tumba de Tutankamón, en 1922. La momia pudo identificarse mediante el análisis de una muela de la misma. Así se confirmaba la teoría de Zahi Hawass, quien había afirmado previamente que la momia era de la reina faraón, cuando en un principió se confundió con la momia de su nodriza, enterrada junto a ella.4
Ambas momias fueron descubiertas en la tumba KV60 del Valle de los Reyes. Este sepulcro fue construido por la propia Hatshepsut destinado a su nodriza, a la que profesaba un gran cariño, la dama Sitra, y en él se hallaron los cuerpos de una mujer de unos cuarenta o cincuenta años y de una anciana obesa de más de sesenta años, que presentaba la peculiaridad de tener el brazo izquierdo doblado en una posición claramente de reina. Fue entonces cuando se empezó a pensar que dicha momia pertenecía a Hatshepsut, dada la anómala posición del brazo. Ello generaba múltiples cuestiones, ¿cómo querría enterrarse esta mujer, como una gran esposa real o como un faraón, con los dos brazos cruzados sobre el pecho? ¿Permitiría Tutmosis III que su madrastra fuera enterrada en la posición típica de los reyes?
Antes de la verificación de la momia ya se había descubierto el hígado momificado que con toda certeza pertenecía a Hatshepsut, junto al hígado estaban los intestinos y un molar con una sola raíz, esta pieza fue la clave para su correcta identificación, la caja de vasos canopos fue hallada en el escondite de momias reales de la tumba de DB320. Lo cual hizo pensar originalmente que el cuerpo de Hatshepsut se hallara entre alguna de las mujeres anónimas de DB320.
Hatshepsut en la literatura [editar]
El interés que ha despertado Hatshepsut en la sociedad moderna es innegable, y las posiciones respecto a ella que tienen arqueólogos, historiadores o simples lectores no pueden ser más variadas. Hatshepsut se halla en la actualidad convertida en una maquiavélica usurpadora, en un animal político que no retrocede nada con tal de satisfacer su ambición, en una mujer que tuvo que elegir entre el amor y su reino, en una amante de la paz o en un modelo feminista, o todo esto a un mismo tiempo, dependiendo de la persona que opine acerca de ella.
Por ello, no es de extrañar que exista un amplio abanico de libros dedicados a Egipto, al Imperio Nuevo o incluso a ella por completo en los que existan todos los puntos de vista posibles, y más. Tampoco falta su presencia en las novelas, que suelen pintarla como una bella y ambiciosa mujer que vivió una vida digna de ser recordada, junto a Tutmosis I, Tutmosis III o Senenmut, para algunos un faraón sin corona. Sea como fuere, es indiscutible el encanto que emana de Hatshepsut que sólo puede compararse al que rodea a otras grandes figuras de la civilización egipcia como Ajenatón, Nefertiti, Tutankamón, Ramsés II o Cleopatra.

FARAONES NEGROS

Un capítulo ignorado por la historia relata la época en que los reyes, desde lo más profundo de África, conquistaron el antiguo Egipto
En el año 730 a. C. un hombre llamado Piankhi decidió que la única manera de salvar de sí mismo a Egipto era invadiéndolo. La situación se tornaría sangrienta antes de que llegara la salvación.
“Aparejen los mejores corceles de sus cuadras”, ordenó a sus caudillos. Destrozada por la mezquindad de los jefes militares, la civilización que había construido las colosales pirámides perdió su grandeza. Durante dos decenios Piankhi gobernó su reino desde Nubia, un estrecho en África cuya mayor parte se ubicaba en lo que ahora es Sudán. Piankhi se concebía como el auténtico gobernante de Egipto, así como el legítimo heredero de las tradiciones religiosas practicadas por faraones como Ramsés II y Tutmosis III. Hubo quienes no tomaron en serio los alardes de Piankhi, quien probablemente en realidad nunca visitó el Bajo Egipto. Pero él presenció directamente el avasallamiento del decadente Egipto: “Dejaré que el Bajo Egipto pruebe el sabor de mis dedos”, escribió más tarde.
Sus soldados bogaron al norte del río Nilo. Desembarcaron en Tebas, capital del Alto Egipto. Puesto que se creía que las guerras religiosas debían librarse de una manera apropiada, Pankhi ordenó a sus soldados que, antes de cualquier combate, se purificaran mediante una inmersión en el Nilo, vistieran lino de la mejor calidad y salpicaran sus cuerpos con el agua proveniente del templo en Karnak, lugar sagrado del dios solar Amón, a quien consideraba su deidad personal. Piankhi lo honró con ofrendas y sacrificios. Luego de consagrarse, el caudillo y sus hombres hicieron la guerra a cualquier legión que encontraron a su paso.
Al término de un largo año en campaña, todos los líderes en Egipto habían capitulado, incluyendo al poderoso tirano del delta, Tefnakht, quien envió a Piankhi un emisario para decirle: “¡Sé misericordioso!, que soy incapaz de ver tu rostro en los días de deshonra; no puedo erguirme ante tu fulgor, porque temo tu grandeza”. A cambio de sus vidas, los vencidos pidieron con vehemencia a Piankhi que utilizara sus templos, se quedara con sus más finas joyas y reclamara sus mejores caballos. Piankhi aceptó los ofrecimientos. En aquel momento, cuando sus siervos se estremecían ante él, el recién impuesto Señor de dos Reinos hizo algo extraordinario: embarcó a su ejército y su botín de guerra, zarpó rumbo al sur, hacia su tierra, Nubia, para nunca regresar a Egipto.
Tras un reinado de 35 años, Piankhi murió en 715 a. C.; sus súbditos honraron sus deseos al enterrarlo, con cuatro de sus caballos, en una pirámide similar a las egipcias. Fue el primer faraón que, después de 500 años, recibó un entierro de tal magnitud. Es una lástima que el gran nubio que consumó estas proezas no haya dejado, literalmente, un rostro para la historia. Las imágenes de Piankhi sobre las elaboradas estelas o losas de granito, que conmemoran su conquista en Egipto, ya hace tiempo que fueron destrozadas. Sobre un relieve en el templo de Napata, en la capital nubia, únicamente permanecen sus piernas. Sólo queda un particular detalle del hombre: su piel era negra.
Piankhi fue el primero de los llamados faraones negros, una sucesión de reyes nubios que reinaron en Egipto por tres cuartos de siglo, durante la dinastía 25. Los faraones negros reunificaron a un Egipto desgarrado, colmaron su paisaje de gloriosos monumentos, construyeron un extendido imperio desde la frontera sur hasta lo que hoy es Jartum, en la ruta septentrional hacia el Mediterráneo. Se mantuvieron firmes ante los sanguinarios asirios, y probablemente esto contribuyó a mantener a salvo Jerusalén.
Aquellos episodios históricos permanecieron inéditos durante largo tiempo. No fue sino hasta estos cuatro decenios recientes cuando algunos arqueólogos los han revivido, concediendo que los faraones negros no surgieron de la nada: proceden de una vigorosa civilización africana que, a lo largo de 2 500 años, medró en las riberas meridionales del Nilo y se remonta incluso hasta la primera dinastía egipcia.
Hoy en día las pirámides de Sudán son espectáculos inquietantes sobre el Desierto de Nubia. Se puede deambular a su alrededor sin verse asediado por los vendedores. Mientras que, cerca de 1 000 kilómetros al norte, hacia El Cairo o Luxor, los visitantes llegan en grandes cantidades para observar las maravillas egipcias, en Sudán raramente visitan las pirámides en El Kurru, Nuri y Meroe, serenas entre el paisaje árido que difícilmente indica que ahí hubo una próspera cultura de la antigua Nubia.
En la actualidad, la falta de claridad amenaza nuestro conocimiento sobre esta civilización. El gobierno de Sudán está construyendo un dique hidroeléctrico a lo largo del Nilo, 1 000 kilómetros río arriba, que parte de la gran presa de Asuán, edificada por Egipto en la década de los sesenta, lo que hace que gran parte de la baja Nubia se haya enviado hasta el fondo del lago Nasser. Para 2009 concluirá la construcción de la enorme presa Merowe, y un lago de 170 kilómetros de largo anegará el terreno que bordea la Cuarta Catarata del Nilo, o los rápidos, que incluyen miles de sitios sin explorar. A lo largo de los nueve años previos, los arqueólogos se han agolpado en esta región cavando frenéticamente, antes de que los monumentos históricos de Nubia se hundan.
el mundo antiguo era ajeno al racismo. Durante la conquista histórica de Piankhi, el hecho de que su piel fuese negra careció de importancia. Los trabajos artísticos provenientes de Egipto, Grecia y Roma muestran, en las tonalidades de piel, un inequívoco conocimiento de las peculiaridades raciales, pero hay poca evidencia de que una piel oscura fuera considerada como un signo de inferioridad. No fue sino hasta el siglo xix, en la época en que las potencias europeas colonizaron África, cuando los eruditos de Occidente pusieron atención –con sus poco piadosas consecuencias– al color de piel de los nubios.
Los exploradores que llegaron al estrecho central del río Nilo reportaron el hallazgo de templos y pirámides: las ruinas de la antigua civilización llamada kush. Tal fue el caso del doctor italiano Giuseppe Ferlini, quien removió la parte superior de al menos una pirámide, lo que inspiró a otros a hacer lo mismo. El objetivo del arqueólogo prusiano Richard Lepsius era el estudio, pero al concluir que los kushitas seguramente “pertenecían a una raza blanca”, sólo causó más daño.
Incluso, George Reisner, el afamado egiptólogo de la Universidad de Harvard cuyos descubrimientos entre 1916 y 1919 presentaron la primera evidencia arqueológica de los reyes nubios que gobernaron Egipto, contaminó sus propias investigaciones, al insistir en que los negros africanos no pudieron haber edificado aquellos monumentos excavados por él. Aseguraba que los líderes nubios, incluido Piankhi, eran egipto-libios de piel blanca que se impusieron a los africanos primitivos.
Por decenios muchos historiadores han vacilado respecto a los nubios: ya sea que en realidad los faraones kushitas hayan sido “blancos” o negros, su civilización desciende de una auténtica cultura egipcia. En su historia de 1942, Cuando Egipto gobernaba el oriente, los muy respetados egiptólogos Keith Seele y George Steindorff resumieron la dinastía nubia faraónica y los triunfos de Piankhi en apenas tres enunciados, el último de los cuales sentenciaba: “Mas su dominio no duró por tanto tiempo”.
La incuria que padeció la historia de Nubia no sólo reflejó la intolerante visión del mundo de esa época, sino también dio origen a una seudofascinación por las proezas egipcias y a un total desconocimiento del pasado de África. “La primera vez que fui a Sudán –recuerda el arqueólogo suizo Charles Bonnet– la gente me decía: ¡Estás loco!, allá no hay historia, todo está en Egipto”.
Eso sucedió hace apenas 44 años. En 1960, cuando subieron las aguas en Asuán, los objetos hallados durante las campañas de rescate empezaron a cambiar esa visión. En 2003, después de decenios de haber excavado cerca de la Tercera Catarata del Nilo, en el poblado abandonado de Kerma, Charles Bonnet obtuvo reconocimiento internacional por el descubrimiento de siete grandes estatuas de piedra de los faraones nubios. No obstante, tiempo antes de este hallazgo, las investigaciones de Bonnet habían revelado un antiguo y pequeño centro urbano, que dominaba vastos campos y extensos ganados, y que se beneficiaba del intercambio de oro, ébano y marfil. “Era un reino totalmente emancipado de Egipto, y original en cuanto a su edificación y ritos funerarios”, menciona Bonnet. Esta poderosa dinastía surgió justamente durante la caída del Imperio Medio de Egipto, en 1785 a. C. Para el año 1500 a. C., el imperio nubio se extendió entre la Segunda y la Quinta cataratas.
Al estudiar de nuevo la época de oro en el desierto africano no se aporta mucho a la posición de los egiptólogos afrocentristas, quienes sostienen que todos los antiguos egipcios, del rey Tut hasta Cleopatra, eran negros africanos. Sin embargo, las epopeyas de los nubios confirman que, en tiempos pasados, una civilización de la remota África no sólo prosperó, sino que dominó, aunque brevemente, entremezclándose o casándose con sus vecinos del norte, los egipcios. A los gobernantes egipcios no les gustaba tener un vecino poderoso al sur, especialmente porque dependían de las minas de oro de Nubia para financiar su predominio en Asia occidental. De tal manera que los faraones de la dinastía 18 (1539-1292 a. C.) enviaron legiones para conquistar Nubia y erigir fuertes a lo largo del Nilo. Impusieron a los jefes nubios como administradores, y a los niños de los nubios privilegiados los educaron en Tebas.
Subyugada, la elite nubia comenzó a adoptar la cultura y las costumbres religiosas de Egipto, venerando a sus dioses, valiéndose de su idioma, adoptando sus ritos funerarios, para, después, construir pirámides. Podría decirse que los nubios fueron los primeros en caer en la “egiptomanía”.
Los egiptólogos de finales del siglo xix y principios del xx interpretaron esto como un signo de debilidad, pero se equivocaron: los nubios tuvieron un don, el de discernir la situación geopolítica del momento. Para el siglo viii a. C., Egipto fue dividido por bandos: el norte, liderado por los jefes libios, quienes se revistieron de tradiciones faraónicas para ganar legitimidad. Una vez en el poder, moderaron la devoción teocrática hacia Amón, y los sacerdotes en Karnak temían que, como resultado, la población fuese atea. ¿Quién podría devolver a Egipto a su antigua condición de poderío y santidad?
Los sacerdotes egipcios dirigieron sus miradas hacia el sur, y encontraron la respuesta: una población que, sin siquiera poner un pie en Egipto, preservó sus tradiciones espirituales. Como expresa Timothy Kendall, arqueólogo de la Universidad de Northeastern, los nubios “fueron más católicos que el papa”.
BAJO EL DOMINIO NUBIO Egipto llegó a ser, nuevamente, Egipto. Cuando Piankhi murió, en 715 a. C., su hermano, Shabaka, consolidó la dinastía 25 al establecer su residencia en la capital egipcia de Menfis. De la misma manera que su hermano, Shabaka contrajo matrimonio como en las antiguas tradiciones faraónicas, asumiendo el trono con el nombre del soberano de la dinastía 6, Pepi II, tal y como Piankhi reclamó el trono con el antiguo nombre de Tutmosis III.
Con obras arquitectónicas, Shabaka colmó de lujos a Tebas y el templo de Luxor. En Karnak levantó una estatua de granito rosa retratándose con la doble corona kushite uraeus: las dos cobras denotan su legitimidad como Señor de los Dos Reinos. Mediante la arquitectura y el poderío militar, Shabaka le manifestó a Egipto que los nubios estaban ahí para quedarse.
Hacia el este, los asirios construían aceleradamente su propio imperio. En 701 a. C., cuando avanzaban hacia Judea –hoy en día Israel–, los nubios decidieron atacar. Los dos ejércitos se encontraron en la ciudad de Eltekeh. A pesar de que el emperador asirio Sennacherib se jactó de que “les infligió la destrucción a los nubios”, un joven príncipe nubio, quizá de 20 años, hijo del gran faraón Piankhi, logró sobrevivir. El que los asirios fallaran en su intento por ejecutar al príncipe, sugiere que su victoria fue todo menos total.
En todo caso, cuando los asirios partían de sus tierras y se congregaban a las puertas de Jerusalén, el líder sitiado, Ezequías, confiaba en que los aliados de los egipcios llegarían a salvarlo. Burlonamente, los asirios dieron una respuesta inmortalizada en el Antiguo Testamento (Reyes II): “Tú cuentas con la ayuda de esa caña rota que es Egipto, que rompe y traspasa la mano de todo el que se apoya en ella. Así se porta el Faraón con los que confían en él”.
Entonces, según las Escrituras y otras crónicas, ocurrió un milagro: los asirios se replegaron. ¿Acaso una plaga los azotó? O, como plantea el provocador libro de Henry Aubin, El rescate de Jerusalén, ¿quizá fueron las alarmantes noticias de que el príncipe nubio avanzaba sobre Jerusalén? Lo que se sabe con certeza es que Sennacherib abandonó el lugar y, a galope, deshonrado, volvió a su reino, donde, al parecer a manos de sus hijos, fue asesinado 18 años después.
Ha sido fácil pasar por alto entre estos cruciales acontecimientos históricos, al margen de este panorama, al personaje de piel negra, el sobreviviente de Eltekeh, el implacable príncipe que para los asirios sería “aquel que fue condenado por los dioses”: Taharqa, hijo de Piankhi.
TAN ARROLLADORA fue la influencia de Taharqa sobre Egipto, que incluso sus enemigos fueron incapaces de borrar su huella; levantó monumentos por todo Egipto: estatuas, cartelas o bustos, que ostentan su nombre o su imagen, muchos de los cuales, en la actualidad, están en los museos alrededor del mundo. Se le representa como un suplicante de los dioses o ante la presencia protectora de Amón, la deidad carnero; él mismo como esfinge, o bien como guerrero. Muchas de las estatuas fueron mutiladas por sus adversarios. En varias, su nariz está desprendida, lo cual impide que regrese de la muerte. En otras, el uraeus de su frente también está destrozado, en repudio de su título como Señor de los Dos Reinos.
Su padre, Piankhi, devolvió a Egipto las auténticas costumbres faraónicas. Su tío, Shabaka, estableció la presencia nubia en Menfis y Tebas. Sin embargo, sus ambiciones palidecieron ante aquel jefe de 31 años de edad que fue coronado en Menfis en el año 690 a. C., y que condujo los imperios unidos de Egipto y Nubia por los siguientes 26 años.
Taharqa ascendió en un buen momento para la dinastía 25. Los jefes del delta fueron abatidos. Los asirios, al fallar en su intento para derrotarlo en Jerusalén, no querían compartir autoridad ni tierras con el gobernante nubio. Egipto era sólo de él y para él. Los dioses le aseguraron prosperidad, sin conflictos militares. En su sexto año en el trono, las aguas en el Nilo crecieron a causa de las lluvias, provocaron inundaciones en los valles y produjeron asombrosas cosechas de grano sin afectar ninguna aldea. Como Taharqa dejaría inscrito en sus cuatro estelas conmemorativas, las inundaciones incluso exterminaron a todas las ratas y serpientes. Era evidente que el venerado Amón sonreía a su elegido.
Taharqa no se propuso ahorrar recursos, sino, más bien, gastarlos en su capital político. Así, emprendió la más audaz campaña para el fomento de cualquier faraón desde el Nuevo Imperio (hacia 1500 a. C.), cuando Egipto estaba en un periodo de expansión. Inevitablemente, las dos capitales sagradas de Tebas y Napata atrajeron la mayor parte de los fondos de Taharqa. Hoy en día, se yergue, entre el conjunto sagrado de templos en Karnak, cerca de Tebas, una solitaria columna de 19 m de altura. Ese pilar era uno de los 10 que conformaban un enorme quiosco que el (Viene de la p. 41) faraón nubio agregó al templo de Amón. Construyó asimismo un sinnúmero de capillas, que circundaban el templo, y erigió una gran cantidad de estatuas de sí mismo y de su madre, Abar. Sin siquiera dañar un solo monumento anterior a su época, Taharqa hizo suya a Tebas.
Realizó lo mismo a cientos de kilómetros río arriba, en la ciudad nubia de Napata. Su montaña sagrada, Jebel Barkal, cautivó incluso a los faraones egipcios del Nuevo Imperio, quienes creían que era el lugar donde nació Amón. En busca de representarse a sí mismo como heredero del Nuevo Imperio egipcio, Taharqa levantó, en honor de las diosas consortes de Amón, dos templos en la base de la montaña. Sobre la cumbre de Jebel Bakal, parcialmente cubierta con una hoja de oro para impresionar a los creyentes, el faraón negro mandó inscribir su nombre.
Aproximadamente a los 15 años de su mandato, entre la grandiosidad de su imperio constructivo, tal vez una pizca de arrogancia sobrecogía al gobernante nubio. “Taharqa tenía una sólida armada y representaba uno de los mayores poderes internacionales de su época –comenta Charles Bonnet–. Se concebía como el rey del mundo. Se hizo un tanto megalómano”.
A lo largo de la costa del Líbano, los mercaderes madereros nutrían las necesidades arquitectónicas de Taharqa con un continuo abastecimiento de enebro y cedro. Cuando el rey asirio Esarhaddon controló la ruta comercial, Taharqa envió tropas al sur del Levante para respaldar una revuelta contra el asirio. En el año 674 a. C., Esarhaddon anuló la jugada, internándose en Egipto; no obstante, las legiones de Taharqa repelieron a sus adversarios.
Claramente la victoria ensalzó al líder nubio. Los grupos rebeldes a lo largo del Mediterráneo compartieron sus veleidades y, en calidad de aliados, se unieron contra Esarhaddon. En 671 a. C., los asirios partieron con sus camellos, adentrándose en el desierto del Sinaí, para sofocar la rebelión. El éxito fue inmediato, entonces Esarhaddon era quien rebosaba con ansias de sangre. Enfiló sus legiones hacia el delta del Nilo.
Taharqa y sus legiones se alistaron para el combate contra los asirios; lucharon durante 15 días. Pero los nubios fueron replegados hasta Menfis, de donde, herido en cinco ocasiones, Taharqa logró escapar. Siguiendo la costumbre característica de los asirios, Esarhaddon mandó sacrificar a los lugareños y “hacer pilas con sus cabezas”. Más tarde los asirios escribieron: “Su reina, su harén, Ushankhuru su heredero, y el resto de sus hijos e hijas, sus fincas, sus dioses, sus caballos, sus ganados, sus carneros, una y otra vez, los llevaremos a Asiria. Arranqué de tajo la raíz kush en Egipto”. Para conmemorar la humillación de Taharqa, Esarhaddon encargó una estela, exponiendo a Ushankhuru, hijo de aquel, arrodillado ante los asirios con una cuerda alrededor del cuello.
Casualmente, Taharqa sobrevivió al conquistador. En el 669 Esarhaddon murió camino a Egipto, después de enterarse de que Taharqa se las arregló para volver a tomar Menfis. Bajo las órdenes de un nuevo rey, los asirios atacaron nuevamente la ciudad, esta vez con una legión engrosada por tropas de rebeldes capturados. Taharqa, sin posibilidades de éxito, partió hacia el sur, a Napata, para nunca regresar a Egipto.
Lo que define la importancia de Taharqa en Nubia es su permanencia en el poder luego de haber sido expulsado de Menfis en dos ocasiones. Cómo vivió sus últimos años es un misterio, con la gran excepción de un decisivo e innovador hecho. Como su padre, Piankhi, Taharqa eligió ser enterrado en una pirámide. Escogió un lugar en Nuri, en la ribera opuesta del Nilo. Timothy Kendall ha especulado al respecto: probablemente, Taharqa eligió esta ubicación porque, desde Jebel Barkal, su pirámide se alinea precisamente con el alba del antiguo Año Nuevo de Egipto, vinculándolo eternamente con el concepto egipcio de la reencarnación.
Pero la razón por la cual Taharqa escogiera este lugar quedará, como la historia de su población, en la oscuridad.
martes, 14 de abril de 2009
¿INVENTARON LOS EGIPCIOS LA ESCRITURA?

La escritura jeroglífica -escritura sagrada del Antiguo Egipto- es uno de los sellos de la civilización faraónica. Esculpida sobre piedra en monumentos, pintada en los muros de las tumbas, inscrita con tinta en los pairos, la escritura se encuentra curiosamente muy presente en la cultura egipcia. Ésta caracterizó el mundo de los faraones hasta el último aliento de su gran civilización: la última inscripción jeroglífica se esculpió en una fecha tan tardía como el año 394 d.C., durante el reinado del emperador romano Teodosio (quien todavía se hizo retratar en monumentos egipcios como un faraón tradicional). En cuanto a los comienzos de la escritura egipcia, éstos resultan mucho más misteriosos, puesto que llegan envueltos en las brumas de la antigüedad.
Los usos de la escritura primitiva
El descubrimiento, en el año 1900, de la famosa Paleta del rey Narmer en Hieracómpolis no sólo sacó a la luz uno de los grandes iconos del Egipto primitivo, sino que remontó los orígenes de la escritura jeroglífica a los albores de la historia egipcia. Durante el reinado del primer rey de la dinastía I ya se utilizaba signos para clasificar e identificar a los personajes principales en el arte conmemorativo real. Y aunque el significado preciso de algunos signos es todavía un problema, no hay duda alguna sobre la importancia de la escritura en la composición global de la Paleta. La característica incorporación de texto e imagen se convertiría en un rasgo típico del arte egipcio durante los subsiguientes 3000 años. Para los arqueólogos que hallaron la Paleta del rey Narmer, así como para sus sucesores durante buena parte del siglo XX, parecía claro que la escritura egipcia la había inventado el estado primitivo para glorificar a su gobernante y recordar sus logros. la escritura se ha contemplado como uno de los mecanismos ingeniados por los primeros monarcas de Egipto para fomentar y respardar su autoridad.
Pero esta visión comenzó a cambiar tras el espectacular descubrimiento en 1987,cuando los arqueólogos alemanes que se hallaban excavando en el primer cementerio real de Um el-Qaab, en Abido, encontraro la tumba de un gobernante más de un siglo anterior a la dinastía I. La clasificaron como la tumba U-j, y entre su destacable contenido había cientos de tablillas indetificativas de hueso, todas ellas cuadradas y de una medida entre 2 y 3 cm, inscritas con combinaciones de unos cuantos signos jeroglíficos. Cada tablilla tiene un agujerito en una esquina, de modo que pueden atarse con una cuerda a un tarro o una caja.
Estas etiquetas se habián utilizado claramente para clasificar los distintos objetos destinados a la tumba. Se trata de los ejemplos más antiguos de escritura egipcia encontrados hasta hoy, aunque su principal objetivo no era glorificar al rey, sino registrar información de carácter más prosaico y administrativo, como la procedencia, cantidad y pertenencia de los bienes, lo cual no resulta, quizás, tan sorprendente: el control de la economía debió de haber sido una preocupación primordial de los primeros dirigentes de Egipto, al igual que lo es para los gobiernos actuales. De modo que el descubrimiento de la tumba U-j ha obligado a los egiptólogos a reconsiderar no sólo la fecha de la escritura egipcia más antigua, sino también los motivos de su invención.
El proceso de invención
Curiosamente, la escritura en las tablillas clasificatorias de la tumba U-j no es una versión primitiva del alfabeto jeroglífico, sino que ya muestra la incofundible combinación de signos con significado y signos fonéticos que caracteriza la escritura egipcia a lo largo del período faraónico. A pesar de ser antiguos documentos escritos, el alfabeto y el sistema de escritura parecen notablemente desarrollados. ¿Se remontan, pues, los orígenes de los jeroglíficos todavía más atrás en el tiempo?
Cuando dirigió sus escavaciones pioneras en los yacimientos predinásticos a finales del siglo XIX, el gran arqueólogo Flinders Petrie obsevó que muchas vasijas estaban inscritas con signos curiosos, ya fueran aislados o por parejas. Tan numerosos y diversos eran tales signos que parecián constituir un sistena de documentación. Y dado que eran anteriores en el tiempo a la inscripción jeroglífica más antigua conocida hasta entonces (la Paleta de Namer), resultaba muy tentador contemplarlos como pertenecientes a una fase embrionaria de la escritura. Sin embargo, estudios posteriores han demostrado, sin lugar a dudas, que los signos de las vasijas y los jeroglíficos son, de hecho, dos sistemas independientes para registrar información.
Los signos predinásticos de las vasijas, a diferencia de las marcas grabadas sobre plata, contienen información sobre las vasijas, sus creadores y tal vez acerca del empleo al que estaban destinadas. No evolucionaron hacia una escritura egipcia, sino que permanecieron como un sistemas bien diferenciado, incluso después de la introducción de los jeroglíficos.
Pero entonces, ¿dónde deberíamos buscar los orígenes de la escritura? Aunque tendemos a pensar en los jeroglíficos en su forma esculpida monumental, la forma más común de escritura en Egipto habría sido la inscripción con tinta sobre papiros. De hecho, el signo jeroglífico para escribir -cuyo ejemplo más antiguo se encuentra en una lápida de la dinastía I- muestra el juego de objetos de escritura, compuestos de tintero, cubilete de agua y estilo.
El papiro es frágil y no se han encontrado restos demasiado bien conservados en los descubrimientos arqueológicos. Además, las oficinas gubernamentales donde debieron de crease la mayoría de documentos habrían estados situadas en lugares cercanos al Nilo, y las condiciones allí no sólo son especialmente desfavorables para la conservación de materiales orgánicos, sino que, como en la actualidad yacen bajo campos o poblaciones modernas, muchas ciudades egipcias antiguas ni siquiera han sido localizadas, y por tanto mucho menos excavadas. Así que no es extraño que nuestras pruebas de la escritura egipcia primitiva se limiten a los objetos hallados en tumbas. El rollo de papiro más antiguo encontrado hasta ahora, en la tumba de un funcionario del gobierno de la dinastía I no está inscrito, no obstante muestra que el papiro se usaba ya desde los comienzos más remotos de la historia egipcia. Si alguna vez encontráramos los complejos palaciegos de los primeros dirigentes de Egipto, tal vez seríamos capaces de dilucidar los orígenes de la escritura egipcia de un modo más contundente que en la actualidad. Por supuesto, exite otra posibilidad y que es que la escritura egipcia no evolucionara de forma paulatina a lo largo de varias generaciones, sino que fuera inventada e introducida más o menos de la noche a la mañana por la corte real. Existen casos paralelos de procesos similares en otras culturas de la historia. Si la escritura egipcia se creó, en un principio, por razones administrativas ,tal como sugieren las tablillas identificativas de la tumba U-j, es probable que se tratara de una innovación de la corte: un eficaz medio de estampar el sello real en los productos, de controlar los almacenes reales y la economía a escala nacional.
¿Mesopotamia o Egipto?
Ésta es la última y tentadora pregunta: ¿fueron los egipcios los primeros en inventar la escritura?Anteriormente al descubrimiento de la tumba U-j, se aceptaba de forma general que el primer sistema de documentación escrita no se inventó en el antiguo Egipto, sino en Mesopotamia. Tablillas de arcilla del templo de Uruk que datan del año 3200 a.C. conservan inscripciones -una vez más referentes a información administrativa- que se consideran auténtica escritura, a diferencia de los signos grabados en las vasijas pertenecientes al mismo período. Sin embargo, en los últimos años, el arqueólogo que halló la tumba U-j ha expuesto que sus tablillas datan de un siglo antes que las mesopotámicas, y lo fundamenta en una datación por análisis radiocarbónico de la tumba, a pesar de que, en cuanto se refiere a hallazgos de esa época, la datación por radiocarbono cuenta con un margen de error de unos cien años.
En este punto, hay cierto grado de rivalidad profesional entre los egiptólogos y sus colegas arqueólogos dedicados al estudio de Mesopotamia, en la que ambos claman la primacía de la cultura que examinan. Dejando tales discusiones aparte, las pruebas tienden a respaldar la teoría de que Mesopotamia fue la cuna de la escritura, aunque tampoco podemos descartar la posibilidad de que los dos sistemas se desarrollaran más o menos en la misma época. No obstante también es muy probable que los primeros dirigentes de Egipto adoptaran el concepto de escritura, al igual que hicieron con otras innovaciones foránes. En el caso de la escritura, representó una solución ideal a los problemas que se planteaban para mantener un control económico en un territorio tan extenso en términos geográficos. Es evidente que hubo un enorme intercambio cultural entre Mesopotamia y Egipto durante las últimas fases de la formación estatal en el valle del Nilo. La emergente corte egipcia adoptó elementos del arte y la arquitectura mesopotámicas para fomentar y reforzar su autoridad, y la escritura podría haber formado parte de tales préstamos.
Pero incluso aunque la idea de la escritura se originara en Mesopotamia, el sistema de jeroglíficos ideado para Egipto era esencialmente egipcio. Sus simbolos proceden del entorno egipcio y la estructura de la escritura se adaptaba al idioma egipcio. Por tanto, la escritura jeroglifica se incorporó rápidamente en la cultura egipcia y se volvió indispensable. Durante generaciones, los egipcios se dieron cuenta del potencial de su sistema de escritura. De modo que, al no estar ya limitado al registro de datos administrativos, podía aplicarse a la comunicación humana en todas sus variedades.
Los jeroglíficos eran una parte integral de la antigua civilización egipcia, especialmente primordiales para el gobierno y la religión. No obstante, a menos que las excavaciones saquen a la luz muestras de documentos egipcios anteriores a las tablillas identificativas de la tumba U-j probablemente el misterio de quién inventó la escritura permanecerá sin respuestas.
del libro los 70 grandes misterios del antiguo Egipto
Los usos de la escritura primitiva
El descubrimiento, en el año 1900, de la famosa Paleta del rey Narmer en Hieracómpolis no sólo sacó a la luz uno de los grandes iconos del Egipto primitivo, sino que remontó los orígenes de la escritura jeroglífica a los albores de la historia egipcia. Durante el reinado del primer rey de la dinastía I ya se utilizaba signos para clasificar e identificar a los personajes principales en el arte conmemorativo real. Y aunque el significado preciso de algunos signos es todavía un problema, no hay duda alguna sobre la importancia de la escritura en la composición global de la Paleta. La característica incorporación de texto e imagen se convertiría en un rasgo típico del arte egipcio durante los subsiguientes 3000 años. Para los arqueólogos que hallaron la Paleta del rey Narmer, así como para sus sucesores durante buena parte del siglo XX, parecía claro que la escritura egipcia la había inventado el estado primitivo para glorificar a su gobernante y recordar sus logros. la escritura se ha contemplado como uno de los mecanismos ingeniados por los primeros monarcas de Egipto para fomentar y respardar su autoridad.
Pero esta visión comenzó a cambiar tras el espectacular descubrimiento en 1987,cuando los arqueólogos alemanes que se hallaban excavando en el primer cementerio real de Um el-Qaab, en Abido, encontraro la tumba de un gobernante más de un siglo anterior a la dinastía I. La clasificaron como la tumba U-j, y entre su destacable contenido había cientos de tablillas indetificativas de hueso, todas ellas cuadradas y de una medida entre 2 y 3 cm, inscritas con combinaciones de unos cuantos signos jeroglíficos. Cada tablilla tiene un agujerito en una esquina, de modo que pueden atarse con una cuerda a un tarro o una caja.
Estas etiquetas se habián utilizado claramente para clasificar los distintos objetos destinados a la tumba. Se trata de los ejemplos más antiguos de escritura egipcia encontrados hasta hoy, aunque su principal objetivo no era glorificar al rey, sino registrar información de carácter más prosaico y administrativo, como la procedencia, cantidad y pertenencia de los bienes, lo cual no resulta, quizás, tan sorprendente: el control de la economía debió de haber sido una preocupación primordial de los primeros dirigentes de Egipto, al igual que lo es para los gobiernos actuales. De modo que el descubrimiento de la tumba U-j ha obligado a los egiptólogos a reconsiderar no sólo la fecha de la escritura egipcia más antigua, sino también los motivos de su invención.
El proceso de invención
Curiosamente, la escritura en las tablillas clasificatorias de la tumba U-j no es una versión primitiva del alfabeto jeroglífico, sino que ya muestra la incofundible combinación de signos con significado y signos fonéticos que caracteriza la escritura egipcia a lo largo del período faraónico. A pesar de ser antiguos documentos escritos, el alfabeto y el sistema de escritura parecen notablemente desarrollados. ¿Se remontan, pues, los orígenes de los jeroglíficos todavía más atrás en el tiempo?
Cuando dirigió sus escavaciones pioneras en los yacimientos predinásticos a finales del siglo XIX, el gran arqueólogo Flinders Petrie obsevó que muchas vasijas estaban inscritas con signos curiosos, ya fueran aislados o por parejas. Tan numerosos y diversos eran tales signos que parecián constituir un sistena de documentación. Y dado que eran anteriores en el tiempo a la inscripción jeroglífica más antigua conocida hasta entonces (la Paleta de Namer), resultaba muy tentador contemplarlos como pertenecientes a una fase embrionaria de la escritura. Sin embargo, estudios posteriores han demostrado, sin lugar a dudas, que los signos de las vasijas y los jeroglíficos son, de hecho, dos sistemas independientes para registrar información.
Los signos predinásticos de las vasijas, a diferencia de las marcas grabadas sobre plata, contienen información sobre las vasijas, sus creadores y tal vez acerca del empleo al que estaban destinadas. No evolucionaron hacia una escritura egipcia, sino que permanecieron como un sistemas bien diferenciado, incluso después de la introducción de los jeroglíficos.
Pero entonces, ¿dónde deberíamos buscar los orígenes de la escritura? Aunque tendemos a pensar en los jeroglíficos en su forma esculpida monumental, la forma más común de escritura en Egipto habría sido la inscripción con tinta sobre papiros. De hecho, el signo jeroglífico para escribir -cuyo ejemplo más antiguo se encuentra en una lápida de la dinastía I- muestra el juego de objetos de escritura, compuestos de tintero, cubilete de agua y estilo.
El papiro es frágil y no se han encontrado restos demasiado bien conservados en los descubrimientos arqueológicos. Además, las oficinas gubernamentales donde debieron de crease la mayoría de documentos habrían estados situadas en lugares cercanos al Nilo, y las condiciones allí no sólo son especialmente desfavorables para la conservación de materiales orgánicos, sino que, como en la actualidad yacen bajo campos o poblaciones modernas, muchas ciudades egipcias antiguas ni siquiera han sido localizadas, y por tanto mucho menos excavadas. Así que no es extraño que nuestras pruebas de la escritura egipcia primitiva se limiten a los objetos hallados en tumbas. El rollo de papiro más antiguo encontrado hasta ahora, en la tumba de un funcionario del gobierno de la dinastía I no está inscrito, no obstante muestra que el papiro se usaba ya desde los comienzos más remotos de la historia egipcia. Si alguna vez encontráramos los complejos palaciegos de los primeros dirigentes de Egipto, tal vez seríamos capaces de dilucidar los orígenes de la escritura egipcia de un modo más contundente que en la actualidad. Por supuesto, exite otra posibilidad y que es que la escritura egipcia no evolucionara de forma paulatina a lo largo de varias generaciones, sino que fuera inventada e introducida más o menos de la noche a la mañana por la corte real. Existen casos paralelos de procesos similares en otras culturas de la historia. Si la escritura egipcia se creó, en un principio, por razones administrativas ,tal como sugieren las tablillas identificativas de la tumba U-j, es probable que se tratara de una innovación de la corte: un eficaz medio de estampar el sello real en los productos, de controlar los almacenes reales y la economía a escala nacional.
¿Mesopotamia o Egipto?
Ésta es la última y tentadora pregunta: ¿fueron los egipcios los primeros en inventar la escritura?Anteriormente al descubrimiento de la tumba U-j, se aceptaba de forma general que el primer sistema de documentación escrita no se inventó en el antiguo Egipto, sino en Mesopotamia. Tablillas de arcilla del templo de Uruk que datan del año 3200 a.C. conservan inscripciones -una vez más referentes a información administrativa- que se consideran auténtica escritura, a diferencia de los signos grabados en las vasijas pertenecientes al mismo período. Sin embargo, en los últimos años, el arqueólogo que halló la tumba U-j ha expuesto que sus tablillas datan de un siglo antes que las mesopotámicas, y lo fundamenta en una datación por análisis radiocarbónico de la tumba, a pesar de que, en cuanto se refiere a hallazgos de esa época, la datación por radiocarbono cuenta con un margen de error de unos cien años.
En este punto, hay cierto grado de rivalidad profesional entre los egiptólogos y sus colegas arqueólogos dedicados al estudio de Mesopotamia, en la que ambos claman la primacía de la cultura que examinan. Dejando tales discusiones aparte, las pruebas tienden a respaldar la teoría de que Mesopotamia fue la cuna de la escritura, aunque tampoco podemos descartar la posibilidad de que los dos sistemas se desarrollaran más o menos en la misma época. No obstante también es muy probable que los primeros dirigentes de Egipto adoptaran el concepto de escritura, al igual que hicieron con otras innovaciones foránes. En el caso de la escritura, representó una solución ideal a los problemas que se planteaban para mantener un control económico en un territorio tan extenso en términos geográficos. Es evidente que hubo un enorme intercambio cultural entre Mesopotamia y Egipto durante las últimas fases de la formación estatal en el valle del Nilo. La emergente corte egipcia adoptó elementos del arte y la arquitectura mesopotámicas para fomentar y reforzar su autoridad, y la escritura podría haber formado parte de tales préstamos.
Pero incluso aunque la idea de la escritura se originara en Mesopotamia, el sistema de jeroglíficos ideado para Egipto era esencialmente egipcio. Sus simbolos proceden del entorno egipcio y la estructura de la escritura se adaptaba al idioma egipcio. Por tanto, la escritura jeroglifica se incorporó rápidamente en la cultura egipcia y se volvió indispensable. Durante generaciones, los egipcios se dieron cuenta del potencial de su sistema de escritura. De modo que, al no estar ya limitado al registro de datos administrativos, podía aplicarse a la comunicación humana en todas sus variedades.
Los jeroglíficos eran una parte integral de la antigua civilización egipcia, especialmente primordiales para el gobierno y la religión. No obstante, a menos que las excavaciones saquen a la luz muestras de documentos egipcios anteriores a las tablillas identificativas de la tumba U-j probablemente el misterio de quién inventó la escritura permanecerá sin respuestas.
del libro los 70 grandes misterios del antiguo Egipto
domingo, 29 de marzo de 2009
LOS ENIGMAS DE LA GRAN ESFINGE

La Gran Esfinge de guiza se halla entre las esculturas más impresionantes jamás producidas por los antiguos egipcios. Representan a un león gigantesco recostado -alerta y al acecho- con la cabeza de un rey egipcio que luce el clásico tocado Nemes (la prenda listada y plisada para adornar la cabeza con dos solapillas frontales que caen sobre el pecho). La Esfinge mide en total unos 73 metros de longitud por 20 metros de altura, y yace dentro de un profundo hueco parecido a una fosa, adyacente al extremo este del paso elevado que conduce a la pirámide del rey Quefrén,de la dinastia IV.Está esculpida en su mayor parte en la misma roca, pero algunos de sus elementos pudieron haberse construido con mamposteria.
La piedra caliza de la meseta de Guiza está colocada por capas, en las cuales se alternan estratos duros con otros más blandos. La cabeza de la Esfinge se talló en un estrato más duro (o bien extraído en su totalidad de una cantera) y se ha conservado muy bien, a pesar de los daños debidos a causas climáticas o intencionadas -el desperfecto más destacable es la pérdida de su nariz.El cuerpo de la esfinge (excepto la parte inferior)se labró en una piedra caliza más blanda y está muy erosionada.
A lo largo de su historia,la esfinge se ha cubierto parcial o totalmente repetidas veces con mampostería, la cual se ha colocado y tallado para crear réplicas del contorno original de su cuerpo.Tales capas de mampostería se remontan a la dinastía XVIII y protegieron su cuerpo de una erosión mayor.
En otras épocas, la esfinge quedo prácticamente cubierta de arena transportada por el viento, lo cual constituyó una forma más natural de conservación.Sin embargo,durante largos períodos de tiempo, la esfinge debió de permanecer completamente al descubierto.Quizás desde una época tan temprana como la del Imperio Antiguo,estuvo probablemente pintada con brillantes colores:el rostro y el cuerpo seguramente eran rojo, mientras que las lista del tocado Nemes se pintaron en amarillo y azul alternados.Hoy en día,este efecto visual tremendamente impresionate ha sido reeplazado por otro:el romántico encanto del cuerpo de la esfinge,devastado por el tiempo, y su bien conservada cabeza.
La Gran Esfinge presenta dos misterios.El primero está relacionado con su edad.Esta cuestión,que es la menos sígnificativa, desvía la atención de una segunda muchos más fundamental:¿cuál era el propósito de la Gran Esfinge?.
La esfinge:¿primigenia o histórica?
Tratemos primero el tema de la edad. La esfinge es una parte de todo un conjunto de grandes monumentos distribuidos en Guiza, entre los que destacan las pirámides de piedra de los reyes
Quéope (la Gran Pirámide), Quefrén (hijo de Queope) y Micerinos (nieto de Queope). Aunque algunos expertos argumentan que la relación de la esfinge con este conjunto es fortuita y que, de hecho, se labró mucho antes, entre los años 7000 y 5000 a.C. -es decir, unos 4500 o 2500 años antes de que comenzara construcion de la Gran Pirámide. Esta propuesta se basa en la observación, hecha en concreto por el geólogo Robert Schoch, de que la severa erosión del cuerpo de la esfinge se debe a la persistente y pesada lluvia y no a los fuertes vientos cargados de arena del desierto capaces de rasgar la superficie. Estas importantes precipitaciones sólo podrían haberse dado muchos siglos antes del clima semiárido que prevaleció en Egipto en los tiempos del Imperio Antiguo. Sin embargo, tan sólo una minoría de geólogos acepta este argumento. La mayoría cree que la apariencia de la esfinges es compatible con una constante erosión causada por el viento, la cual afecta, especialmente, a la piedra caliza blanda de la parte más grande de la figura.
Los arqueólogos se centran en otros datos que defienden que la esfingen tiene sus origenes en la dinastía IV. Por ejemplo los restos arqueológicos de la cultura egipcia entre los años 7000 y 5000 a.C. relevan un nivel de tecnología y organización social poco susceptible de ser capaz de producir una escultura de tal magnitud, o la sofisticación artística de la que hace gala. Y, lo que es más importante, el adyacente templo del valle de Quefrén y el denominado <
Además, si nos basamos en la historia del arte -fundamentada en réplicas y restauraciones creadas por ordenador- la comparación entre la cabeza de la esfinge y ciertas estatuas fechedas del rey Quefrén muestra que son contemporáneas.
La guardiana de la pirámide
La mayor parte de la piedra caliza empleada en la pirámide de Quefrén probablemente provenía de la expansión de una cantera gigantesca creada para la pirámide de Quéope y localizada al sur de esta última y al sudeste de la pirámide de Quefrén. No obstante, la piedra utilizada en el templo del valle de Quefrén y en su vecino <
Aunque muchos eruditos creen que la Gran Esfinge se planificó desde un principio, es igualmente plausible proponer que se trato de un inspirado accidente. En el transcurso de la extracción de bloques para los dos templos, tal vez se observara que ciertos restos sustanciales que estaban tomando forma entre dos profundas fosas de extracción no necesitarían emplearse, y así se originó la idea de transformarlos en una esfinge, sugerida quizás tanto por la forma como por las ideas contemporáneas que se describen más abajo.
El <
En esta circunstancias, la Gran Esfinge podría concebirse como una figura vigía que no constaba en los planes iniciales de edificación, semejante a las esfinges en relieve que guardan las entradas de los pasos elevados de los complejos piramidades que datan del tardío Imperio Antiguo. Aquí arrollaban y desgarraban a los enemigos extranjeros de Egipto, desvalidos ante esta personificación leonina del poder real. Los extranjeros se equiparaban con las negativas fuerzas caóticas que atacaban al cosmos en todo su conjunto, y de ahí que las esfinges protegieran, asimismo, los complejos piramidales -pues representaban el cosmo y los lugare de culto reales- frente a la penetración de los males sobrenaturales capaces de amenazar al difunto monarca, a quien se evocaba todos los dias mediante rituales en su remota cámara de ofrendas.
La Gan Esfinge, adecuadamente colocada hacia el final del paso elevado de Quefrén, puede leerse como otra manifestación de este concepto, y encuentra su reflejo en laqs esfinges menores que seguramente habían flanqueado las entradas del templo del valle de Quefrén. Por lo tanto, no habría un culto dedicado específicamnete a la esfinge, y el <
texto sacado de mi libro los 70 grandes misterios del antiguo Egipto
viernes, 13 de marzo de 2009
LA SOCIEDAD DEL ANTIGUO EGIPTO

Los seres humanos que ocuparon el valle del Nilo y se instalaron en él para formar posteriormente el pueblo egipcio, se encontraban agrupados en clanes o NOMOS.
Estos clanes se establecieron a lo largo del valle, sobre las dos laderas del río.
Cada uno tenía su propio gobierno de tipo monárquico, su religión era totémica.
Estos clanes mantuvieron estrechas relaciones entre sí, obligados para mantener el territorio a salvo de los desbordamientos del río, pues esta defensa sólo podía ser realizada con el apoyo de todas las comunidades, no tardaron mucho tiempo para que se formara un estado unificando a todos lo Nomos, pero antes los clanes se agruparon en dos grandes reinos formando así lo que hoy se denomina el alto y bajo Egipto.
El principal atributo de la realeza Faraónica es el Schent o corona de todo Egipto, formado por una combinación de los emblemas del alto y bajo Egipto, como consecuencia de la unión política, la religión en Egipto se unifica, y de la misma manera en que el jefe del clan dominante se impone a todo el reino, el dios totémico de ese clan del primer Dios para todos los demás clanes.
El alto Egipto reconoce este carácter al Nomo del Halcón (Horus) y el bajo Egipto al clan de la Serpiente (Ureus).
Se atribuye a Nermel (Narmel) La unificación de los Nomos.
Nermel también es el fundador de la primera Dinastía, ostentando ya el Título de Señor de las dos tierras (alto y bajo Egipto), un sucesor de Narmel (Mina o Menes) funda la primera ciudad llamada Menfis, pero en realidad este nombre es griego, pues su nombre real es HERKAPTAH, QUE SIGNIFICA:
HER- CIUDAD CENTRO
KA- QUE TIENE RELACIÓN CON
PTAH- LA DIVINIDAD DE LA CIUDAD
Fue la primera ciudad importante formando la primera dinastía:
Mina y Soser. Los clanes totémicos que formaron los Nomos egipcios estuvieron organizados bajo el sistema de propiedad común, sin reconocer otra propiedad privada que la de los objetos de uso personal.
Tal carácter se mantuvo casi sin solución de continuidad bajo las primeras dinastías.
Cuando se produjo la unificación total de los clanes y la concentración del poder político en el FARAÓN, la propiedad de las cosas pasó a pertenecer a este ultimo, que tuvo en sus manos la economía de toda la nación. El trabajo individual de cada persona le pertenecía.
La división del trabajo numerosas, bajo una organización económica centralizad, dio origen a la formación de clases sociales.
En el campo los Agricultores y criadores de ganado; en las ciudades, albañiles, carpinteros tejedores, zapateros, todos trabajando bajo la dirección de un capataz, y sus productos eran propiedad fiscal a cargo de un capataz.
La clase de los escribas tenía a su cargo las tareas intelectuales de la administración publica, siendo los escribas también funcionarios.
Al lado del Faraón se situaban los visires o ministros, encargados de la administración central, quienes actuaban siempre en nombre del Faraón o monarca respectivo.
Se da un hecho clave cuando los sacerdotes atestiguan que Soser (Faraón de las Primeras Dinastías) nació procedente Rá, entonces el estado se vuelve en una unidad teocrática algunos creen que en Egipto se formó un estado cuasi feudal, pues los campesinos eran esclavizados también en las tierras del clero llamándoles esclavos de Dios.
Dado este carácter teocrático, se identificaba al Faraón con la divinidad, los sacerdotes eran en realidad funcionarios públicos, cuidaban los tesoros y los archivos oficiales.
A partir de la dinastía XVIII comienza la expansión del estado para llegar a convertirse en un imperio, donde comienza a ser importante el ejercito que en su mayoría estaba formado por extranjeros, negros y Libios.
Este sistema económico-político fue transformándose de manera gradual. Los monarcas de las cuadres tuvieron a su cargo la propiedad privada de la tierra dentro de su jurisdicción y los sacerdotes se en depositarios de tierras y de los tesoros depositados en sus templos.
Así se fue debilitando el poder y prestigio del monarca, a favor del prestigio de mercaderes e industriales, favorecidos por el aumento de la población. Hacia el año 2160 A.C. se inicio una campaña de unificación que logro su objetivo en el año 2000 A.C. con el triunfo de los príncipes de Tebas, fundadores de la dinastía XII y reorganizando todo Egipto bajo un sistema diseñado para que el Faraón dictara la ley, y a la vez este sometido a ella, y para evitar posteriores desordenes, y protegerse de peligros externos, se creo un ejercito numeroso.
Este ejercito numeroso, y los posteriores privilegios que se le dieron , como clase, le proporcionó una condición social a las demás, con excepción de los sacerdotes.
Hacia el año 1750 A.C. se produjo la invasión por parte de los Hicsos , en síntesis la presencia de los Hicsos no fue en todo el territorio egipcio, pero sin embargo su presencia causo desordenes, aún en territorios no conquistados por ellos.
Los príncipes de Tebas, aceptaron una situación de vasallaje, para llevar a cabo la reconquista total del territorio perdido.
En la cumbre de las sociedad egipcia estaba el faraón.
Mandaba al ejército y gobernaba el país a través de una red de nobles, funcionarios y escribas.
Diestros artesanos se encargaban de construir y decorar templos y tumbas.
Pero la mayoría de egipcios eran campesinos que trabajaban la tierra.

FARAÓN
OFICIALES DEL EJERCITO
ESCRIBAS
FUNCIONARIOS
SACERDOTES
SOLDADOS
COMERCIANTES
ARTESANOS
CAMPESINOS
ESCLAVOS
SIRVIENTA
Muchas mujeres trabajaban como sirvientas domésticas de los ricos.
CRONISTA
Los escribas eran importantes porque eran de las pocas personas que sabían leer y escribir.
Anotaban muchos detalles de la vida cotidiana.
FUNCIONARIOS
El estado era altamente burocrático.
En todas las ciudades había funcionarios.
Estos cobraban impuestos, y organizaban los préstamos y los contratos matrimoniales.
MÚSICOS
A los egipcios les gustaba disfrutar de la vida.
Bailarines y músicos actuaban ante la corte del rey y en fiestas privadas.
También actuaban ante multitudes bulliciosas durante festivales y celebraciones.
ARTESANOS
La mayoría de los artesanos estaban empleados en talleres de los palacios reales o templos.
CAMPESINOS Y SIRVIENTES
La gran mayoría de los antiguos egipcios eran campesinos.
Trabajaban en los campos a orillas del Nilo, canalizando el agua de las inundaciones y plantando y segando cultivos.
Muchos otros trabajaban de sirvientes y peones.
Pocos sabían leer y escribir, pero disfrutaban de más libertad que los esclavos, que eran escasos.
Los campesinos que no pagaban sus impuestos recibían una paliza.
En la época de cosecha había mucho trabajo.
Cosechaban la uva para llevarla en cestos a la prensa.
Del zumo se hacía vino.
Los egipcios creían que en el cielo trabajarían para los dioses en el Cañaveral.
Los ricos eran enterados junto con figurillas (ushabtis), para que trabajaran por ellos.
LA CASA DE UN TRABAJADOR
Las casas de los egipcios de clase baja eran pequeñas y estrechas.
Sus habitaciones pasaban la mayor parte del tiempo en las azoteas o cocinando en el patio.
En invierno, una hoguera calentaba la habitación y el ambiente se llenaba de humo.
ESCLAVOS
Los esclavos nunca fueron numerosos en la sociedad egipcia y casi no existieron asta el Imperio Nuevo.
La mayoría de esclavos eran extranjeros, capturados en las guerras que los egipcios contendían fuera de su país.
Los esclavos podían ser comprados y vendidos como ganado, pero también podían arrendar tierras y comparar su libertad.
Los criminales más peligrosos eran azotados o se les cortaba la nariz y luego eran enviados a las minas del Sinaí o de Nubia.

CLASE MEDIA
La eficiente administración egipcia estaba dirigida por una clase media instruida, formada por escribas y funcionarios.
Los oficiales militares dirigían el ejército, mientras que los sacerdotes organizaban las oraciones y las ofrendas de los templos.
Más abajo en la escala social estaban artesanos y comerciantes, con más nivel de vida que los campesinos.
Las familias acomodadas de la clase media tenían sirvientes que cocinaban, limpiaban para ellos y les ayudaban a lavarse y vestirse.
MÉDICOS
Solo existen dos imágenes conocidas de un médico trabajando.
Sabemos que muchos sacerdotes y escribas ejercían también como médicos.
Algunos se especializaban en el cuidado de los ojos, de los dientes o de la cabeza.
ARTESANOS
Trabajaban muchas horas bajo el calor y entre la suciedad , y se valoraban poco las bellas obras de arte que producían.
SACERDOTES
En multitud de templos de todo el país, grupos de sacerdotes y de sacerdotisas hacían ofrendas a los dioses en nombre de su faraón.
A cambio, se les premiaba con tierras y unos ingresos sustanciosos.
Aunque cuando se piensa en los sacerdotes del Antiguo Egipto se relaciona esta clase social con símbolo de poder, no fue siempre así.
Había templos, como el de Karnak, que contaban con una gran plantilla dedicada, además de algunos temporales, y que ejercían gran poder sobre la sociedad o el faraón, pero el sacerdote como tal no era una persona representativa ni debía dedicarse por entero a sus deberes hasta el Reino Nuevo.
A pesar de que ya en los primeros tiempos existían que se dedicaban a algunas funciones relativas al culto, hasta la XVIII dinastía no surge como clase social, momento en el que existió gran cantidad de clero dedicado exclusivamente a labores religiosas.
Normalmente el faraón era el encargado de designar a la persona que dirigía el templo, pero a finales del Reino Nuevo se impuso la costumbre de heredar de padres a hijos las labores.
En el periodo ramesita se convirtieron en una clase social depositaria de la cultura intelectual, y junto con los escribas estaban altamente reconocidos.
Existían escuelas dedicadas a la preparación de los jóvenes al sacerdocio, jóvenes que se reclutaban, normalmente, de familias nobles.
Recibían los ingresos de las ofrendas que se depositaban en los templos, y de los trueques que realizaban de productos de los que carecían.
La subsistencia estaba garantizada por la propia importancia del templo, no obstante los sacerdotes no tenían grandes ingresos privados.
Su labor se dividía en los oficios diarios en el templo, que se realizaban tres veces al día en el santuario y sus obligaciones en festividades religiosas.
En las ceremonias religiosas las lecturas eran realizadas por el sacerdote lector, que además era el encargado de recitar las fórmulas mágicas que ayudarían al difunto en el Mas Allá, durante los funerales.
Los servicios diarios, oficiados como símbolo de servicio al dios, consistían en vestirlo y alimentarlo.
No existían sacrificios con sangre a los dioses.
Al dios se le servían manjares en bandejas, y las sobra se distribuían entre las estatuas de particulares admitidos en el templo, y finalmente lo que pudiese quedar se daba a aquellos a quienes el faraón había provisto de una renta alimenticia a costa del templo.
Existían dos clases, la clase inferior, los puros (Uâbu) dedicados a funciones meramente materiales y los sacerdotes "esclavos del dios" dedicados a labores sagradas, y sólo los muy antiguos, como los de Heliópolis, obtenían el título honorífico de "gran sacerdote", el resto eran simplemente "esclavos de dios".

ESCRIBAS
En la mayoría de ciudades y pueblos, los únicos que sabían leer y escribir eran los escribas, lo que les convertía en personas muy importantes e influyentes.
En las obras de arte se les suele representar sentados con las piernas cruzadas.
FUNCIONARIOS
Del gobierno se encargaban los funcionarios del estado, desde el visir hasta el máximo hombre de estado, pasando por los funcionarios locales, que resolvían los asuntos cotidianos o en cada distrito o nomos.
EL EJERCITO
Las fuerzas de combate de Egipto se formaron a partir de la tradición del Imperio Antiguo de reunir tropas cuando le surgía alguna emergencia al bien provisto ejército del Imperio Nuevo.
La máxima autoridad era el faraón.
Después estaban los oficiales con graduación, que mandaban al cuerpo de soldados, que luchaban a pie o montados en carros.
Condecoraciones Para agradecer a los soldados su coraje en la batalla, el faraón les regalaba moscas de oro, hechas en los talleres de palacio por los mejores orfebres.
Las moscas doradas se llevaban colgadas alrededor del cuello y significaban que un soldado había "picado" a un enemigo.
Formación para la batalla
Durante la época caótica que siguió al hundimiento del Imperio Antiguo, muchos príncipes regionales tuvieron ejércitos.
Esta figurilla de la tumba del príncipe Mesehti podría ser una representación de su ejército privado.
El faraón y su consejo de guerra decidían las estrategias a seguir.
Cada unidad del ejército egipcio llevaba su bandera para que resultara fácil identificarla durante la batalla.
Las órdenes se daban a toque de trompeta.
Armada con hachas y arcos, la marina libraba batallas desde los barcos, que lucían mascarones de proa en forma de dioses y nombres como "Toro salvaje", "Estrella de Egipto" o "Alma de los Dioses".
En tiempos de paz, el ejército tenía que cavar acequias, trabajar en las minas o sacar piedra para los templos y pirámides.
La marina realizaba expediciones comerciales.
Durante el Imperio Medio se construyeron inmensos fuertes de adobe para proteger la frontera de Egipto con Nubia.
En el arte egipcio estos fuertes sitiados nunca se representan.
Muchos soldados eran reclutados a la fuerza y eran enviados al campamento base, donde les cortaban el pelo y los adiestraban en el manejo de las armas.
Los escribas del ejército registraban los reclutamientos, las provisiones, las armas y las pagas.
Muchos escribas se convirtieron en oficiales y formaron parte del estado mayor, que decidía las tácticas de guerra.

LA MUJER
La mujer tenía un papel claramente definido.
Se encargaba del cuidado de la casa y de los niños.
Muchas realizaban trabajos muy duros, como labores en el campo.
Pero, según la ley, la mujer tenía los mismos derechos que el hombre.
Una esposa podía llevar a su marido ante los tribunales si éste la maltrataba.
Algunos matrimonios eran concertados, pero otros eran por amor.
Los hombres podían tener varias mujeres, pero el contrato matrimonial protegía a la esposa y a los niños, por lo que la mayoría de hombres sólo podía mantener a una mujer.
El trabajo principal de la mujer era criar a los hijos.
Las madres llevaban a sus bebés colgados en cabestrillos.
Si una mujer no podía tener hijos, su marido buscaba una amante y la familia adoptaba al hijo de ésta.
Las madres amamantaban a sus hijos abiertamente.
Existe un grabado en el que la reina Nefertiti está amamantando a su hija.
La leche sobrante se guardaba en jarras.
Las madres que tenían poca leche rezaban a la diosa Isis.
Muchas mujeres trabajaban como sirvientas.
Otras eran nodrizas, panaderas, tejedoras, cantantes, bailarinas, músicas e incluso doctoras.
Pero las mujeres no podían desempeñar un cargo público.
El título de "sacerdotisa" era uno de los pocos que podía ostentar una mujer.
Otro era "Músico del Templo". Los criminales egipcios recibían una paliza.
Pero se hacía una excepción con las mujeres embarazadas para no dañar al inocente que tenía que nacer.
El castigo se aplazaba hasta después del parto.
EL FARAÓN
Los egipcios creían que su faraón era un dios viviente.
Sólo él podía unificar el país y mantener el orden cósmico o Maat.
También creían que cuando moría, alcanzaba la vida eterna, no solamente para él, sino también para su pueblo.
El poder del faraón era absoluto. Mandaba al ejército, fijaba los impuestos, juzgaba a los criminales y controlaba los templos.
Se asociaba al faraón con los dioses sol y cielo, especialmente con Horus, el dios cielo con cabeza de halcón.
El nombre del faraón se escribía en el interior de un cartucho: un disco ovalado, símbolo del poder del rey sobre "todo lo que envuelve el sol".
Hapy era el dios de las inundaciones del Nilo.
Era representado con un rey, ataviado con el tocado real nemes y una barba postiza. Sus pechos femeninos eran símbolo de sus aguas, que daban vida a Egipto.
El faraón era todopoderoso. Los visitantes besaban el suelo que pisaba.
Pero aquel que lo tocara sin su permiso podía ser condenado a muerte.
Los funcionarios importantes eran llamados "amigos del faraón".
Ostentaban títulos como "Portador del abanico de la derecha del rey" o "Amo del caballo".
Muchos vivían en el palacio. En las grandes ocasiones, se unían a ellos sumos sacerdotes y funcionarios de todo Egipto.
Mientras el rey vivía, le asistían en los asuntos de estado.
El deporte de los reyes y de su corte era la caza.
Los nobles mataban aves con palos arrojadizos.
En todo el palacio se hacía patenten el poder del faraón.
Los tronos se decoraban con cautivos, que simbolizan el control que el rey tenía sobre los extranjeros y su papel como defensor de Egipto.
Era muy importante para el rey tener un heredero.
Si su primera esposa no tenía hijos, un hijo de cualquiera de sus otras esposas se convertía en heredero.
Si un rey no tenía hijos, el siguiente faraón podía empezar una nueva dinastía.
El faraón vivía en un harén, una corte formada por muchas esposas y otras mujeres.
Estas lo lavaban y le vestían muchas veces al día, además de satisfacer todas sus necesidades.
Un rey podía tener muchas esposas. Para mantener el linaje dinástico puro, los faraones a menudo se casaban con sus hermanas y con sus primas y, a veces, incluso con sus hijas.
La primera esposa del faraón gobernaba junto a él, como reina. El rey representaba al todopoderoso rey Sol, mientras que ella era asociada con Hator, la diosa del amor, y con Isis, la diosa madre.
LA VESTIMENTA
Se vestían con ropas de algodón sencillas. Los hombres se ponían una falda corta y dejaban el pecho al descubierto.
A veces se ponían un manto o una pieza de lino por encima de los hombros.
En las noches en que refrescaba, se ponían túnicas de manga larga.
En épocas posteriores, se extendió el uso de túnicas y vestidos plisados. tanto los hombres como las mujeres llevaban peluca.
El egipcio corriente llevaba ropa de algodón basta, mientras que los ricos vestían ropas más ligeras y delicadas.
La tela más fina era el "algodón real", semitransparente.
Los egipcios conocían los tintes, pero casi siempre llevaban algodón blanco natural.
Probablemente, se utilizaran tableros estriados para hacer los pliegues de la ropa de los ricos.
Los egipcios no sentían pudor ante su cuerpo. En el arte, los reyes suelen ser representados con faldas muy pequeñas y las reinas con vestidos casi transparentes.
En las ceremonias importantes, el rey lucía una falda larga y una capa muy elaborada
con muchos pliegues.
Los egipcios se envolvían con la ropa, en vez de cortarla para adaptarla al cuerpo.
Las mujeres peinaban los tallos de la planta de lino para que saltaran las púas, a continuación, separaban las fibras del tallo y las hilaban con un huso, sujeto por una espiral.
Luego, en un telar, tejían ropa con los hilos.
Los campesinos y pescadores trabajaban desnudos.
Los ricos disfrutaban del servicio de lavanderos profesionales.
Los pobres lavaban la ropa en el río.
La mayoría de los egipcios iban descalzos.
Pero los sacerdotes y los ricos llevaban sandalias, que eran de cuero o de juncos como el papiro, que crecía en las ciénagas del Nilo.
Los sacerdotes vestían las estatuas de los dioses por la mañana y las desvestían por la noche.
Joyas y maquillaje Los egipcios se esmeraban en su aspecto físico. Hombres y mujeres se aplicaban aceites en la piel, se pintaban los ojos con gruesas capas de maquillaje y se rociaban con perfumes la ropa. En las fiestas, las mujeres adornaban sus pelucas con conos de incienso, que se disolvían lentamente, esparciendo perfume sobre su pelo y ropas.
Los ricos exhibían joyas de oro con relucientes piedras semipreciosas.
La pintura verde para los ojos procedía de la malaquita; el kohl negro para los ojos, de la galena; la pintura roja para los labios, del óxido de hierro.
El kohl se guardaba en tarros y se aplicaba con utensilios metálicos.
Incluso los niños se ponían kohl, pues, protegía de las infecciones. Como a los egipcios no les gustaba el vello corporal ni el pelo, se afeitaban la cabeza y el cuerpo con hojas de bronce.
Llevaba pelucas hechas con cabellos humanos, rizadas o trenzadas en una gran variedad de estilos.
Utilizaban un cinturón de oro, que era una pieza de joyería que se llevaba en la cintura. Estaba hecha con cornalillas, amatistas, lapislázuli y turquesas, además de amuletos de oro de la buena suerte.
Los egipcios no tenían espejos de cristal, sino que se contemplaban en discos de cobre o bronce pulidos. Las superficies relucientes, les recordaban al sol que adoraban.

OCIO Y JUEGOS
Los egipcios vivían la vida plenamente. En los festivales públicos y en fiestas privadas, comían y bebían entretenidos por cantantes, bailarines y músicos.
Los niños jugaban al are libre bajo el sol, mientras los adultos se divertían practicando deportes como la caza y la pesca.
En los ratos de tranquilidad, escribían poesía y se distraían con juegos de mesa.
Debido al clima cálido de Egipto, los niños y las niñas pasaban mucho tiempo al are libre, nadando, bailando, montando burros y jugando a la pídola o a la lucha de la cuerda.
Jugaban con pelotas, muñecas, animales de juguete y con animales de compañía como gatos, pájaros y burros.
El juego de mesa más popular entre los adultos era el "senet".
A Tutankhamón le gustaba tanto, que fue enterrado con cuatro tableros.
Fueron los primeros en pescar por placer. Los nobles a menudo son representados sentados en sillones, pescando indolentemente en los bien provistos estanques de sus jardines.
Es curioso que en algunas zonas, los peces eran criaturas sagradas y, en otras una parte importante de la dietas, lo que en algunos casos provocó guerras entre ciudades vecinas.
Para la caza, utilizaban arcos y flechas. Durante el Imperio Nuevo, los arqueros disparaban a sus presas mientras iban montados en sus carros.
Practicaban disparando flechas a unas dianas cuadradas de cobre.
Las escenas de fiestas demuestran que a los egipcios les gustaba la música y el baile.
Muchas pinturas muestran a una mujer tocando una flauta doble, mientras que otras la acompañan dando palmadas o bailando.
En el arte egipcio, es muy raro encontrar figuras de frente.
Los dados no llegaron a Egipto hasta el período griego.
Antes, jugaban arrojando palos. Estos palos tenían un lado llano y otro redondeado.
Probablemente, el número de palos con el lado llano hacia arriba determinaba la tirada del jugador.
Tapones: Los niños hacían girar tapones de cerámica con los dedos o con un cordel enrollado a su alrededor.
Pelotas de arcilla: Se han encontrado pelotas de papiro, tela y cuero. Las pelotas de arcilla de colores vivos estuvieron llenas de semillas o de trocitos pequeños de arcilla cocida para que sonaran al ser lanzadas.
Gato de juguete: Tallaban una figura con forma de gato de madera, su boca se abría y cerraba al tirar de una cuerda.
Algunos animales de juguete antiguos tenían ojos de vidrio, y patas y colas movibles. Caballos y momias: Tallaban caballos de madera que arrastraban por un cordel que le atravesaba el hocico. Se han encontrado momias diminutas, de animales y pájaros, hechos con barro del Nilo y metidas en sarcófagos.
Podría tratarse de juguetes hechos por niños o de ofrendas votivas.
El juego del Senet: El "senet" se jugaba haciendo avanzar fichas en un tablero de 30 casillas, de las cuales algunas eran peligrosas y otras daban buena suerte. Desgraciadamente, se han pedido las reglas del juego.
Competiciones: Los hombres hacían competiciones de boxeo, lucha libre y esgrima. El rey Ramsés III celebró el primer torneo de esgrima de la historia en el 1.250 a. C. Los egipcios luchaban con palos de madera contra soldados aliados.
El juego de la serpiente: Fue uno de los primeros juegos de mesa egipcio.
El tablero tiene forma de serpiente enroscada. Los jugadores empezaban por la punta de la cola y tenían que intentar colocar las fichas en la cabeza de la serpiente, que estaba en el centro.
La caza y la pesca
El deporte principal de los egipcios acomodados era la caza. En los primeros tiempos, los nobles perseguían antílopes, toros y leones a pie.
Más tarde, cazaban montados en carros tirados por caballos. Los faraones se enorgullecían de su habilidad. Amenhotep III se jactaba de haber matado 102 leones en sus diez años de mandato, y Tutmosis III hacía alarde de haber matado 120 elefantes en un viaje a Siria.
Para cazar antílopes, utilizaban perros adiestrados e incluso hienas, también con ellos los dirigían hacia las trampas. Las hienas se metían en las reservas de caza, por lo que las cazaban junto con las otras presas.
Además, también las cazaban porque eran una amenaza para los rebaños.
Los que cazaban en la ciénaga usaban redes para atrapar peces y aves silvestres. Atraían a los pájaros poniendo cebos como granos de maíz o gusanos en las redes.
Pescaban para comer y para divertirse. Durante el Imperio Antiguo pescaban con redes o con lanzas. Más tarde se extendió el uso de la caña de pescar.
Los pescadores utilizaban anzuelos y redes para atrapar peces.
Los nobles preferían cazar aves con palos arrojadizos, semejantes a un bumerán.
Estos palos rompían el cuello al ave.
Los egipcios celebraban los nacimientos, los matrimonios y los acontecimientos religiosos con fiestas. A veces también daban fiestas para los amigos.
A los ricos les gustaban mucho las celebraciones. Los cocineros preparaban abundantes comidas condimentadas con hierbas y especias.
Engalanados con sus mejores ropas, los invitados se sentaban en sillas o en el suelo en cojines, para comer con los dedos y beber grandes cantidades de vino.
Los anfitriones contrataban a músicos para que tocaran y cantaran durante el festín.
Era en las cenas donde se empleaban más bailarines, acróbatas y otros tipos de artistas. Actuaban al acabar en banquete.
Los invitados bebían demasiado; algunos incluso vomitaban en recipientes y eran llevados borrachos a sus casas.
Las pinturas que representan ofrendas de comida nos dan una idea del tipo de alimentos que los ricos servían a sus invitados.
Música y danza
Las celebraciones egipcias no serían completas sin música y bailes. En las fiestas, los cantantes actuaban al compás de arpas, laúdes, tambores, flautas y panderetas.
Los invitados cantaban y daban palmadas, dejándose llevar por el ritmo vibrante de las orquestas egipcias, mientras los bailarines saltaban y daban vueltas. A menudo, la música también acompañaba al trabajo.
En la música egipcia, el canto tenía mucha importancia. En las pinturas funerarias los arpistas suelen ser hombres ciegos. No sabemos como era la música egipcia porque nunca fue escrita.
Tocaban una gran diversidad de instrumentos, lo que sugiere que la música era muy variada. Usaban platillos de bronce para marcar el ritmo.
Los platillos, las campanas y unos sonajeros metálicos llamados "sístros" eran empleados para tocar música religiosa.
Algunas letras de canciones del antiguo Egipto han perdurado hasta nuestros días.
"Disfruta de la vida mientras puedas" reza el Canto del Arpista, grabado en la tumba del rey Intef. Las arpas, que aparecieron por primera vez hacia el año 2.300 a. C., podían llegar a tener hasta 20 cuerdas y ser tan altas como una persona.
También utilizaban castañuelas egipcias muy grandes hechas de marfil.
Los músicos las sostenían con una mano y las hacían golpear unas con otras.
Los hombres bailaban con los hombres y las mujeres con las mujeres, nunca bailaban juntos.
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